Lluis Mª Estruch

El Emboscado

Lluis M Estruch | Domingo 14 de enero de 2024
Sé de personas que abrazan árboles y obtienen alivio; sé de observantes de dietas veganas y vegetarianas; del mascotismo acendrado con codicilos que aseguran ventajas a canes y gatos; e incluso de complejos procesos de divorcio con animales de por medio; pero yo no ignoro y sí lamento los ataques a obras de arte en “protesta” por el consumo de combustibles fósiles.

Y las “santificaciones” de gurús o “influencers” del tipo Greta Thunberg y otros que pontifican sobre el medio-ambiente desde su atrevida ignorancia. Y como muchos, adopto el “emboscamiento” jüngeriano y la huida del trasiego urbano en mi querido bosque de Gélida. Y es desde allí con amigos; cuando tomo una prudente distancia, para ponderar la confusa pugna por renaturalizar el “Parc Agrari”, una sólida muestra de la agricultura periurbana de nuestra comarca deltaica.

Una larga lucha que arranca de la ampliación última del aeropuerto de El Prat y de un mal gestionado plan de compensaciones naturalistas. Grupos reducidos de autoproclamados ecologistas bloquean ahora el proyecto de modernización del desbordado aeropuerto de El Prat y lo más grave aún, propugnan la total reconversión del suelo agrícola adyacente en zona ZEPA: la práctica totalidad del “Parc Agrari”, afectando así el medio de vida de centenares de agricultores, que son en su inmensa mayoría arrendatarios o pequeños propietarios que se ganan la vida desde el 1900; cuando el malsano y palúdico pantanal fluvial, se saneó y humanizó su paisaje, hasta con la construcción de canales y pozos.

No se habla hasta ahora de compensaciones económicas del tipo del Parque Doñana (100.000 euros por hectárea abandonada de fresales) pero sí se pretende en el Delta la coexistencia imposible de una agricultura arcaica con la hiperprotección aviar. Y así mediante “estancamientos acuáticos“ y forzadas intervenciones retornar a su aspecto primigenio grandes superficies de suelos cultivados. Esta intención es discutida y hasta rebatida por expertos y científicos con matices y atinadas observaciones -Sargatal, Lascurain, Marull…-. Pero cuando se produce un punto de no retorno, es cuando la Gencat, vía Agricultura, pretende forzar un consenso a favor de su proyecto de ZEPA con los representantes sindicales y patronales agrarios, a pesar de su reciente derrota parlamentaria y sobre todo por ahorrarse el desprestigio y la multa de 200 millones de euros de la UE por incumplir acuerdos pasados. De no pagarla sería descontada de asignaciones futuras de los Fondos FEDER.

No tiene nada de extraño que hace una semana, en una fría mañana, una veintena de ecologistas, concentrados ante la Conselleria de Agricultura, abucheara e hiciera imposible el diálogo entre partes: el del condecorado veterano activista agrario, Lluís Parés, con los presentes, a los que pretendía entregar los puntos de vista de la Unió de Pagesos.

Los “payeses” son considerados ya “daños colaterales” en el deseo ecologista de una extensa ZEPA, y así el insulto de “agronazis” es para los que practican aún el cultivo sostenible. Si se espera una “foto” para el acuerdo final, entre todos los afectados, difícil será con este ambiente. III

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