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No hablamos de futuro

lunes 25 de enero de 2016, 21:53h

Las fronteras entre el pasado, el presente y el futuro no siempre son claras como una línea histórica consensuada por historiadores. El proceso de transición tecnológica que han vivido las sociedades modernas son un buen ejemplo.

¿Cuántas veces escuchamos en su momento ‘Internet es el futuro’ o ‘La tecnología es el futuro’? Serían los años posteriores a la introducción del World Wide Web (1991), que permitía introducir y expandir el mundo online a través de los hogares. Lo que entonces era el futuro, pese a que ya tenía una historia de tres décadas –desde que empezaran a aparecer los primeros artículos sobre conmutación de paquetes (1962)-, pasó a ser en pocos años el presente, tras una transición digital y tecnológica exponencial y transversal. “Internet ya no es el futuro; es el presente” se empezó a escuchar de manera progresiva tras un cambio de chip inevitable ante el aluvión de avances tecnológicos.

Este cambio de chip es el que debe darse de una vez por todas en la cuestión medioambiental. Este año se cumplen, precisamente, diez años desde el famoso documental protagonizado por el ex vicepresidente de los Estados Unidos, Al Gore: ‘Una verdad incómoda’ (Davis Guggenheim, 2006). Desde entonces, la sociedad ha ido trampeando con el debate, jugando con fechas lejanas que distancian, precisamente, el problema. Nuestra portada es, en definitiva, una provocación en la que la situación de futuro que se podría dar en 2100 sería una regresión al pasado, a la ‘Antigua Roma’, época en la que Sant Boi tenía puerto en un Llobregat navegable para algunas embarcaciones.

Más allá de querer adivinar como nos encontraremos en 2100, queremos servir de reflexión en el primer número del año, que llega tras el Congreso Mundial de París, pero sobre todo, motivado por las altas temperaturas de 2015 y, en concreto, de este invierno. A nivel mundial ha sido el año más cálido jamás registrado y, en el plano local, se suma que, en casi 90 días, al cierre de esta edición, no ha llovido absolutamente nada en Barcelona ni en su inmediata zona metropolitana. ¡Hay riesgo de incendio en pleno invierno por la sequedad de la vegetación! No se trata, insistimos de una cuestión de futuro. Igual que las ‘smart cities’ son ya una realidad, la sostenibilidad debe ser una cuestión a abordar inmediatamente antes estas pruebas y evidencias del famoso calentamiento global del planeta. Causa global, pero con afectación local: con el deshielo de los polos, el nivel del agua podría anegar El Prat de Llobregat, incluido el Aeropuerto de Barcelona-El Prat, y gran parte de la zona metropolitana sur, hasta las inmediaciones del Centro Comercial Splau, de Cornellà, una extensión fundamentalmente plana por ser el corazón del Delta del Llobregat y que, recoge, en un amplio estudio el proyecto Climate.

Ante esta situación absolutamente anormal de nuestro tiempo, tras un año 2015 ‘suizo’, con tres convocatorias electorales por el medio –y, por tanto, tres nuevas legislaturas que se inician casi a la vez-, es el momento de centralizar el debate de la sostenibilidad y realizar este ‘cambio de chip’ en profundidad, sin medias tintas ni excusas. La responsabilidad política, que debe ser incentivadora y ejemplificante de una labor medioambiental, no libra en ningún caso a la ciudadanía de interiorizar esta aptitud con detalles cotidianos.

Solo así, entre todos, será posible esta nueva transición que reclama la sociedad y que el cielo clama con su comportamiento. III

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