Opinió

Últimos días en Berlín

José A. Garrido.

Domingo 06 de marzo de 2022

Cuando se falla el Premio Planeta, normalmente, acostumbro a leer en primer lugar la obra que ha quedado finalista. Y así ha sido desde 1988 (“EL TRIÁNGULO. Alumna de la libertad”, de Ricardo de la Cierva y de Hoces, finalista.”



“Filomeno a mi pesar”, de Gonzalo Torrente Ballester, ganadora). Mi modesta biblioteca acoge, desde entonces, las obras galardonadas en cada convocatoria.

Lo de leer primero la finalista obedece a un criterio no siempre compartido cuando lo explico. Es obvio que la ganadora tiene sobre sí todos los focos mediáticos y publicitarios y, en consecuencia, la mayor parte de los potenciales lectores recuerda, aún pasado un tiempo, el título y el autor o autora que consigue el primer premio. Lo que no es tan frecuente es recordar, pasado ese mismo tiempo, el título y autor o autora de la obra finalista. Hagan la prueba y es probable que se confirme tal aseveración.

Como siento una profunda admiración por quiénes se dedican a enriquecer nuestro espíritu con sus creaciones literarias, encuentro de justicia dar preferencia en la lectura a la finalista puesto que la ganadora se lleva la mayor parte de los oropeles. Manías de lector empedernido…

Entrando en materia, el jurado de los premios Planeta ha fallado que la obra finalista en 2021 ha sido “Últimos días en Berlín”, de Paloma Sánchez Garnica. Vaya mi aplauso para dicho jurado puesto que, habiendo ya leído la ganadora, La Bestia, de Carmen Mola (espero tener ocasión de escribir algunos apuntes sobre el libro y la polémica suscitada en torno a la autoría) si yo tuviese el privilegio de decidir sobre el orden de los premios…tendría muchísimas dudas sobre a cuál de las dos correspondería el primer premio.

Últimos días en Berlín es una novela perturbadora. Tal es la impresión que en mí ha causado la lectura de las 636 páginas de esta primera edición.

Dediqué un fin de semana a sumergirme en la historia que expone Paloma Sánchez Garnica y he de confesar que las lógicas pausas del proceso lector no estaban, sólo, programadas por el transcurrir del tiempo y la conllevancia con las actividades propias de un sábado-domingo, sino con la frecuente necesidad de procesar, digerir y absorber la inquietud y congoja que, en muchos pasajes, me provocaban los acontecimientos relatados.

Al protagonista de la novela, Yuri Santacruz, la autora lo convierte en el hilo conductor de un drama de magnas proporciones que transcurre desde la apacible existencia dentro de una familia acomodada en la Rusia Imperial de inicios del siglo XX, pasando por el vuelco que produjo la revolución bolchevique de octubre de 1917 en la vida de millones de rusos y, de manera especial, en los que como la familia Santacruz fueron objeto de persecución y exterminio por los revolucionarios.

La desesperada fuga del país en busca de una incierta supervivencia supone para los Santacruz un desgarro profundo provocado por la traumática e involuntaria separación de los componentes de la familia en su huida hacia Berlín, punto de paso en el viaje que posteriormente habría de llevar a la desgajada familia a España, país de origen del patriarca de los Santacruz.

Ya joven adulto, Yuri se traslada a Berlín en 1933 como colaborador del secretario de comunicación de la embajada de España. Y aquí, en Berlín, es testigo del auge del nazismo y de cómo la locura de Adolf Hitler condujo a Alemania a una guerra mundial que, en las historias cruzadas de los personajes que rodean a Santacruz, hace que afloren lo peor, y también lo más noble, de la condición humana. Situaciones que llevan al límite a los protagonistas y provocan que las emociones y los sentimientos de frustración e impotencia se apoderen de sus vidas…y también del lector que escribe esta reseña.

Paloma Sánchez Garnica nos ha regalado una obra con una trama muy bien construida, documentada con rigor y trufada de momentos inolvidables por su profundidad dramática.