Una feria como tantas otras… Música de fondo y el ruido de las atracciones haciéndose notar. Niños pidiendo más y padres con ganas de volver a casa. Ese clásico grito: “¡Que me lo quitan de las manos!”.Y un olor a fritanga que no es nuevo, pero te recuerda que ya no tienes 6 años y que, esta vez, el bocata que estás a punto de comprar lo vas a tener que pagar tú. Esa feria, la de Bellvitge, que como tantas otras nos recuerda a la niñez y a lo que un día fuimos. Una feria que dibuja una imagen atemporal y que, en efecto, no tiene nada nuevo que enseñar. No le hace falta. Porque, tal vez, esa sea justo la magia que tienen las ferias de barrio: su cotidianidad, su constante invariabilidad.
Son un refugio al que acudir cuando el cansancio tecnológico nos envuelve. Un pequeño cobijo que permite huir de la arrogancia de lo novedoso. Un espacio que recupera la autenticidad propia de la infancia y nos invita a dejar atrás la pretenciosidad cultural. Un lugar, además, que nos enseña que, más allá de Tailandia, Nueva York o París, el barrio también merece ser redescubierto. Y es que a veces una vuelta por las calles de siempre es justo lo que necesitamos.
Quizá sea ese sentimiento de hogar lo que nos invita a volver a ellas año tras año. Bellvitge, que hoy cuenta con 30.000 habitantes y es uno de los barrios más tupidos de L’Hospitalet, reúne a todos sus vecinos en cada una de sus celebraciones. En esta ocasión, las fiestas conmemoraban su 60º aniversario. Fue un día grande. Como en ediciones anteriores, Dani Flaco fue el encargado de poner a bailar a los vecinos de toda la vida el pasado sábado 13 de septiembre. El artista que cada año vuelve a su barrio natal para cantar y que sintoniza con el día a día del lugar. “Unos chavales han visto el letrero gigante: Dani Flaco – 60 aniversario de Bellvitge. Y han dicho: ni puta idea de quién es”, comentó el cantante entre risas.
Dani Flaco iluminó la noche de un sábado de feria. En un concierto en el que no se vio ningún móvil grabando, solo gente de Bellvitge disfrutando de las letras y música de uno de los suyos. La mayoría de los asistentes: jubilados, baby-boomers y sus hijos y nietos. Todos escuchando a Flaco, que también contaba con sus padres entre el público. Se reservó una canción para el final: Llegó la primavera. Un relato que abraza el espíritu nostálgico de las fiestas, el del paso del tiempo, de los recuerdos enterrados entre las calles de L’Hospitalet y de las miles de historias que han construido Bellvitge. Pero aún quedaba la guinda final de ese sábado de celebración.
Dani Flaco aún no había recogido, cuando se veían ya pasar grupos de adolescentes, preparados para su propia feria: la del botellón. Mientras los jóvenes se organizaban para el inicio de su noche, los más mayores esperaban el fin de la suya en la plaza del Mercado. Antes de acabar, Flaco, lo anunció: “¡No se muevan de la plaza que, después del concierto, el ayuntamiento reproducirá un video mapping conmemorativo por los 60 años!”. Entre los asistentes, mientras tanto, algún murmullo dejaba escapar un “¿Como que un mapping?”
Y allí estábamos, en medio de la plaza, mientras los vecinos de más edad aguardaban su momento, a punto de visionar un vídeo que pretendía conmemorar a su generación y la infatigable lucha por el barrio de Bellvitge durante un sexenio.
La sorpresa llegó cuando, al comenzar la proyección audiovisual, esa generación analógica descubrió que el video mapping no era más que una sucesión de ilustraciones generadas por inteligencia artificial (IA). Si girabas la cabeza para mirar hacia atrás, se veían filas y filas de vecinos con gesto incrédulo y algunos el ceño fruncido. Muchos recordaban con nitidez lo que fue la construcción de su barrio, un proceso que vivieron en primera persona y que está documentado. Sin embargo, el video de celebración reducía décadas de lucha vecinal a tres minutos de animaciones. Ninguna entrevista, ninguna voz reconocible, ninguna historia de barrio. Qué golpe.
Bellvitge, que fue levantado por migrantes procedentes de todos los puntos de España, y que hoy sigue acogiendo los flujos migratorios de la última hornada, no se reconoció en aquel video. Un barrio hecho a sí mismo. Ocurre que, después de 60 años, las nuevas generaciones (e incluso los emigrantes) parecen vivir ajenos a aquellas décadas trepidantes e intensas. De hecho, en la plaza central de Bellvitge solo resistían los más viejos del lugar cuando acabó la fiesta. Fueron los pioneros analógicos quienes levantaron el barrio con sus manos y como premio solo les quedaba mirar atónitos una pantalla en la que no se reconocían. La IA aún no puede expresar los “aires de gente de barrio que la calle acaricia”, como reza la letra de Dani Flaco en el hit de la noche: Llegó la primavera... III