Juan C Valero

Combatir la soledad en la era de las multitudes

Joan Carles Valero | Viernes 07 de febrero de 2020
L’Hospitalet va a ser este mes, durante la celebración del Mobile World Congress, una zona neutral en la guerra que libran EEUU y China por el control de la tecnología 5G que va a transformar todavía más el mundo. Una posición geoestratégica que apuntala la gran oportunidad de convertir nuestro territorio metropolitano en una especie de Davos digital para lograr la plena humanización de la tecnología. Una humanización que Cornellà ya explora, por ejemplo, en identificar y combatir la solitud. Una soledad y aislamiento social que no se limita a los más mayores y que muchos jóvenes también padecen.

Vivimos en una nueva lógica de acumulación, nuevos mecanismos de mercado, donde la intimidad queda abolida. Ahora está en boga la “extimidad”, una vida sin privacidad porque ése ha sido el precio a pagar por unos servicios digitales “gratis”. Así piensa Shoshana Zuboff, la economista que ha acuñado el concepto de capitalismo de vigilancia. Otro economista español, el catedrático Enrique Muñoz, lo denomina argocapitalismo, en el que se espera que cedamos nuestra autoridad, relajarnos de nuestras preocupaciones, seguir la corriente y someternos a una inteligencia superior. Si el capitalismo industrial ha destruido el planeta, el argocapitalismo o capitalismo de vigilancia, que acumula y explota nuestros datos, está destruyendo la naturaleza humana porque los algoritmos son capaces de anticipar nuestros deseos y emociones.

Algunos tecnólogos del MIT, como Zuboff, apelan a los ciudadanos, periodistas, académicos y cargos electos indignados, pero especialmente a los jóvenes, a decir: ¡Basta ya de regalar a las multinacionales digitales nuestros datos! Nosotros también podemos ser los protagonistas de acontecimientos grandes y hermosos que reclamen el futuro digital como el hogar de la humanidad. Una humanidad que debemos recuperar en el mundo de las multitudes, tanto urbanas como de las redes sociales.

Eliminar las redes sociales
Tecnólogos como Jaron Lanier, alegan diez razones para eliminar tus redes sociales ahora mismo: porque estás perdiendo tu libre albedrío; porque renunciar a ellas es la manera más precisa de oponerse a la locura de nuestros tiempos; porque te están convirtiendo en un capullo, están debilitando la verdad, están haciendo que lo que dices no importe, están destruyendo tu capacidad de empatía, te están haciendo infeliz, no quieren que tengas dignidad económica, están haciendo que la política sea imposible y porque, en definitiva, odian tu alma. Los dueños de las redes sociales solo quieren que las utilices de forma intensiva para regalarles tus datos.

Tenemos que cambiar el modelo actual del capitalismo de vigilancia que acumula todo sobre nosotros para que la economía se basa solo en manipular personas. Debemos establecer algún mecanismo que permita regular, evitar la concentración de poder alrededor de quienes controlan los equipos de computación más poderosos, porque internet, tal y como lo conocemos hoy, se basa en la manipulación y la modificación de las conductas sobre la base de las emociones.

Capital del humanismo tecnológico
Y en esta tesitura, siendo l’Hospitalet sede del Mobile World Congress, el área metropolitana barcelonesa aspira a convertirse en un foro global donde se estudien y se ensayen los derechos de la ciudadanía en cuestiones sobre la privacidad de datos, los límites a las grandes corporaciones tecnológicas, la robótica, la computación cuántica o el desarrollo de la inteligencia artificial. El ecosistema digital, político, económico y cultural de nuestra metrópoli, y la neutralidad tecnológica europea, supone una oportunidad para hacer posible que Barcelona se convierta en la capital global del humanismo tecnológico.

Un humanismo que en Cornellà se ha convertido en el epicentro del actual mandato municipal, según ha explicado su alcalde, Antoni Balmón. Un humanismo centrado en combatir el problema social y de salud pública que comporta la soledad. Además de afectar el bienestar psicológico de las personas, la solitud se asocia con niveles de salud más bajos y un riesgo más elevado de mortalidad. De ahí que además de “naturalizar” la ciudad, Balmón apueste ahora por hacerla más humana, con medidas a favor del silencio urbano y la identificación de la solitud entre mayores y jóvenes.

En opinión del alcalde, “la sociedad causa cosas muy positivas y también negativas que nadie identifica”. Dentro de las posibilidades de Cornellà, “queremos hablar de esto a través de un proyecto que identifique los vecinos que padecen la soledad y cómo poder actuar a favor de la gente que se siente sola”. Un colectivo que no solo es de gente mayor, ya que Balmón habla de “recuperar actividades destinadas a la gente joven, a orientarla en todos los sentidos ante las dificultades para poder hablar, encontrar un espacio de reflexión y de contraste para mejorar su situación en un periodo de sus vidas en el que se encuentran en un cruce y no saben adónde dirigirse”.

Soledad emocional, peor que la física
Tanto la dimensión subjetiva de la soledad (sentirse solo) como la exclusión de las relaciones sociales (aislamiento social), que se agrava con la presencia de tecnología, son circunstancias que afectan a numerosas personas adultas y, sobre todo, a los hombres mayores de 65 años, hasta el punto de que la combinación de la soledad emocional y el riesgo de aislamiento social (falta de amigos) afecta al 43,6% de la población mayor, según un estudio de “la Caixa”.

Pero la soledad emocional también medra entre los jóvenes que, por ejemplo, no obtienen likes a sus vidas. A pesar de seguir a montones de personas, estos jóvenes viven aislados, perdidos en el proceloso océano de las redes sociales. Ante ambas situaciones, la de los mayores como la de los jóvenes desorientados, hay que desplegar prevención e intervención para evitar las consecuencias negativas, que van más allá del ámbito psicológico y tienen también implicaciones sociales y de salud pública.
Hay gente que viviendo sola no siente la solitud, pero viven peor quienes estando acompañados se sienten solos.