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Museo de La Xocolata de Barcelona. Enranciado
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Museo de La Xocolata de Barcelona. Enranciado

Por Leo Miralles, dietista-nutricionista.

viernes 01 de febrero de 2019, 00:56h
Giro el torno en la entrada del museo de La Xocolata de Barcelona, dispuesta a aprender algo más sobre tan preciado alimento. Como veo bien de lejos echo un vistazo general para componerme dentro de aquella sala.

Veo las magníficas monas a la derecha, a la izquierda grandes títulos en negreta que encabezan la exposición: “t’ho canvio per cacau?”, “L’origen de la planta”, “Com es fa la xocolata?”... Personajes ilustres miran al visitante desde las paredes. Pinta bien.

Me detengo en el primer título: “El cacau, un valor de canvi segur” y en la segunda frase tengo que parpadear porque de cerca no acabo de ver nítido. Vuelvo a leer el texto y reza, “un esclavo costaba 100 habas de cacao y el favor de una prostituta 10”. Releo de nuevo. Pienso que el lenguaje es antiguo y poco adaptado a un museo del año 2000. ¡Con la que está cayendo y al museo le parece que las prostitutas hacían favores!

Sigo mirando y en la sección de monas un deportista, Messi. Además Tintín, Astérix, Don Quijote, Star Wars, Floquet de neu y Bambie. Pienso, ¡caramba!, puestos también podría estar Lady Bag, Cat Woman o Cenicienta, y la número uno Garbiñe Muguruza o Ana Carrasco con su moto por aquello de no caer en el tópico de las princesas.

Cuanto más me acerco a las exposiciones del museo más me hago cargo de mi astigmatismo porque se me solapan frases de Picasso, de Marcel Duchamp, Salvador Dalí, Hitchcock entre otros hombres ilustres, que destacan allí por haber dicho frases como “Les femmes, le chocolat…” que no creo que merezca especial distinción y puestos a decir banalidades bien podría estar allí alguna mujer confesándose con “Por la noche, me como un trocito”.

Desconcertada, pero esperanzada, sigo buscando figuras femeninas en el museo y alzo la vista a las paredes. Me observan amables Julio Carretero, Joan Giner, Lluís Muixí, Jaume Sàbat etc. Ninguna mujer. Y llego al torno de salida donde dos mujeres solas atienden en varios idiomas al centenar de turistas que compran su entrada al museo, la cafetería a la misma vez y los talleres.

A veces no percibimos ese sexismo sutil que nos cae encima como esa lluvia calabobos que parece que no moja, pero al final te empapa entera.

Me ha llegado el cuestionario de calidad del museo por mail y a la responsable le digo…hombre, flojo. La animo a que desarrolle usted con plena capacidad su trabajo, se de una vuelta por allí dentro con un plumero y una bolsa de basura, con nuevas propuestas equitativas y fíjese bien!, el chocolate de las monas se cristaliza ya, hay que cambiar algunas, que huele a rancio. Supérese. La reto.

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