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“El hombre inacabado”, un thriller sobre el mundo del arte

“El hombre inacabado”, un thriller sobre el mundo del arte

Por Joan Carles Valero
martes 03 de mayo de 2016, 06:28h
Manuel Calderón publica su segunda novela, una sátira sobre la impostura de algunos creadores, tan inmorales como insolentes y… asesinos

La segunda novela de Manuel Calderón es un combinado de impostura, crimen y juicio en el sofisticado envase del arte. El resultado es una sátira y, al tiempo, un thriller sobre ese mundo del arte... donde todos ocultan su pasado. Arte es todo lo que recrea, con finalidad estética, un aspecto de la realidad o un sentimiento en formas bellas valiéndose de la materia, la imagen o el sonido. Hasta aquí, todo el mundo estará de acuerdo con la RAE. Sin embargo, la ausencia de belleza también cotiza al alza en el mundo del arte. Seamos claros: a los que tienen mucho dinero no les importa lo que cuesta una obra mientras se demuestre que lo que han comprado es totalmente nuevo y original.

Mierda de artista
Yves Klein fue una importante figura del movimiento neo-Dadanísmo, famoso por sus monocromos, es decir, cuadros concentrados en un solo color. El más famoso es el azul intenso que llegó a patentar con su apellido y que siguen utilizando las firmas de moda. Grabaciones de lluvia sobre un lienzo colocado en un vehículo a toda velocidad o la pieza musical The Monotone Symphony, compuesta por el mismo Klein y que sostenía una sola nota durante veinte minutos para continuar con otros veinte minutos de silencio, son algunas de sus creaciones. Naturalmente artísticas.

Klein tuvo su réplica en Piero Manzoni, que practicaba un arte conceptual irónico y de acción. Si es cierto que todo lo que escupe el artista es arte, Manzoni consideró el cuerpo del artista como una factoría de arte y, por tanto, todo lo que saliera de él sería una obra, ya fuera su aliento contenido en globos, su huella digital en huevos duros o el cuerpo de una persona, o directamente sus excrementos.

Mierda de artista, literalmente heces de Manzoni metidas en 90 latas firmadas, se vendieron en 1961 al precio de cotización del oro. No hay duda de que se trató de una mordaz crítica del mercado del arte, en el que la simple firma de un artista con renombre produce incrementos irracionales en la cotización de la obra. Todas se vendieron y museos prestigiosos las conservan. Si el arte es mierda, la mierda es arte. Y en eso se concentró Manzoni: “La gente quiere mierda y mierda voy a darles. La gente no distingue el arte de la mierda, por eso voy a darles mierda de artista.

En su segunda novela, “El hombre inacabado” (Editorial Berenice), Manuel Calderón añade una vuelta de tuerca en el marco del apasionado mundo del arte, al plantear si se puede ser uno de los artistas más importantes de su tiempo y, a la vez, un asesino. El protagonista de este thriller ocultar su identidad de farsante y de asesino. Se trata de una personalidad sofisticada y genial, de gustos por una vida suntuosa y llena de placeres estéticos tras la que se esconde un hombre vulgar, alguien educado en la penuria y el desarraigo, perseguido por su pasado.

Belleza en vez de justicia
El protagonista de la novela supo imponer el magisterio de su obra gracias a una inmoralidad sin límites y a sus cómicas dotes de manipulación a una sociedad que prefería el arte a la verdad, la belleza a la justicia. Pero su incuestionable prestigio emprendió el camino hacia la ruina cuando apareció en su vida la mujer a la que abandonó en su juventud, tan triste y pobre como él; la única persona que podía demostrar su verdadera identidad. Su insolencia acabó traicio¬nándole. Señalado por un prestigioso crítico de arte y por un estudioso marginal, el tribunal que le juzgue por asesinato se convertirá en algo más que un ágora judicial... Será un debate sobre el arte y la muerte.

Aunque lleva veinte años afincado en Madrid, el periodista y escritor Manuel Calderón (1957) nunca ha cortado el cordón umbilical que le une a L’Hospitalet, donde emprendió la aventura de un adolescente que aspira a ser poeta y descubre la vida real, la sentimental y la política. Licenciado en Filosofía por la Universidad de Barcelona, dirigió el Aula de Cultura de Bellvitge para el Ayuntamiento de L’Hospitalet, empleo de funcionario bien remunerado, estable y socialmente reconocido, que abandonó para trabajar, a tanto la pieza, como corresponsal cultural en Cataluña del desaparecido diario El Sol. Pasó por ABC hasta llegar a La Razón, siempre en el área de Cultura, especialidad donde empezó a despuntar muchos años antes a través de sus colaboraciones en desaparecido vespertino El Noticiero Universal. También fue redactor jefe de la revista de arte El Guía, donde se sumergió en el mundo donde ha situado su segunda novela, solo un año después de publicar su ópera prima, “Bach para pobres”, en Unomasuno Editores. III

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