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Apuntes desde el subsuelo

El RCD Espanyol y nuestra comarca, crónica de un desencuentro

Por Antonio Fornés

Recuerdo aquel día perfectamente, es una de esas fechas que a uno se le graban en la memoria: 2 de agosto de 2009. El RCD Espanyol inauguraba su nuevo estadio, y ahí estaba yo, perico irredento, tan feliz como el resto de aficionados dispuesto a disfrutar del partido inaugural, ¡nada menos que un Espanyol – Liverpool! Todo resultó festivo aquella jornada, hasta el resultado, pues ganamos al equipo de la ciudad de los Beatles por un claro 3-0.

Por una vez, y eso no es fácil si eres seguidor de este club, me fui contento a casa. Fue un día preñado de ilusión y de esperanza. Después de sufrir la dolorosa humillación de tener que vender el histórico Sarriá para aliviar nuestra siempre difícil situación económica, y tras unos ominosos años desterrados en el gélido Estadio de Montjuic, volvíamos a tener casa propia y ¡qué casa! El precioso estadio de “Corne-Prat” recibió el premio “Stadium Business Award”, que le distinguía como la mejor instalación futbolística mundial del 2010. Todo parecía indicar que un nuevo futuro exitoso se abría al equipo blanquiazul, y que en ese futuro jugaría un papel nuclear el Baix Llobregat.

Desgraciadamente, la realidad ha sido, una vez más, cruel con el Espanyol. Pudiéndose afirmar que la historia del nuevo campo es, paradójicamente, la de un gran fracaso económico y de un desencuentro social con nuestra comarca.
En lo social, la cuestión es sorprendente. Fuimos muchos los que pensamos que la construcción del nuevo estadio movilizaría a la gente del Baix hacia el Espanyol. Que nuestra comarca pasaría a sentir como suyo a un club que había decidido instalarse entre nosotros. Nada de eso ha ocurrido, incluso los ciudadanos de Cornellá han dado la espalda al club, es más, buena parte de ellos viven como una molestia la presencia de aficionados los días de partido. A esto podríamos añadir los múltiples enfrentamientos entre la entidad blanquiazul y el ayuntamiento de Cornellá. Siete años después, ni siquiera se ha conseguido arreglar mínimamente la cuestión de los accesos y hoy, igual que el primer día, llegar a “Corne-Prat” en un día de partido sigue siendo un calvario…

Económicamente la construcción del estadio ha resultado otro desastre, los hasta hace poco dueños del club, se embarcaron en una aventura para la que no contaban con recursos suficientes ni capacidad de financiación, permitiendo que el club agonizara lentamente en estos años hasta quedar desahuciado y sin otra salida que la venta. Esta cuestión es la última triste paradoja de esta historia, uno de los clubs con más tradición dentro de la que, después de la “Premier” inglesa, es la mejor liga del mundo, no ha encontrado entre todo el empresariado catalán a nadie dispuesto a pagar el precio de saldo, apenas una inversión de 70 millones de euros, por el que se ha vendido el club.
Digo yo que, el señor Chen Yangsheng, el millonario chino que ha comprado al Espanyol, habrá hecho sus números, y desde luego le ha visto rentabilidad a la operación. ¿Por qué los grandes empresarios catalanes no? Quizá porque lo suyo es estar siempre dispuestos a recortar derechos y salarios de sus trabajadores, a buscar en todo momento el cobijo del poder institucional, a quejarse mucho y a arriesgar poco.

Escribió Cicerón que cuanta mayor es la dificultad, mayor es la gloria. Si algún día nos llega a los seguidores del Espanyol, ésta será infinita… III

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