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La igualdad de género pasa por las tareas domésticas

Por Beatriz Fontseré
miércoles 18 de marzo de 2015, 01:07h
Ana se ha levantado a las 6 de la mañana durante cuarenta años. Siempre fue la primera en comenzar la jornada porque antes de que sus hijos y su marido se levantaran, ella quería tener el pan comprado recién hecho y un zumo de naranja exprimido para cada uno de sus ‘cuatro hombres’.
Ana es el reflejo de una parte de la sociedad femenina que considera que, por el hecho de haber nacido mujer, todas las tareas domésticas recaen en ella.

Los micromachismos
Nacida en Andalucía, desde hace casi cincuenta años vive en un barrio humilde de Cornellà de Llobregat. Se casó con 21 años y a los 22, ya tenía el primero de sus tres hijos. El segundo llegó con sus 27 y el tercero, un accidente de la vida, a los 39. Desde hace seis años es viuda y después de este episodio doloroso de su vida, cambió su forma de pensar. “Yo siempre he vivido para mi marido y mis hijos, y ahora me doy cuenta de que yo también cuento y que también me merezco descansar, así que si algún día no me apetece limpiar, pues dejo la casa sin barrer y ya está”.

Sin embargo, Ana está educada para cuidar, limpiar, cocinar y planchar. Si uno de sus hijos llega con una camisa arrugada, es imposible que ella no se ofrezca para plancharla. Tiene la manía de cocinar para tres familias, de manera que si, por ejemplo, prepara canelones, de su bandeja pueden comer su hijo y su nuera, además de sus dos nietas. “Lo que peor llevaba era cuando mi marido venía de la caza, lleno de barro hasta los tobillos y entraba por casa con las botas puestas y dejando rastros de mierda por el pasillo después de yo haber estado limpiando la casa durante cuatro horas… Pero también eran otros tiempos y me callaba, cogía nuevamente el trapo y tenía que volver a fregar toda la casa…”.

Entre semana, además de levantarse la primera, era la responsable de preparar el desayuno para todos y de hacer las tres camas. “Ni mi marido ni mis hijos han hecho nunca la cama en mi casa. Yo nunca he querido que lo hicieran porque para eso estaba yo”. Antes de irse a trabajar planchando en diversas casas de gente acomodada de Barcelona, ella pasaba la escoba, la moca y dejaba tendida una lavadora para, a la noche, recogerla del tendedero. Su jornada acababa sobre las 12, cuando sus hijos estaban acostados, toda la cocina recogida y la ropa tendida por la mañana, ya planchada. “Mi marido muchas veces me esperaba en el sofá y claro, como él estaba descansado, luego quería marcha en la cama y yo no estaba para nada…. Pero mi madre me enseñó que una mujer casada nunca le puede decir que no a un marido en esas cosas, porque si no, se van con otras… así que yo siempre estuve para él”. Cuando alguna vez se puso enferma y sus hijos o su marido se ofrecían para ayudarla, ella lo rechazaba. “Es que prefería cocinar yo aunque tuviera 40 de fiebre a ver lo mal que lo hacían ellos…”.

Igualdad cotidiana
Alicia es un caso totalmente opuesto. Mucho más joven que ella, esta vecina de Sant Just Desvern de 30 años, casada y con un bebé de siete meses, cuenta con todo el apoyo de su pareja. “La verdad es que si no fuera por Carlos, no sé cómo podría conciliar mi vida laboral con la familiar”. En su día a día, los horarios laborales se combinan con las tareas domésticas, de manera que el que primero llega es el que se encarga de preparar la comida, de tender o de quitar el polvo. “Los dos tenemos claro que somos iguales en casa y si uno ha estado muchas horas fuera de casa un día, el otro procura tenerlo todo listo para cuando llegue y así disfrutar del descanso los tres juntos”.

Lamentablemente, el caso de Alicia y Carlos es aún hoy en día poco habitual. El 8 de marzo se ha celebrado el Día Internacional de Mujer –trabajadora-, y muchas de las reclamaciones estaban centradas en la igualdad salarial o en el derecho al aborto libre. Temas importantes pero que se escapan de buena parte de la sociedad femenina del Llobregat. La igualdad de género pasa por nuestra vida cotidiana y en ella, la decisión de quién pasa la escoba es en algunas parejas un Estado de Excepción. III

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