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L’Hospitalet, trinchera del “procés”

Por Joan Carles Valero
jueves 01 de diciembre de 2016, 13:00h
En menos de una década, el cielo se llenará de drones, las calles de vehículos autónomos y las empresas de robots… Y mientras tanto, los seres humanos vamos para atrás. El nivel de bienestar material que el avance de la tecnología nos proporciona es inversamente proporcional a nuestra evolución como personas, en especial en las actitudes respecto al prójimo.

L’Hospitalet se ha convertido en el escenario de una escalada de agresiones políticas que suponen un mal presagio. Urge reflexionar y ser emocionalmente correctos para atemperar las actitudes.

Iba a escribir sobre la moderna reconstrucción de murallas que la alcaldesa Ada Colau nos prepara en el horizonte del año 2020 con la prohibición de que circulen los vehículos diésel por Barcelona. Esperemos que la mejora del transporte público sea paralela en nuestra comarca, porque, de seguir como hasta ahora, los que vivimos al sur de Barcelona lo tendremos cada vez peor para acceder a la capital. Núria Marín, alcaldesa de L’Hospitalet, podría aprovechar esta drástica medida de Colau, al igual que hizo ante la moratoria hotelera o la negativa a instalar la pista de hielo en la plaza Cataluña. Por ejemplo, facilitando la instalación de aparcamientos para que los baixllobregatenses que no disponemos de dinero para cambiarnos de vehículo, podamos seguir entrando a Barcelona en tanto mejoran los transportes públicos.

También tenía intención de comentar la flamante faceta de Marín como lideresa del PSC encargada de remendar las relaciones con el PSOE. Iceta le ha encomendado la ingente tarea de recuperar la sintonía entre ambos partidos. Afortunadamente, Marín preside la Red de Ciudades Inteligentes, lo que tranquiliza al otro lado de la mesa en la esperanza de que aplique esa cualidad a las negociaciones PSC-PSOE.

Escalada de tensión
Luego, iba a hablar del escritor hospitalense Joan Casas, ganador del premio Víctor Català de narrativa en la Fiesta de Santa Llúcia de 1979, cuando la bohemia de la ciudad se citaba en el bar del Casino porque era el único que permanecía abierto hasta las tantas. Pero me veo en la obligación de aplazar esos asuntos por la urgencia de los acontecimientos.

En poco menos de diez días, la violencia ideológica se ha adueñado de L’Hospitalet. Después de las amenazas de muerte y de los puñetazos recibidos por Miguel García, portavoz de Ciudadanos en esa ciudad, la escalada de tensión política ha aumentado, a pesar de que el agredido haya pedido rebajar el nivel de enfrentamiento. Al día siguiente de pronunciar esas palabras, la sede de su formación en L’Hospitalet volvió a amanecer pintada y con excrementos por séptima vez en dos años. Veinticuatro horas después, diversas pintadas amenazantes aparecieron en las sedes de ERC y del PDECat. “No hi haurà pau pels traïdors. Això és Espanya” es lo que se encontraron los antiguos convergentes pintado en su puerta, mientras que en la de los republicanos decía “Que vuelvan los GAL”.

En septiembre pasado, la portada de EL LLOBREGAT señalaba que l’Hospitalet y el Baix Llobregat es el territorio donde los partidos están echando el resto porque será aquí donde se decidirá el futuro de Cataluña, tanto en el caso de que se celebran elecciones autonómicas anticipadas como un referéndum. Nunca imaginé que la revolución de las sonrisas pudiera tornarse la del Joker.

Corrección emocional
Hace demasiado tiempo que una parte de la sociedad fortifica un “constructo mental” sobre las bondades de la independencia. Se trata de una estructura de la psique que agrupa emociones, ideas, experiencias, anhelos, recuerdos, conductas y otros elementos como el rechazo. Hace muchos años que nos centramos en lo políticamente correcto, pero opino como la periodista Sally Koan en su exitoso discurso TED, en defensa de que ser emocionalmente correcto es en realidad lo más importante. Me da igual que me digan “botifler”, siempre que lo escriban bien. No me importa la palabra, lo importante es cómo se utiliza: ¿de forma afectuosa, ingenua o dañina? La corrección emocional es el tono, el sentimiento, cómo decimos lo que decimos. El respeto y la compasión que nos tenemos. Me he dado cuenta que para convencer políticamente no hay que utilizar datos, hechos ni exponer ideas. Para convencer en política es necesario ser emocionalmente correcto. Y en L’Hospitalet empiezan a desatarse las emociones de forma violenta.

Se puede ser fariseo, condescendiente, incluso despectivo con todo aquel que no comparta nuestras opiniones. Es decir, podemos creer que tenemos razón políticamente, pero lo peor es no tenerla emocionalmente. Es imposible convencer a nadie si no le escuchas antes. Pasamos mucho tiempo hablando sin escuchar. Si lo hiciéramos más a menudo desde la corrección emocional, podríamos construir afinidades a partir de cómo decimos lo que pensamos y no tanto por lo que decimos. Nuestro reto es sentir compasión los unos por los otros, tanta como queremos que nos tengan a nosotros. Sólo así nos reconoceremos como personas. Eso es la corrección emocional. Difícil de lograr cuando el odio anida entre rivales que se tratan como enemigos. Urge recuperar el “seny” emocional. Sólo así podrá cimentarse un democrático cambio. Porque la democracia no es el mandato de la mayoría sobre el resto de la sociedad.

La democracia es también el Estado de Derecho, la separación de poderes, las libertades y los derechos humanos. Todos los derechos, empezando por el de la libertad de expresión y creencias. Hagamos de la acogedora L’Hospitalet un ejemplo de democracia en mayúsculas. III

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