Opinió

Efectos paralelos

Lluis M Estruch | Viernes 03 de diciembre de 2021

La historia bíblica de Ruth, la espigadora de los campos de Booz, tiene final feliz. La práctica del espigueo ha tenido mucho arraigo en el agro español, cronistas lo describen como habitual, con mujeres y niños, hasta los años 1940-50 en la España seca, ahora vacía.



El famoso cuadro “Las espigadoras” de Millet, dio pie al film “Los espigadores y la espigadora” de la cineasta Àgnes Varda, donde los necesitados recogen sobrantes agrarios y desechos de las basuras que para ellos tienen valor. Desde la India a Europa se consiente esta práctica, que requiere el permiso del amo. En España hay un 23% de pobres, en Catalunya un 26,3% tras el Covid. Son cifras alarmantes, porque van al alza sin corrección. Ante eso tres mujeres crearon los “Espigoladors” en 2014, que recogen el sobrante agrario; operan en el Delta y tienen local en el Prat donde cocinan lo recolectado. Esta ONG fue premiada por nuestra revista (2019) por su labor activa en favor de la carencia alimentaria de los desfavorecidos. Ellos son llamados por los payeses y proceden a recolectar hortalizas o frutos que, por diversas causas, no procede recolectar. Su capacidad de movilización es notable y pueden alcanzar rápido los 200 voluntarios en sus tareas.

Y es ahí, entre acelgas, donde encontramos a Irene Casals, que dirige un grupo en Sant Boi, donde los 0,20 €/Kg ya no resultan rentables a un payés que se diversifica al cáñamo industrial; los aumentos de costes y bajos precios, les llevan a muchos al abandono. Cerca de los espigadores, un especialista en el monocultivo de acelgas y con suministro diario a Mercabarna, confirma que desde hace 5 años los precios bajan. Los boletines de precios de Mercabarna lo remachan. Muchos cultivos rozan en sus rendimientos los precios de coste. El Parc Agrari está a 1 kilómetro de Mercabarna. Aun así, las llamadas a los “Espigoladors” son frecuentes dada la baja rentabilidad. A la pobreza de las clases medias urbanas, deberemos sumar la ruina de sus payeses, con un 20% de tierras abandonadas, y el valor de 48.000 euros de la hectárea agraria sigue bajando.

La edad, el desgaste físico, las ZEPAS, la falta de relevo inducida por los precios bajos, conduce al abandono o a arrendamientos de cebada, alfalfa y tal vez al cáñamo, quinoa o plantas exóticas. ¿Quedará algo para espigar dentro de unos años? ¿Quién lo sabe?