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Vasco: “No dejaba de escuchar que la medalla olímpica era lo máximo y me costó muchos llantos”
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Vasco: “No dejaba de escuchar que la medalla olímpica era lo máximo y me costó muchos llantos”

jueves 06 de julio de 2017, 01:44h
El momento de la descalificación de Massana, en Barcelona ’92, es uno de los principales recuerdos de aquella joven María Vasco, de 15 años, ya marchadora, que soñaba –con Massana como referente- con llegar a la cima olímpica.

“Recuerdo los Juegos de Barcelona ’92 como algo no tan lejano. Recuerdo ir a ver las carreras de marcha en Zona Franca y cómo subían al Estadio Olímpico.

Barcelona y cinco Juegos más
Tengo una imagen muy grabada que es la de nuestro Valentín Massana cuando lo descalificaron”, explica Vasco, rememorando para El Llobregat, aquellos años desde un despacho del Estadi Municipal La Bòbila de Gavà, donde actualmente entrena a jóvenes promesas del atletismo y la marcha. “Recuerdo como me decía allí, a mí misma, a ver si algún día estoy en algunos Juegos”.

Y vaya si lo consiguió. María Vasco, nacida en Viladecans (1975), no solo estuvo en unos Juegos Olímpicos sino que se mantuvo en la cima olímpica durante 20 años con la participación en cinco de ellos (Atlanta, Sídney, Atenas, Pekín y Londres), siendo la primera mujer atleta en ganar una medalla olímpica –de bronce, en Sídney-, a la que suma diferentes diplomas olímpicos y hasta siete medallas en competiciones internacionales como el oro en la Copa de Europa de 2009 o el de la Copa del Mundo de 2010, ambas, en marcha atlética, su especialidad. Retirada desde 2013 de la competición, sin duda, es todavía hoy el mejor exponente del atletismo femenino español.

Vasco empezó a marchar con 10 años y cuando los Juegos de Barcelona ya despuntaba. Tanto que, en los siguientes Juegos, en Atlanta, se estrenó con un 28º puesto. Ya en Sídney 2000, pese a no partir como favorita, dio la campanada: “La carrera fue totalmente a favor, me mantuve al mismo nivel mientras el resto iba cayendo por el duro calor. Fue hacer historia. Llegué a la meta y no sabía ni quien era la primera”.

De esta manera, Vasco logró, como decíamos, la primera medalla de una mujer en atletismo, siendo durante 16 años la única hasta que en Río la consiguió Ruth Beitia en altura: “Eso dice mucho de lo que cuesta ganar una medalla. No la regalan. […] La mujer se va haciendo su camino más amplio en el deporte y solo tenemos que recordar los últimos Juegos, en los que, por primera vez, ha habido más medallas de mujeres. Aunque está costando, nos estamos colocando donde nos corresponde. Los tenemos muy bien puestos”, exclama entre risas.

2008: Quinta, lesionada
Aun así, no es oro todo lo que reluce. Más en una disciplina minoritaria como el atletismo y, en concreto, la marcha. “No dejas de escuchar que conseguir una medalla olímpica es lo máximo que hay y me llevé muchos llantos. Me quedé sin sponsors y fue muy complicado por muchas cosas”, explica. “Me di cuenta que era por la especialidad que hacía. Lloré muchísimo. Y el año siguiente fue muy duro porque te colgaban la medalla antes de empezar y mantenerte aislada sin que te afecte todo lo de afuera es muy complicado. Salía con una presión con no sabía controlar con 23 años”.

La crueldad de lo mediático hace que, pese a lograr en los años posteriores diplomas olímpicos, ya no se valore su trabajo de la misma manera lo que le afectó anímicamente: “No fue mal, quedé quinta, pero tras una medalla, en este país, quedar quinta es pésimo. No sé valoran estos puestos ni los diplomas olímpicos. Aquello me hace reflexionar, pero cambiar a nivel psicológico cuesta muchísimo. Tuve que aprender a creer en mí. Me creía que todos eran mejor que yo”.

Vasco estuvo a punto de tirar la toalla, pero se puso en manos de psicólogos para canalizar la situación y pudo convivir con el ‘boom’ que representa los Juegos: “Durante el año nadie se acuerdo de ti y tenemos muchas competiciones, marcas que pasar, te juegas una beca, copas del mundo… Y llega la cita y aparece todo el mundo de golpe, que parece que hace dos días que te has puesto a marchar”. Todo el mundo, y así la recogerán las estadísticas, la recordará por su tercer puesto en Sídney. Pero si contextualizáramos, habría que hacer mención especial de Pekín 2008, Juegos que corrió infiltrada por una lesión a semanas de la competición. “Pekín fue una lección conmigo misma. Mi entrenador me decía estás para plata, solo detrás de Olga Kanískina.

Si no estuviera ella serías oro. Pues al día siguiente, en unas series de mil, me hago una distensión (una microrrotura) en el isquiotibial. Los médicos me decían que no sabía si podría competir. No sabía dónde meterme. Pues, al final, no solo me pongo en la línea de salida, sino que aguanto todo el ritmo, pese a ir con inyecciones con las que no sentía las piernas, ni la musculatura ni el dolor. Llovió lo que no estaba escrito y sufrí desde el minuto 8. Iba con la segunda y en el kilómetro 18 veo que no me responden las piernas. Entrando en el estadio me adelantó la cuarta y quedé quinta. Es muy ‘heavy, pero no se valora. Pero yo, me di una lección”.

Tras Londes, Vasco -que había renunciado a muchas cosas en el ámbito personal para centrarse en lo profesional- perdió la ilusión y decidió poner punto y final a su carrera en 2013: “Tengo la suerte de haberlo hecho cuando he querido y no por las lesiones”. Ahora, más asentada tras salir de la burbuja y la rutina de la competición, entrena en Gavà a niños de entre 9 y 12 años, es asesora y entrenadora personal e imagen de una cadena de gimnasios. Atraída por el sector de la moda y la belleza, también cuenta con formación relacionada e intentó abordar este campo más alejado del deporte. Todo en un proceso que no ha sido nada fácil: “Sales de la burbuja, tocas puertas que te habían dicho que fueras cuando quisieras, pero a la hora de la verdad no hay nadie. A parte de los estudios, ha sido como comenzar de cero pero con 38 años; y no es fácil”. III

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