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La casilla y la masia

Por Lluis M Estruch
viernes 23 de febrero de 2018, 19:43h

La reciente sentencia del Tribunal Constitucional sobre la LOMCE de Wert anula el intento de colocar una casilla para solicitar la enseñanza en castellano para el curso próximo, la LOMCE en lo esencial queda virtualmente anulada. El redicho barón de Claret, Méndez Vigo, desairado de nuevo por la independencia judicial en un momento en que esta se cuestiona por el independentismo, no resuelve el problema, lo aplaza.

Hay dos mitades, dos Cataluñas, casi en empate técnico invalidante. En la educación, escribo en minúscula es especialmente revelador, durante años la inmersión lingüística ha sido una panacea político-social que la clase político profesional ha ido “divulgando” sin el necesario análisis sobre sus efectos reales entre la población escolar, y que dos generaciones de escolares han experimentado ya con diferente intensidad.

Los informes PISA (cada 3 años) gozan de gran prestigio internacional y desde el primero en 2003 hasta el último 2016 nos prueban que Cataluña no es la primera región en excelencia educativa. Sí lo son: 1-Castilla-León, 2-Madrid, 3-Aragón, 4-Cataluña (1.769 alumnos de 52 colegios). Además, en comprensión lectora descendemos a la 7ª posición y estos son los hechos.

Hace años el primer gerente de la PISA, el catedrático de Didáctica “Ximo” Prats, explicó los maquillajes de notas, en tres sesiones parlamentarias: 1-Se ponía la nota del catalán en la del castellano; 2- Vacacionan los malos alumnos el día del examen PISA; 3- Se procura elegir una muestra de colegios con buenos resultados previos.

Hay otros trucos que se ingenian en una pequeña masía anexa a la Conselleria d’Ensenyament, allá en la Via Augusta, en este edificio de IBM comprado caro y malvendido a AXA, que lo alquila a sus ocupantes; allá en la Masía están los funcionarios que evalúan, diseñan exámenes y controlan la calidad del sistema educativo catalán son bien desconocidos y su poder real esta mermado por las directrices políticas del momento: resaltar lo bueno y disimular lo malo, como por ejemplo los malos resultados del examen PISA y en especial el déficit de comprensión lectora, tan demostrativo del problema lingüístico.

Pongamos un lugar: L’Hospitalet, la 2ª ciudad catalana en habitantes y en presupuesto municipal, recordemos que tiene barracones escolares en su mapa, sigamos por éste hasta la barriada de “Can Serra” de escasa zona verde y riesgo social, centrémonos en su predominio lingüístico castellano, en su elevado índice de fracaso escolar y elijamos un resultado en forma de un exalumno del circuito público integral, por supuesto un inmerso educativo y de ambiente obrero, y ya con 27 años acabando Políticas en la Pompeu, pagando sus estudios con trabajos precarios y ahora concejal de Cs en el consistorio de su ciudad su nombre: Jesús Martín.

Miembro de una generación que, como el salmón, río arriba, ha resistido en su derecho a elegir el idioma de referencia, aunque sea un bilingüe perfecto, como muchos jóvenes metropolitanos. Pero y ¿el inglés? Su óptica liberal a lo Stuart Mill le faculta para mantener unas diferencias de criterio con Nuria Marín su alcaldesa, partidaria del actual “statu quo” y miembro de otra generación; la rebeldía juvenil, el espíritu de contradicción frente al cálculo táctico. Lo cierto es que el tema de los derechos lingüísticos con sus efectos negativos para un importante sector de estudiantes, serán temas cada vez más desprovistos de sesgo político y de disimulos estadísticos urdidos en la masía de Via Augusta: en China, Singapur, Corea y Japón los padres tomarían las riendas con energía en el ámbito doméstico y público para exigir: CALIDAD EDUCATIVA a su hijos, profesores y políticos. Sin casilla.

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