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Alcaldear: la práctica de la ejemplaridad como ideal

Alcaldear: la práctica de la ejemplaridad como ideal

Por Joan Carles Valero
martes 21 de abril de 2015, 23:59h
Los futuros alcaldes saben que tendrán que enfrentarse a tres peligros colectivos: funcionarios, asociaciones y sus propios compañeros concejales, conscientes de que las decepciones más amargas vendrán de estos últimos. Los que ya son alcaldes lo saben bien porque en la mayoría de casos llevan mucho tiempo y recuerdan cómo en la primera legislatura fueron Sancho el Fuerte, en la segunda Sancho el Sabio y en la tercera, Sancho Panza.
En un mundo donde la ubicuidad nos hace más transparentes, hay que refundar la idea de que todos somos ejemplo para todos y de ahí nace el imperativo de una mejor convivencia. Hay que ejercer la ejemplaridad de manera más manifiesta entre quienes nos rodean: los padres ante sus hijos y los alcaldes y concejales ante sus vecinos. En estas semanas previas a las elecciones locales, los ciudadanos juzgamos a nuestros representantes más directos para ver si renovamos nuestra confianza en ellos, a quienes en muchas ocasiones conocemos personalmente.

Por otra parte, cientos de personas en la comarca y L’Hospitalet han decidido dar un paso al frente para convertirse en líderes de sus ciudades o pueblos. Son los que integran las listas electorales de todos los partidos y agrupaciones de electores. La política local requiere entusiasmo y optimismo. Desde aquí les aconsejo que si no sienten esa pasión, deberían renunciar, porque un cargo público debe ejercer el liderazgo y tirar de la comunidad.

Los que salgan elegidos deberán gestionar entidades mucho mayores que cualquier empresa: con más personas, con un presupuesto más alto y, sobre todo, con una responsabilidad pública muy elevada y exigente. Ser alcalde o concejal de tu municipio es una de las aventuras más apasionantes en nuestra sociedad democrática. Pero no todo el mundo está preparado. Para desentrañar algunos consejos de liderazgo y coaching para alcaldes y concejales, recomiendo la lectura del libro “Alcaldeando”, (Diëresis), escrito por Alberto Ruiz de Azua, que fue primer edil de Arrigorriaga durante doce años. Se trata de un manual de coaching donde el autor ofrece enseñanzas prácticas para quien quiera dedicarse a la política o para cualquier persona que esté al frente de un equipo.

Indignación ante las fechorías
Ruiz de Azua siente indignación, tristeza y desánimo cuando “día sí y día también nos vemos desayunando con alguna nueva fechoría del sinvergüenza de turno que, aprovechándose de su cargo, ha metido la mano en el cajón, ha aceptado regalos millonarios o se ha pagado sus vicios con dinero público”. Ante estos casos de corrupción, el autor aboga por “un rearme ético de la sociedad” y por elaborar códigos éticos de conducta en las administraciones para que se conviertan en acción, en hábitos.

Estos códigos de conducta deberían tener como ejes la transparencia pública y la rendición de cuentas a los ciudadanos; y, paralelamente, propiciar una mayor participación ciudadana. En línea con este rearme ético, Ruiz de Azua recupera el concepto de “ejemplaridad pública” acuñado por Javier Gomá, pues “debemos asumir el compromiso de que nuestro ejemplo produce en los demás una influencia civilizadora”. Y, en la recuperación de los valores, rescatar el esfuerzo y el sacrificio, pero también la reflexión estratégica sobre el futuro para superar la política del cortoplacismo y el oportunismo.

El atasco cortoplacista mata
Para abordar importantes reformas es necesario olvidarse del corto plazo de los cuatros años de un mandato: “El atasco cortoplacista mata. Los grandes temas como la paz, el medio ambiente, la lucha contra la corrupción o la estabilidad requieren espacios temporales más amplios”.

Que la idea de la ejemplaridad haya retornado con fuerza es un fenómeno que el filósofo Javier Gomá, autor de “Tetralogía de la ejemplaridad”, atribuye a tres razones. La primera, que la sociedad ha llegado a la convicción de que el estado de derecho en la versión clásica no es suficiente y es necesario un plus extrajurídico, es decir: ya no basta con cumplir la ley. En segundo lugar, estamos convencidos que la separación entre vida privada y vida pública, que es perfecta desde el punto de vista jurídico, no lo es desde el vital, social o personal. Porque el ejercicio del poder se basa en la confianza y la confianza tiene mucho que ver con el tipo de persona que eres.

La confianza, valor esencial
La confianza es un valor esencial para vivir. Empezando por la confianza en uno mismo, en los demás, en nuestras capacidades y fortalezas para afrontar nuestros propios retos y superarlos. La autoconfianza, ser una persona segura de sí misma, confiar en uno es esencial en la vida, porque cualquier reto, proyecto o cosa que quieras hacer, al tener confianza en uno mismo, te sientes capaz de hacerlo. Hay que decirse: “puedo hacerlo, lo quiero hacer”, y eso hace que lo consigas.

La confianza es un valor que compartimos, porque no estamos solos. Compartimos ilusiones, pasiones, proyectos y la satisfacción del resultado. La confianza es un valor íntimo, incondicional, lo que más amamos, aquello que más queremos y que solo ofrecemos a aquellas personas en quien confiamos. Por eso la confianza es un apartado muy importante en cualquier relación humana. La confianza requiere calidez, cercanía, honestidad, optimismo… Aquellos candidatos que no superen la reválida de la confianza, los ciudadanos les van a suspender.

El tercer factor que ha recuperado con fuerza la idea de ejemplaridad, según Gomá, es que en nuestra época es muy difícil verbalizar las conductas morales, es decir, explicar lo que es justo o decente. “Cuando quieres explicar a tu hijo qué es un comportamiento honesto no lo envías a consultar el diccionario, sino que le pones un ejemplo; le dices: esto es un comportamiento ejemplar”.
La ejemplaridad es un ideal y conviene diferenciarlo de los ejemplos, que pueden ser positivos o negativos. La ejemplaridad nos afecta a todos y no solo a una minoría selecta mientras el resto obedecemos. Al contrario, todos somos ejemplos para todos y cuando somos conscientes de ello se convierte en un imperativo: “Como soy un ejemplo, de mí mismo surge una llamada para que mi ejemplo sea positivo, virtuoso”, asegura el filósofo. El 24 de mayo está convocado un examen de ejemplaridad en su municipio y usted, ocioso lector, tiene que poner las notas. III
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