Opinió

El retorno de la prensa cercana y de interés

Joan Carles Valero | Miércoles 23 de julio de 2014

EL LLOBREGAT crea un Taller de Periodismo Metropolitano para recuperar el reporterismo a pie de calle y comprometido con los lectores frente a los abusos del poder



Recuperar la confianza que el periodismo ha perdido en las últimas décadas depende en buena medida de los propios periodistas. Hacer periodismo comprometido, sobre todo con los que padecen injusticias, resulta ahora más difícil en los grandes medios de comunicación que durante la Transición. Todo lo contrario que ocurre en los medios más modestos, como la publicación comarcal que estás leyendo. En EL LLOBREGAT, estar al lado de la gente resulta más sencillo, porque se trata de una prensa cercana.

Las publicaciones de proximidad y también internet permiten a los periodistas con ganas de cumplir la romántica función social de este noble oficio, la posibilidad de hacer llegar el relato de lo que ocurre a la opinión pública, sin filtros de grupos de interés ni jefes situados en alejadas redacciones. La prensa local de proximidad permite también a los jóvenes periodistas tratar los problemas importantes, cotidianos, como ya han dejado de hacer los grandes medios: documentándose a fondo, más allá del relato siempre interesado de la oficialidad, y partiendo de narrar lo que uno ha visto con los propios ojos.

Ahora, en la mayoría de las redacciones de periódicos no hay tiempo material para salir a la calle a buscar la noticia, a recolectar testimonios y datos sobre el terreno, porque tampoco los jefes suelen aprobarlo y porque sigue dominando en la agenda periodística la convocatoria de prensa. Una actualidad oficial que por ser previsible suele dar menos problemas a la maquinaria mediática que no el inestable reporterismo de calle. Por no hablar del periodismo de investigación, un género que paradójicamente ha ido reduciéndose a medida que se iba consolidando la democracia, y sólo sobrevive en la mayoría de los casos a golpe de filtración interesada y de dossiers precocinados.

El ejemplo de Huertas Clavería
El espíritu del reporterismo que aspira a recuperar EL LLOBREGAT se inspira en el ejemplo del periodismo de a pie, de calle, que protagonizó el desaparecido Josep Maria Huertas Clavería (Barcelona 1939-2007). Recorrió Barcelona y su área metropolitana de arriba abajo, siempre a pie y en transporte público porque él no conducía. Periodista desdoblado en historiador, al tiempo que persona de fe y de izquierdas, comprometida con la democracia y el movimiento ciudadano, Huertas fue una voz de la calle desde que en 1964 debutó en la revista Signo y en el diario El Correo Catalán.

Cuando en julio de 1975 fue encarcelado y sometido a consejo de guerra por un reportaje en el diario Tele Exprés sobre la vida sexual de los barceloneses, que apuntaba que algunos muebles del Raval eran regentados por viudas de militares, esta voz de la calle se convirtió en icono de la libertad de expresión y uno de los símbolos de la Transición democrática.

Al lado de los desfavorecidos

Un ejemplo emblemático y poco reconocido del legado de Huertas fueron sus denuncias de “barriadas separadas por unos desniveles sociales que ponen murallas invisibles”. Y es que a pie de calle fue como durante los años 60 y 70 del siglo XX, Huertas y los que practicamos ese tipo de periodismo en L’Hospitalet y el Baix Llobregat, fijamos con nuestro trabajo el imaginario de la gran metrópoli de los barrios reivindicada por el movimiento vecinal y asumida también, con el tiempo, tanto por la sociología y la historiografía locales, como por la propaganda de los ayuntamientos.

Tengo el honor de encontrarme entre los que practicaron ese tipo de periodismo, los huertamanos. Y, afortunadamente, algunos de los periodistas que colaboran en EL LLOBREGAT, como Jesús A. Vila o Pere Ríos, también son herederos de ese compromiso profesional. Como lo son otros más jóvenes que siguen ese espíritu y que también colaboran con nosotros. Ese es el caso de Héctor Marín. La relación de periodistas que configuramos el imaginario de la gran metrópoli reivindicada por el movimiento vecinal es larga: Xavier Arjalaguer, Manuel Calderón, la mejor época del desaparecido Joan Lloret Devesa y un largo etcétera que engloba la labor de buena parte de los corresponsales de los diferentes diarios que se editaban en Barcelona durante la Transición.

Para que os hagáis una idea, en los 70 también eran corresponsales Enric Juliana (Badalona), Milagros Pérez Oliva (L´Hospitalet) y Enric Company; el televisivo Manuel J. Campo Vidal, Carles Esteban y Oriol Pàmies (Cornellà), Jesús A. Vila y el que suscribe. En esa misma época trabajaba de corresponsal Antonio Poveda, pero pronto abandonó la información para dedicarse a la política a plena dedicación. Hoy es el alcalde de Sant Joan Despí y vicepresidente del Área Metropolitana de Barcelona, entre otros cargos, pero sobre todo es “capitán de capitanes” en el PSC. Sin embargo, Poveda mantiene el “gusanillo” de la Prensa y gracias a su aliento y a la publicidad que logra canalizar, mantiene en la comarca un altavoz mediático que aspira a ser el faro del buen hacer de los ayuntamientos de su cuerda política.

Necesaria renovación

Los últimos años antes de la muerte de Franco, las redacciones hervían. El cambio político que se veía venir obligaba a las empresas a renovarse o morir. Algo parecido pasa ahora. La renovación de las redacciones supuso la progresiva incorporación de periodistas jóvenes, con ideas innovadoras sobre cómo informar extraídas de los modelos de prensa anglosajona y francesa que eran los puntos de referencia, y con mucha ambición… Eso mismo pasa ahora en la era digital, donde la incorporación de savia nueva hace que la mezcla de experiencia y talento joven dinamicen EL LLOBREGAT hacia ese periodismo de servicio y denuncia al que aspiraba Huertas.

La relectura de los textos periodísticos de la Transición supone el descubrimiento (sobre todo para los jóvenes) de una más profunda comprensión sobre qué y cómo es esta Barcelona global del inicio del siglo XXI que parece morir de éxito en plena crisis y que es tan diferente (o en algunos aspectos puede ser no tanto) de la ciudad de los años 60 y 70 del siglo XX. Aquella Barcelona de Porcioles, o aquella L’Hospitalet de Matías España Muntada, que Huertas y otros contribuyeron a bautizar críticamente en un trabajo colectivo homónimo como “una Barcelona problemática y especulativa, obrera y popular, catalana e inmigrante, bien viva en cualquiera de los casos, que entre luchas urbanas se convirtió después en modelo de ciudad democrática, olímpica y cosmopolita”.

Periodismo de proximidad y combativo

Ese periodismo de proximidad y combativo, apasionante, honesto y riguroso, jugó un papel muy importante tanto en las luchas vecinales como en la construcción de las identidades y consciencias de barrio, de ciudad. Era un periodismo que ahora cuesta mucho encontrar. Pero que es necesario recuperar, sobre todo en estos tiempos de crisis, corrupción y abusos de los poderosos. Un poder que en nuestro caso territorial empieza en cada uno de los Ayuntamientos que gobiernan nuestros municipios, y en esa superestructura de poder que es el Área Metropolitana de Barcelona, y nuestra porción provincial de la Diputación. Pero también el Consell Comarcal, los partidos políticos, sindicatos, patronales, policías, y terratenientes. Un poder que EL LLOBREGAT analiza mes a mes en un DOSSIER donde se ofrece una radiografía de sus dinámicas y retrata a sus protagonistas con un repaso a su presente, pasado y proyección al futuro. Un dossier que aspira a ser una contribución rigurosa y amplia del conocimiento de nuestro territorio.

Estamos animados a mantener esta aventura periodística crítica y de ciudad, de comarca, que es EL LLOBREGAT, después de 8 años de aparición ininterrumpida. Ahí están los 87 números puestos en la calle y en la Red. El espíritu de los huertamanos nos lleva a aportar ideas y contactos y a colaborar contra las injusticias, abusos y en pos de mejorar la calidad de la vida de nuestros convecinos. Queremos sacudirnos la autocomplacencia de los estómagos agradecidos y la complacencia de nuestros gobernantes. Aspiramos a ser una publicación de referencia, una especie de “pepito grillo”. Una voz de la calle siempre a pie de calle. Muchos son los que encuentran a faltar este espíritu. Aspiramos a que aquel eco resuene desde estas páginas y que EL LLOBREGAT contribuya a recuperar aquel periodismo cercano y combativo.

Taller de “mentoring” periodístico

EL LLOBREGAT ha creado el Taller de Periodismo Metropolitano, en el que jóvenes estudiantes de periodismo puedan colaborar de la mano de profesionales “seniors” que, como el que firma, se ofrecen como mentores de una generación de periodistas que tienen que aprender que Barcelona no es sólo l’Eixample, Ciutat Vella y la fiesta mayor de Gràcia, sino también las barriadas de muchas de las poblaciones que integran el área metropolitana de Barcelona “donde la ciudad tiene otros nombres”, parafraseando uno de los libros más populares de Candel (Janés, 1957), una novela ambientada en las Cases Barates de Can Turis, que hizo popular al desaparecido escritor.

En suma, aspiramos a recuperar el espíritu vitalista del periodismo de la Transición. El periodismo de ahora está muy bien hecho, pero le falta vida, le falta calle, le falta “flaire”, el ambiente. Somorrostro, La Bomba en L’Hospitalet, San Cosme en El Prat, Ciudad Satélite en Cornellà, Cinco Rosas en Sant Boi, Can Espinós en Gavà y un largo etcétera, son barrios a los que Huertas y ahora nosotros dedicaremos reportajes, aproximaciones periodísticas a una problemática, entonces de barracas y miseria, que no desaparecería hasta los preparativos de los Juegos Olímpicos de Barcelona. Después de unos años de alegrías inmobiliarias, el gran desastre económico inicial de 2007, el mismo año en que Huertas moría, ha hecho retornar si no barracas como en aquellos tiempos del siglo XX, sí gravísimos problemas de vivienda como los pisos patera, las camas calientes, los realquilados, los desahucios, la ocupación de fábricas abandonadas…. Y el retorno de las estrecheces y el hambre, problemas también existentes en tiempos de Huertas, y denunciados por él, pero que ahora han pasado a un segundo plano y que sin duda constituirían el tema de sus reportajes, si él viviera. Nosotros tomaremos el testigo.

El frente comarcal

Otro de los frentes periodísticos locales fue el nuevo Plan Comarcal, aprobado inicialmente el 30 de marzo de 1974 y que tuvo la virtud de poner de los nervios a los vecinos de todos los barrios y ciudades afectadas. La apertura de vías rápidas, pensadas exclusivamente para los vehículos, amenazaba con reventar barrios enteros. Las asociaciones de vecinos reclamaban que, además de proteger las zonas verdes y zonas para equipamientos, era necesario reserva más. Los propietarios de terrenos querían que lo que era suyo quedara desafectado por zonas verdes y equipamientos para poder construir. Ahora el AMB redacta un nuevo plan metropolitano. Habrá que estar atentos.

Juglares de nuestra época, el periodismo que practicamos en EL LLOBREGAT no será para cantar gestas gloriosas de los poderosos, como solía hacerse en la Edad Media. Hemos tomado conciencia de la existencia de un mundo egoísta y no seremos indiferentes al dolor ajeno. Denunciaremos la injusticia que veamos en derredor, bien “de oficio” o gracias a que nuestros lectores y seguidores nos pongan sobre la pista. Nosotros nos encargaremos de investigar, atar cabos y el resultado de nuestro trabajo lo publicaremos sin revelar la identidad de los amigos que nos faciliten la información. La cara ya la daremos nosotros a través de nuestras firmas.

La complicidad inevitable

¿Cómo se ha de aproximar el periodista a la información sobre la que trabaja? Si nos atenemos a los códigos deontológicos, el profesional ha de mantener una relación distante, objetiva, nunca vehemente, nunca vinculada a la materia sobre la cual informa. Esta es la teoría, pero la realidad no se ajusta precisamente a estos cánones.

Lo cierto es que todos los periodistas con años de ejercicio profesional pueden explicar en sus memorias casos y situaciones en que se saltaron a la torera los códigos deontológicos y los estatutos de redacción y se involucraron hasta la médula en causas ajenas. Casos que hicieron suyos, que vincularon a su forma de ver una ciudad, a su manera de interpretar la justicia, a su propio rechazo contra las grandes dosis de soberbia vinculadas al poder. “Este es mi caso, esta es mi causa”, pensaron, pensamos, y se convirtieron, nos convertimos, en cómplices de una reivindicación, de una queja, de un sueño.

Quejas vecinales como armas arrojadizas

Huertas fue maestro en el arte de convertir una queja vecinal en un arma arrojadiza contra los ayuntamientos de la dictadura. Creó escuela en la práctica de transformar la más mínima reclamación urbana en un manifiesto a favor del buen gobierno.

Durante los años 70 y 80, los vecinos ganaron claramente la batalla de la comunicación. Supieron, además, encontrar fórmulas imaginativas que resultaban muy atractivas desde el punto de vista periodístico. Batallaron con lemas sencillos y directos, como “Salvem La Farga”, y consiguieron sensibilizar a los ciudadanos sobre su patrimonio. Arañaron zonas verdes en todos los rincones posibles, Apostaron por la calidad de vida, por una ciudad menos contaminada, cuando el discurso ecológico estaba en pañales. Llevaron hasta el límite sus reclamaciones y no dudaron en pasar a la acción para demostrar a unos ayuntamientos que no les escuchaban, que era posible lo que reclamaban.

Contra la sumisión

Los periodistas iban allá donde había un conflicto. Se pisaba los barrios y se conocían los problemas. En todos aquellos años, ni una sola vez los ayuntamientos de la comarca y L’Hospitalet pudieron desmentir la información que publicábamos sobre lo que pasaba. Una información que, obviamente, no había salido de fuentes oficiales. Después de las primeras elecciones municipales del 79, se llegó a decir que el tipo de periodismo que se había practicado hasta entonces estaba pasado de moda, un eufemismo utilizado por el nuevo poder establecido con el objetivo de exigirnos sumisión y claudicación. Lo dijo Pasqual Maragall, acabado de nombrar teniente de alcalde, en un almuerzo con periodistas en el Gran Café de la calle Avinyó. El joven equipo del primer Ayuntamiento democrático veía a algunos periodistas como elementos a neutralizar. Desde este punto de vista, un poco de razón tenían, porque estos se habían posicionado claramente a favor de los sin voz y en contra de los que hasta aquellos momentos controlaban la ciudad y la habían convertido en un marasmo gris, tal y como años más tarde reconoció el mismo Maragall.

Aquella premonición de Maragall no consiguió su objetivo, porque las causas comunes han seguido existiendo y la vinculación estrecha (la complicidad, ¿por qué no decirlo?) ha formado y forma parte del trabajo periodístico, a veces para vergüenza de la profesión, y en otras para su dignificación. Y también la de las ciudades y pueblos donde se ejerce el periodismo.

Posthuertamarismo

El peso de la información local hace años que se reduce en la prensa catalana y que se refugia demasiado a menudo en la prescripción de actividades de ocio y las curiosidades de audiencia asegurada. Los que amamos la Barcelona de los barrios, ciudades y pueblos, la Gran Barcelona Metropolitana, no podemos sentir más que envidia sana al recordar la asiduidad con que Huertas publicaba largos reportajes, muchos de ellos en forma de serie, sobre barrios marginados o periféricos. La crisis económica, unida a la del sector, puede haber sido la guinda del pastel y, ahora, parece improbable que los grandes medios vuelvan a apostar por la información de proximidad.

Hay quien dice que, en realidad, la situación actual es la normal, y no la vivida en los postreros años del franquismo y los primeros de la Transición, en que los empresarios, ante el desconcierto y el miedo al cambio, dejaron en manos de los periodistas el mando de sus diarios. Lo comenta Eugenio Madueño: “La Transición fue una excepción en la que los periodistas jóvenes y con ganas pudimos vivir el espejismo que la prensa defendía la democracia y que nosotros no escribíamos para los empresarios, sino para los lectores, a los que considerábamos ciudadanos y no consumidores. Pero fue un espejismo, una excepcionalidad: lo normal es lo que pasaba antes y lo que pasa ahora, aquí y en todas partes”.

Atribuir toda la culpa de la degeneración de la profesión a los cuadros que nos han precedido sería, al mismo tiempo, injusto. La tentación de recurrir a Internet o hacer llamadas telefónicas para evitar desplazamientos “innecesarios” es, en ocasiones, demasiado fuerte. Y a menudo obviamos que lo que no te dejan hacer durante la semana o en horario laboral lo puedes hacer también durante el fin de semana y al anochecer, tal y como muchos hacemos arañando horas al ocio y al descanso. Esta vertiente sacrificada del periodismo parece también un vestigio del pasado y puede que debiera ser una de las primeras actitudes a recuperar por los jóvenes periodistas motivados. Hemos trabajado gratis en infinidad de prácticas y becas, pero aún nos cuesta recortar tiempo libre para practicar el periodismo que decimos admirar.

No verlo todo tan negro

Si hacer periodismo comprometido en los grandes medios parece más difícil ahora que entonces, hacerlo fuera de ellos cada vez es más fácil y barato. Internet ha posibilitado que los periodistas jóvenes y con ganas puedan hacer llegar su mensaje a la opinión pública, sin filtros editoriales y prácticamente a coste cero. Les permite coordinarse con otros periodistas y profesionales, e incluso, establecer fórmulas de corresponsabilidad económica con el lector. También fuera de la red, y en gran parte a causa de la crisis, el retorno de las protestas y la auto organización motiva el nacimiento de numerosas revistas y radios, la mayoría más libres y horizontales que las convencionales.

Reconectar con la realidad

Hay, además, un público potencial para este periodismo. En contraste con los complejos análisis de tendencias globales en la información económica, la información local habla de problemas tangibles, cercanos, que el individuo siente que puede ayudar a resolver. El periodismo local puede reconectar con la realidad a través de los nuevos movimientos sociales, los grupos autogestionados, las cooperativas, las entidades juveniles, las múltiples formas de acción colectiva. Son, de hecho, unos actores no tan diferentes de las asociaciones de vecinos y los colectivos profesionales con los que Huertas y sus seguidores mantuvieron una relación tan productiva.

El ejemplo de pasión, compromiso y honradez del desaparecido Huertas es vigente. Adaptarlo al nuevo contexto, tan anormal, ciertamente, como lo fue el de la Transición, y recuperar la confianza de la gente que hemos perdido en las últimas décadas, depende en buena medida de nosotros mismos. De los periodistas. Ha quedado dicho en este texto, pero me gustaría concluir con la afirmación de que en EL LLOBREGAT seguiremos esa estela periodística aquí narrada. Un periodismo vivencial, de pisar la calle, de no empaparse sólo en fuentes y cifras oficiales.

Y, por qué no reconocerlo, a menudo también de tomar partido de forma explícita, siempre en favor de los más débiles. Con tu ayuda, apreciado lector y vecino.||