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¿A quien sirven los políticos?

¿A quien sirven los políticos?

Se avecina un otoño caliente en materia política. Ahora el verano es un buen momento para reflexionar sobre qué entendemos de esta materia y que podemos exigir a aquellos que nos representaran.
Todos estamos de acuerdo que la política debería perseguir el “Bien Común” de sus ciudadanos, según las diferentes opciones que se presenten. ¿Qué entendemos por “Bien común”? Todas aquellas acciones destinadas a lograr la plenitud del desarrollo de cada persona y organización social según su propia naturaleza, dentro de un orden moral. “El orden social y su progreso deben subordinarse al bien de las personas, y no al contrario”.

Toda acción política debería orientarse a proteger, defender y salvaguardar la dignidad de la persona humana, en la doble vertiente: material y espiritual.

J. Maritain dice: “ El Bien común ... no se mantiene en su verdadera naturaleza si no respeta aquello que es superior a él, si no está subordinado... al orden de los bienes eternos y a los valores supra temporales de los que depende la vida humana... . Me refiero a la ley natural y a las reglas de la justicia y a las exigencias del amor fraterno… a la vida del espíritu... a la dignidad inmaterial de la verdad... y de la belleza”.

Yo, personalmente, desconfío de los discursos mesiánicos de los políticos; prometiéndonos un “pseudoparaíso” aquí y ahora. Así mismo, generan una convivencia todavía más difícil cuando estos mismos servidores utilizan un lenguaje provocador, de confrontación, de enfrentamiento gratuito e irresponsable,…

La política no puede alimentarse de “parlanchines” que despiertan los bajos instintos de la venganza y el odio, como sí para gobernar cualquier medio o estrategia fuera justificable.

Condición muy importante para el ejercicio del Bien Común es la Paz, entendida no sólo como la ausencia de conflictos, sino también como la armonía positivamente cultivada entre personas y grupos.

Por tanto, debe estar fundamentada en el amor mutuo y la caridad. Fomentar o permitir la siembra de rencores y odios acaba trayendo más pronto que tarde la violencia y la ruptura de la paz. Asociadas y derivadas de la paz encontramos el orden, la estabilidad y la seguridad, que contribuyen grandemente a una convivencia más fructífera. III
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