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“Inercia gris”, relatos para ir en tránsito

“Inercia gris”, relatos para ir en tránsito

Por Joan Carles Valero
miércoles 23 de julio de 2014, 13:48h
David Aliaga, periodista y escritor de L’Hospitalet, ha publicado en Editorial Base su tercer libro, “Inercia gris”. Son trece cuentos-perlas, algunas negras, otras gris clarito, que adquieren una redondez minimalista en cuanto a los efectos que provoca en el lector.
Un ramillete de relatos cortos que son como icebergs a la deriva en medio de nuestras travesías vitales. Como decía Hemingway, en los cuentos sólo se ve una octava parte de lo que pasa. Y bajo esa historia subyace la realidad que completa cada lector, una vez ha sido sacudido por el realismo “gris” de Aliaga.

David Vidal, profesor de Periodismo Cultural que tuvo de alumno a David Aliaga en la UAB, dice en el prólogo de “Inercia gris” que el mundo de los relatos de este colaborador de EL LLOBREGAT que cada mes escribe crítica literaria en la sección “Con las manos manchadas de tinta”; se antojan los cuentos de John Cheever o Tobias Wolff. Pero tanto el crítico como el lector avezado encontrarán en los relatos de Aliaga una deuda con Raymond Carver, el escritor estadounidense adscrito al realismo sucio. El propio Aliaga reconoce que tras la lectura del relato “La distancia” del autor de “Catedral” fue cuando decidió orientar sus pasos por los renglones torcidos de la literatura. Aquella lectura, realizada en un trayecto de Metro, dejó a Aliaga “jodido todo el día” y fue entonces cuando se conjuró a que un día él también lograría sacudir las conciencias con relatos como los de Carver.

En medio de los acontecimientos que estamos viviendo a estas alturas del siglo XXI, algunos sin despegar sus pupilas de la pantalla iluminada de su “smartphone”, se antoja que transitamos una vida como la de Fabrizio del Dongo relatada por Stendhal en su famosa novela La Cartuja de Parma. Somos como aquel joven noble italiano que participó en la batalla de Waterloo, yendo de un lado para otro sin enterarse de lo que realmente estaba pasando porque nunca llegó a entrar en combate. Fabrizio, ya hombre maduro, siguió preguntándose si realmente había participado en un acontecimiento que cambió la historia de Europa. Algunos de los personajes de Aliaga, nosotros mismos, transitamos por la vida padeciendo ese mismo síndrome ante el conjunto de acontecimientos que estamos viviendo a escala social, económica y política, tanto local como global. Pero lo peor de nuestra semejanza con los personajes de “Inercia gris” es que padezcamos el síndrome de Fabrizio de nuestras propias vidas. ¿En cuántas ocasiones la masticamos, saboreándola?
Para Aliaga, la literatura sirve de mitología, una forma de explicarse las cosas esquemáticamente. El autor reconoce el aliento autobiográfico en los trece relatos, porque a través de ellos ha intentado explicarse las cosas que ha sufrido. Los porqués existenciales, no los de Mourinho. Aunque la literatura no ofrece respuestas, David Aliaga lo intenta con esas sacudidas emocionales cuya lectura dura unas paradas en el Metro o el tren, precisamente el escenario que sirve para ilustrar la portada: un solitario hombre cabizbajo en un vagón de Metro. Efectivamente, en el transporte público de la comarca hay muchas personas viajando cada día como ese personaje. Y a cada uno de esos seres solitarios que no conocemos pero con los que compartimos un trayecto, les atenaza un proceso de divorcio, la añoranza por la madre muerta, la frustración profesional o un embarazo que no se produce. Esas historias son transportadas de una punta a otra de la gran metrópoli, y Aliaga las ha retenido en “Inercia gris”, aunque en un escenario neoyorkino, para que puedan acompañarnos en nuestros trayectos cotidianos. En unos trayectos de una vida que de tan móvil se ha tornado líquida.

Joan Carles Valero||
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