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El Gordo y el Malo

Por Eva Jiménez Gómez
miércoles 21 de enero de 2015, 13:57h
Seguro que se ha enterado de que L’Hospitalet de Llobregat ha sido uno de los municipios más afortunados en el sorteo extraordinario de lotería de Navidad. Cómo no saberlo, cuando tres de cada cuatro españoles confían en un golpe de suerte para darle un giro a su vida. Lo que igual no tiene tan presente es que el 24 de mayo habrá elecciones municipales y autonómicas, salvo que Artur Mas adelante los comicios, y que los partidos ya están moviéndose en clave preelectoral.
Me pregunto qué le parece más complicado: si ganar la lotería o que triunfe un partido político que regenere el sistema. Esto último puede parecer una utopía, pero lo cierto es que pocas veces hemos estado tan cerca de acabar con el bipartidismo PP-PSOE. Tan cerca que todo el mundo ha comenzado a tomar decisiones para ocupar un lugar en el Olimpo de los poderosos.

Hay medidas tan descaradas que resultan indignantes. Por ejemplo, a nivel autonómico, que este año se recupere la paga extraordinaria de los funcionarios cuando todavía no se sabe de dónde saldrán los 600 millones de euros; o que se baje el precio de la tarjeta de transporte T-10, justo cuando empieza a mejorar la situación económica. Y luego acusan a Podemos de populismo.

Otras decisiones son más sutiles, como la salida del gobierno local del concejal de Esquerra Unida i Alternativa, Alfonso Salmerón. Porque la alcaldesa, Núria Marín, está imputada por presunto cobro de sobresueldos en la Federación de Municipios de Catalunya, ha explicado el exedil. ¿Y por qué no, también, porque saben que el poder desgasta y que ahora conviene aproximarse a los valores emergentes que representa Podemos? “Y es que en estos momentos son importantes los gestos de coherencia política”. Ahora y antes, señor Salmerón.

Echar la lotería es francamente fácil. Basta con disponer de algo de dinero, acercarse a una administración y comprar el número que responda a nuestra corazonada. Echar el voto resulta, sin duda, mucho más complicado. Uno tiene que seguir la actualidad, examinar sus valores y contrastarlos con la oferta existente, comparar las palabras con los hechos… ¡Menudo engorro esto de la democracia, oiga!

Cierto y, sin embargo, necesario. No podemos dejar que nuestro futuro quede en manos del azar, como si se tratara de un sorteo en el que nuestra intervención está vetada. Todo lo contrario. No participar en el juego de la democracia equivale a dejar que sean otros los que decidan por nosotros. En el primer caso, podemos lamentarnos de que nuestro número no haya salido en el bombo. En el segundo, ni se nos ocurra quejarnos cuando, al conocer el recuento de los votos en las urnas, descubramos que han vuelto a ganar los de siempre, lo que prometieron A e hicieron B, los que maldecían la corrupción en abstracto y reclamaban medidas sólo cuando esta campaba en las filas ajenas… Entonces, lloremos porque no nos haya tocado el Gordo, pero asumamos que nosotros somos los únicos responsables de que triunfe el partido equivocado, el Malo. III

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