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Las familias de los 16.028 “invisibles” del Baix sufren más los recortes

Las familias de los 16.028 “invisibles” del Baix sufren más los recortes

martes 21 de abril de 2015, 15:58h
Las familias consideran que vuelven a estar desprotegidas y desamparadas tras los recortes aprobados en la famosa Ley de Dependencia. ¿Qué pasará cuando no estemos? El futuro es el elemento que más miedo genera a las familias de las personas discapacitadas
En la comarca del Baix Llobregat hay 16.028 personas que padecen algún tipo de enfermedad mental o discapacidad psíquica de las 150.551 que constan censadas por el Departament de Benestar Social i Familia en la última actualización del Anuari Estadístic de Catalunya, realizada en 2013. Estas cifras muestran las personas directamente afectadas, pero hay que tener en cuenta que las enfermedades de este tipo afectan también a sus familias, porque la mayoría de los discapacitados son dependientes y necesitan ayuda en sus actividades básicas relacionadas con la vida diaria.

Es por esa razón que los familiares, sobre todo los padres, de las personas discapacitadas se enfrentan a un doble reto diario para salir a delante para intentar lograr una vida digna para sus hijos.
Pero no es fácil lograr este objetivo. El factor económico es el que más trabas pone en el día a día de estas familias, ya que la mayoría de centros y fundaciones dedicadas a discapacitados mentales se encuentran en Barcelona, una circunstancia que comporta un gasto de desplazamiento importante además de mayor consumo de tiempo. También se añade el gasto en medicamentos, el elevado coste de los colegios especializados y un largo etcétera.

Los recortes de la crisis
Con la crisis, se han reducido considerablemente las ayudas y subvenciones a las familias con discapacitados para poder hacer frente a todos esos gastos ocasionados. Un ejemplo de estos recortes es la Ley de Dependencia, que entró en vigor en el año 2007, dotando al sistema público del marco normativo necesario para regular la atención y las prestaciones a las personas con dependencia tanto mental como física. Existen tres grados de dependencia: moderada (Grado 1), severa (Grado 2), y gran dependencia (Grado 3).

En el primer grupo se encuentran las personas que necesitan ayuda para realizar alguna tarea o actividad de manera intermitente o limitada; en el segundo, las que necesitan más ayuda pero sin llegar a requerir el acompañamiento permanente de otra persona, y en el último grupo figuran aquellos que tienen una pérdida total de su autonomía y que, por lo tanto, necesitan la presencia continua e indispensable de otra persona.Desde el comienzo de la crisis, este tipo de subvenciones ha sido objeto de recortes por parte del Gobierno y resto de administraciones, dejando a las familias desprotegidas y desamparadas.

Entre las medidas de recorte aplicadas, se volvieron a realizar valoraciones para verificar que los beneficiarios de esta ley se encontraban en el grupo con el nivel de dependencia correcto. Casualmente, muchas personas fueron re-ubicadas en un grupo con menor grado de dependencia, lo que comportó un descenso en la cantidad recibida. Y un ahorro por parte de las arcas públicas tras aplicar los recortes. En la conversación mantenida con EL LLOBREGAT, algunos padres de niños dependientes de la comarca, como Antonio Santiago, de Sant Boi, o María Jesús González, de Santa Coloma de Cervelló; salen a relucir asuntos comunes, como es el caso de los efectos que causan las enfermedades en las actividades más cotidianas.

Cosas tan simples como ir al cine, salir a cenar fuera, organizar unas vacaciones, dar un paseo... se ven totalmente afectadas por estos hechos y reducen la calidad de vida de las familias, que se ven absorbidas casi por completo por la dependencia de sus hijos.

Todos los familiares coinciden en los beneficios de que sus hijos hagan actividades extraescolares, ya que tienen un doble resultado: por una parte la mejora de la autonomía y el hecho de poder relacionarse con otras personas, y por otra, el efecto social positivo que provoca. No muchos años atrás, tener un hijo con algún tipo de deficiencia era algo de lo que avergonzarse o una cosa que se debía ocultar, pero afortunadamente esta situación ha cambiado, para mejor.

Ahora existe una mayor aceptación y concienciación por parte de la sociedad, sobre todo entre los sectores más jóvenes. Aun así, todavía queda mucho camino por recorrer, pues la mayoría de los problemas generados por las discapacidades siguen resultando invisibles a los ojos de mucha gente.

Dejando de lado el tipo de discapacidad y el grado que padece cada uno, sus padres y familiares más cercanos comparten un miedo común: el futuro. Hoy por hoy, están ellos para ayudarles en todo lo que pueden y hacerles el camino lo más llano posible, pero les resulta inevitable preguntarse: Y cuando nosotros no estemos, ¿qué pasará? III
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