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Mi experiencia en la cárcel Modelo

miércoles 05 de julio de 2017, 22:02h
Amediados de los 80 yo hacía “Ni chicha, ni limoná” un programa los sábados por la noche en Radio Metropol, emisora que emitía desde Sant Ildefons, en Cornellà.

A lo largo de las tres horas que duraba, iba recibiendo llamadas y conversaba con los oyentes sobre cualquier tema que ellos propusiesen, en un tono cercano y espontáneo, como siempre me ha gustado hacer radio.

También daba lectura a las cartas que recibía en el programa. Situémonos a mediados de los 80, la comunicación de los oyentes con la radio era telefónica o por correo postal.

Empecé a recibir cartas de familiares de presos que estaban en la cárcel Modelo. En sus escritos había poesías, mensajes para algún recluso y dedicatorias de canciones. Esas cartas servían para establecer un contacto emocional y sentimental entre los presos y sus familiares. El número de misivas fue aumentando y se recibían también desde el interior de la cárcel, con contenidos similares, en este caso con mensajes de los presos a sus familiares.

Mi satisfacción era absoluta, la radio cumplía uno de sus objetivos fundamentales, acompañar a sus oyentes donde estuviesen y sirviendo de unión y contacto entre ellos.

Al cabo de unas semanas recibimos en la emisora una llamada de la dirección de la cárcel Modelo, me invitaban a tener una reunión con ellos. Realmente me desconcertó esa comunicación de un centro penitenciario. Pero no dudé en acudir a la calle Entenza, 155 de Barcelona al lugar dónde se encontraba una parte de los oyentes del programa. Llegué a la puerta de la cárcel centenaria pregunté por la persona con la que había quedado y accedí a su interior. La sensación fue extraña, notaba un silencio sonoro, un olor intenso a lejía, paredes desconchas pero repintadas….me estremecí al entrar en el recinto carcelario. Estaba impresionado.

La dirección de la Modelo estaba interesada en saber en qué consistía el programa que hacía en Radio Metropol. Sabían que muchos reclusos me escuchaban y estaban pendientes de los mensajes de sus familiares y amigos. Durante casi una hora estuvimos conversando sobre la radio como punto de conexión entre las personas que estaban recluidas y sus familiares. Me felicitaron y me animaron a que continuase dando voz a toda esa comunidad.

Salí de la cárcel Modelo contento, satisfecho del éxito de “Ni chicha, ni limoná” y al mismo tiempo con un sentimiento de melancolía y un punto de tristeza. Sobrecogido pensando cómo serían las celdas donde pasaban su vida una parte de los oyentes a los que me dirigía. A partir de esa visita cada vez que leía una carta, dedicaba una canción, mandaba un saludo tanto a los reclusos como a sus familiares, el sentimiento de complicidad con ellos era más grande. Esas tres horas de radio les acompañaban en su vida estuviesen dónde estuviesen.

Esa fue mi experiencia en la cárcel Modelo. Inolvidable. III

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