L’Hospitalet

El coronavirus siempre mata dos veces

Xavier Adell | Viernes 07 de mayo de 2021
María José Gil, coprotagonista de dos reportajes de El Llobregat sobre el drama de los autónomos arruinados por el covid-19 ,fallece a los 56 años. El ccierre definitivo de su negocio debido al SARS-CoV-2 provocó graves secuelas en su salud que aceleraron una larga enfermedad.

No llegué a conocerla personalmente, el hermético confinamiento domiciliario de abril de 2020 me lo impidió. Pero eso no fue impedimento para que María José Gil, una empresaria de L’Hospitalet, se convirtiera en una de las tres protagonistas del primer reportaje que escribí como director de El Llobregat y que se publicó en la edición de ese mismo mes de mayo con el titular de “La facturación cero: el drama de tres autónomas que temen bajar persianas”. La fundadora de la compañía de cátering para empresas Silver Cátering, del barrio de Collblanc, me atendió telefónicamente y me impactó porque intuyó con acierto que las restricciones por el coronavirus iban para largo (todavía duran) y que muchos negocios iban a acabar “tirados en la cuneta”, entre los que tenía meridianamente claro que iba a estar el suyo.

El tiempo acabó dándole tristemente la razón. Silver Catering no volvió a subir la persiana nunca más. La bofetada económica del cierre le minó gravemente la salud, física y psicológica. Muchísimo. Desde hacía unos años, María José sufría un cáncer, aunque se había acostumbrado a combatirlo con uñas y dientes, tanto que parecía inmune, siempre al pie del cañón, como si fuera de acero.

Pero la desesperación, la angustia y el abatimiento que le endosó la crisis del SARS-CoV-2 pudo más que ella. Y se vino abajo. Dejó de luchar. A finales de marzo volví a contactar con ella para un segundo reportaje, que se publicó en la edición de abril de El Llobregat como “En el apocalipsis de los autónomos”, en el que las mismas protagonistas del drama de la facturación cero hicieron balance del primer año bajo el yugo de la pandemia. Me explicó que Silver Cátering había cerrado y que llevaba meses pasándolo fatal. “No me encuentro muy bien”, fue lo último que me escribió por WhatsApp. Y se hizo el silencio.

Poquísimos días después, en Jueves Santo, María José Gil falleció. Solo tenía 56 años. Ni siquiera pudo ver publicado el segundo reportaje. En su certificado de defunción no consta el covid-19 como causa de su muerte pero en realidad sí la mató. Y no una, si no dos veces. La primera, cuando le cerró Silver Cátering, la niña de sus ojos, y la segunda, cuando se alió con el tumor para finiquitarla.

Quienes la conocían aseguran que “su energía y su sonrisa eran contagiosas” pero que en los últimos meses se le borraron, porque “sufrió mucho”. Sirvan estas líneas como homenaje a todo lo que representa: la lucha y el suplicio de tantas personas anónimas, como ella, a las que el coronovirus les ha quitado todo: familiares, ahorros, salud, vivienda, negocios... la esperanza... Hasta la vida.

Desde 1949
El abuelo de María José, Silverio Gil (conocido cariñosamente entre los suyos como Silver), empezó como dependiente en el mercado de Collblanc en 1932 -el mismo año de su inauguración- y en 1949 abrió en él una charcutería propia con su esposa. Desde entonces, su hijo y después sus nietos han mantenido a flote el negocio familiar. Hace unos años, María José, que mantenía intacta la esencia de su abuelo Silver, amplió horizontes con un servicio de catering para empresas (al que puso su nombre) y sus reconocidas catas de jamón, de las mejores de Barcelona.