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Violencia de género digital

Por Fernando Martín
jueves 06 de julio de 2017, 01:26h
El informe del CIS para la Delegación del Gobierno sobre la Violencia de Género manifiesta que una de cada cuatro jóvenes reconoce haber sufrido control a través del móvil.

Estas amenazas pueden ser tan variadas como el mensaje directo de WhatsApp, el uso ilegítimo de claves de sus parejas para acceder a las redes sociales, la suplantación de identidad y posterior publicación de datos en redes sociales o la instalación de aplicaciones espías en sus móviles.

Se trata en definitiva de violencia de género digital que se produce a través del control y el abuso en las redes e internet.

La tendencia de ejercer violencia de género utilizando las nuevas tecnologías se encuentra ya muy extendida entre adolescentes, puesto que a través del móvil los jóvenes se comunican para lo bueno y lo malo. En cuanto a la amenaza, cabe diferenciar dos fases. En la primera, durante la relación, el control se efectúa a través de la mensajería instantánea, que constituye el principal canal de comunicación utilizado por los jóvenes de 14 a 19 años. En este período suele ser común que el chico acceda a las conversaciones de su pareja o le pida acceso a las redes sociales, con la finalidad de ejercer control sobre sus acciones en el espacio virtual.

En una segunda fase se produce la ruptura de la pareja con el rechazo por parte del agresor. En este caso, al no aceptar la separación, éste suele acosar a su expareja a través del envío de mensajes constantes pidiéndole que vuelva. A partir de ese estado, los mensajes se transforman en amenazantes, pudiendo llegar incluso a amenazas directas de muerte.

Ahora bien, lo realmente preocupante es la confusión de la víctima que, con demasiada frecuencia, no reconoce su situación como violencia de género, al no diferenciar control o celos con amor, como así reflejan las estadísticas. Así, sorprende que hasta un tercio de las jóvenes de 15 a 29 años consideren aceptable que su pareja pueda controlar sus horarios, impedir que vea a sus familias o amistades, permitir que estudie o trabaje, o mantener una mínima libertad de acción al margen de su pareja. A pesar de que la vigilancia se ha incrementado y que el rigor judicial contra la violencia de género digital ha experimentado un notable crecimiento, ésta se sigue practicando sin que las víctimas lo denuncien por temor o desconocimiento. En cuanto al espionaje telefónico conviene revisar periódicamente las aplicaciones instaladas en el dispositivo, así como sus permisos. No obstante, la medida más eficaz para evitar ser espiado consiste, como resulta evidente, en no facilitar la contraseña de activación del móvil.

Finalmente, conviene señalar que los acosadores cibernéticos no se suelen reconocer como tales, ya que atribuyen la violencia de género al estereotipo de la mujer que recibe violencia física en el ámbito doméstico. Por ello, con independencia del medio utilizado para ejercer dichas amenazas, el origen de la violencia de género radica en las relaciones de poder en la pareja, la desigualdad y la discriminación. III

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