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Agus Morales: “Falta crónica y sobra opinión en el periodismo de hoy”

Francisco J. Rodríguez | Viernes 07 de junio de 2019
Periodista inquieto y pratense, Agus Morales puede presumir desde hace unas semanas de haber ganado un premio Ortega y Gasset, que entrega El País, por un reportaje sobre un voluntario y activista tunecino que se dedica a dar sepultura digna a los cuerpos de migrantes que intentaron alcanzar el sueño europeo y que acabaron su travesía en las costas de la antigua Cartago, 'Los muertos que me habitan'.

Reivindica la naturalidad y humanidad a la hora de aproximarse a las personas que han vivido este tipo de tragedias. Lo cuenta en 5W, una publicación que dirige y que publica una revista al año con reportajes realizados con mimo, cuidando el lenguaje y la fotografía. “El papel tiene sentido, pero has de darle valor”. Y es que la revista parece más un libro. “Jugamos con la frontera entre el libro y la revista; hay que romper con las fronteras preestablecidas”. Toda una declaración de intenciones.

Empezaste cubriendo la actualidad de El Prat en el periódico Delta y acabaste explicando la muerte de Bin Laden y la crisis del Ébola. ¿Qué diferencia hay?
Muchas. Pero en su esencia la labor periodística es la misma. Es igual cubrir un Pleno en El Prat que la muerte de Osama Bin Laden, la esencia es la misma.

Hay que decir que algunos plenos son auténticas zonas de guerra...
Tenemos una idea romántica de determinadas profesiones, incluso vertientes, como en este caso, del periodismo, y no sé si están justificadas.

¿A qué te refieres?
Pues que la labor es la misma. Hay buenos y malos profesionales haciendo ambas cosas, periodismo internacional o local. La esencia del periodismo es tener una mirada sobre el mundo, una ciudad, una persona...

Un ayuntamiento...
El periodismo local tiene mucha importancia, porque tiene incidencia directa en la vida política y cotidiana de las personas. Sí que es cierto que el periodismo internacional actúa en otro nivel, pero también contribuye a que tengamos una mirada sobre el mundo.

¿Qué echas de menos del periodismo local?
Sobre todo la cercanía, la proximidad, la capacidad de poder investigar un tema, y la relación más íntima con el territorio. Escribir sobre El Prat era muy bonito.

Y complejo, porque aquellos sobre los que escribes te los puedes encontrar más tarde comprando el pan...
Martín Caparrós dice que la crónica más difícil que hay es la de la manzana de tu casa. El periodismo local tiene muchas presiones. No digo que un corresponsal no las tenga, ya que a veces arriesga su vida, pero en el periodismo local tienes más cerca a la gente que puede presionarte en un sentido o en otro.

De hecho, siempre reivindicas la labor de los periodistas locales en países en conflicto.
A menudo tenemos la imagen del hombre blanco corresponsal que se va a otro país a contar cómo son las cosas, aunque con los datos en la mano la mayoría de los periodistas que mueren en zonas de conflicto son mexicanos en México, paquistanís en Paquistán, afganos en Afganistán...

En el ojo del huracán.
Y en muchas ocasiones hacen el grueso de la tarea periodística. A menudo los periodistas extranjeros contactan con los de allí, los llamados fixers, que hacen una parte importante del trabajo, generalmente sin que su labor se reivindique o reciban reconocimientos. Yo tengo billete de ida y vuelta, pero la gente que está en estos lugares trabajando, no. Esto es importante que lo sepa el público.

El 'Ortega y Gasset'
Has hablado de premios, y hace poco recibiste el Ortega y Gasset por el reportaje 'Los muertos que me habitan', que se publicó en la revista que diriges, 5W.
Fue una sorpresa. Creo que este galardón intenta reivindicar una forma de trabajar que tiene que ver con el periodismo narrativo, quizá abandonado en algunos sectores. Un periodismo hecho con mimo y con cuidado por el lenguaje, pegado a la historia humana. Eso hace que brille más el contexto. Hay varias generaciones de periodistas, la mayoría freelance, que trabajan en diversas partes del mundo sin el apoyo de grandes medios y que hacen un trabajo fantástico en este sentido.

Háblame de ese “sentimiento de culpa” que sueles poner de manifiesto tras llevar a cabo tu trabajo.
En muchos casos yo nunca me he podido desprender de ese sentimiento de culpabilidad. Los periodistas somos ladrones de historias: al final lo que hacemos es periodismo extractivo. Pero hay historias que hay que contarlas, por lo que creo que somos ladrones necesarios. Por eso, creo que no es baladí pensar cómo hacer eso de la forma más humana posible.

Ponme un ejemplo.
Ya no me refiero a lo que escribes, sino también en cómo tú hablas con las personas que forman parte de la historia. La materia prima del periodismo son las personas.

Y es por eso que el trato es importante.
Y si hay más tiempo para compartir con esa persona va a ser mejor, mucho más real. Aunque a veces no se puede, no seamos hipócritas; pero hay que luchar por eso. Lo del sentimiento de culpabilidad que comentabas me sucede instintivamente, y creo que es bueno que tengamos esa señal de alarma.

¿Has vuelto a contactar con Chamsedinne, el protagonista tunecino de 'Los muertos que me habitan'?
Sí. Vamos hablando. Él es una persona muy ocupada y de repente te escribe o no te escribe. Tiene sus tempos.

Has hablado de la importancia que tiene saberse dirigir a las personas. En el caso de Chamsedinne, ¿cómo fue?
Es una historia que se ha contado muchas veces y una persona fácilmente localizable. En este caso no era tanto llegar antes, sino llegar bien. A las personas las has de abordar con la máxima naturalidad, y en su caso fue muy fácil.

¿Siempre es así?
No. En su caso, la semana que estuvimos con él, es que era todo el día con él, íbamos a todos lados... Eso genera complicidad y hace que tú puedas entender mejor su forma de pensar, de sentir, y eso luego se ve reflejado en la crónica. Lo que necesitamos a veces es dar más tiempo a las historias.

En su caso ha ayudado que fuera conocido, pero imagino que en otros la cosa se complica, ¿no?
Él es una persona interesante que enseguida está dispuesta y acostumbrada a hablar. Yo si viniera de una guerra no hablaría con un periodista. ¿Qué voy a ganar? Muy poco. Pues muchas personas sí que lo hacen. A veces, eso sí, no están cómodas, aunque no te lo digan. Y creo que es responsabilidad del periodista estar alerta y, si detecta eso, decirles que no pasa nada y dejarlo estar.

Los refugiados
En tu último libro, No somos refugiados, defiendes que es necesario “deconstruir” este término y pasar a narrar la trayectoria vital de estas personas.
Lo más fácil, y yo lo he hecho, mea culpa, es contar el momento traumático de su vida, que es importante y hay que explicarlo. Pero al final la persona queda reducida a la herida, que es lo que comento en el libro. Eso deshumaniza y cosifica a las personas refugiadas y hace que el lector pueda caer en el paternalismo.

Lo saca de contexto.
Y el mejor aliado para evitar esto es el tiempo; estar con ella para poder conocer todas sus facetas, qué es lo que le pasó y muchas otras cosas. Esos pequeños detalles son los que hacen las grandes crónicas. Eso es lo que intentamos reivindicar en la revista. Falta crónica y sobra opinión en el periodismo de hoy.

Periodismo con cariño
Lleváis cuatro años con el proyecto de 5W. Podemos decir que se ha consolidado. ¿Cuáles son vuestras perspectivas?
Si hace cuatro años me dicen que estaríamos aquí, no me lo hubiera creído. Estamos muy contentos por el trabajo que hacemos, tenemos más de 2.800 subscriptores y es un proyecto sólido.

Para acabar, me gustaría preguntarte sobre el papel de los municipios en la llamada crisis de los refugiados.
Las grandes y pequeñas ciudades son uno de los escenarios más importantes para las personas refugiadas. La mayoría viven en ciudades, y no en campos. Deberían tener más recursos y margen de maniobra para acoger. Me consta que hay ayuntamientos que promueven la acogida, además de la sociedad civil, que se moviliza para reclamarla.