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El monstruo de la metropolitanización
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El monstruo de la metropolitanización

Valero&Vila

miércoles 18 de marzo de 2015, 10:38h
Desde los años de la controversia Pujol-Maragall, en la que los socialistas hacían contrapoder metropolitano de la Catalunya-ciutat pujoliana, apenas hay nada nuevo bajo el sol de este solar que englobó en su momento 26 municipios y que ahora abraza 36, pero que podria incluir, quizás con mayor coherencia, los 163 municipios que conforman la Regió I, es decir, las comarcas del Baix Llobregat, Barcelonès, Garraf, Maresme, l’Alt Penedès y los dos Vallés.
En este abrumador contexto de falta de horizontes capaces de entusiasmar en el que estamos instalados desde que la crisis obligó a dedicar las mayores energías de cada uno a intentar sobrevivir, la conferencia del alcalde de Cornellá y vicepresidente ejecutivo del Àrea Metropolitana de Barcelona, Antonio Balmón, en el Cercle de l’Aigua, resultaría estimulante si no fuera porque nos suena a una música ya demasiado escuchada con una letra no especialmente innovadora.

Le pedí al amigo Balmón que tuviera la deferencia de pasarme el texto de su intervención porque no pude asistir al acto y solo conocía del mismo los titulares de prensa. Como es habitual en él, respondió con amabilidad y rapidez, pese a que me comentó que la conferencia había cuajado no solo sobre lo que el papel incluye sino también sobre sus reflexiones personales y sus anotaciones al margen para componer ese mosaico de anuncios y propuestas que desgranó a primeros de marzo. Como le conozco y tengo con él un feeling especial, me pareció que estaba aprovechando la oportunidad de explicar todas las innovaciones que la AMB ha llevado a cabo en esta legislatura para hacer un discurso algo más profundo del habitual, lo que en las actuales circunstancias es muy de agradecer. Por fin alguien parece mirar un poco más allá de su nariz, aunque sin añadir nada nuevo a lo que es la vieja, viejísima cantinela del metropolitanismo. Desde los años de la controvèrsia Pujol-Maragall, en la que los socialistas hacían contrapoder metropolitano de la Catalunya-ciutat pujoliana, apenas hay nada nuevo bajo el sol de este solar que englobó en su momento 26 municipios y que ahora abraza 36, pero que podría incluir, quizás con mayor coherencia, los 163 municipios que conforman la Regió I, es decir, las comarcas naturales del Baix Llobregat, el Barcelonès, el Garraf, el Maresme, l’Alt Penedès y los dos Vallés.

Gestionar realidades emocionales
Es verdad que cualquier división administrativa sobre el territorio es convencional. No se justifica más que por su operatividad. Pero hay divisiones que pertenecen a inaprensibles reales, como es el sentido de la pertenencia. Contra la que, por cierto, resulta arduo batallar porque siempre hay algún defensor dispuesto a oponer resistencias. Es verdad que gestionar sobre 163 municipios es necesariamente más complicado que hacerlo sobre 36. Pero puestos a agrupar, mejor hacerlo sobre realidades emocionales que sobre realidades operativas, salvo que quienes decidan no tengan más emociones confesables que las que dimanan de su voluntad de gestión o, inconfesables, de su interés lucrativo.

Tradicionalmente, los metropolitanistas no han vivido la metrópolis como un espacio de sentimientos sino como un simple espacio de gestión. Y ahí suelen moverse como pez en el agua porque acostumbran a entender el territorio no como un lugar que la gente habita y siente, sino como un espacio en el que se planifica y se intercambia: en el que, siempre con el objetivo inmaculado del servicio a la comunidad, se hacen innumerables negocios, el mas rentable de los cuáles, como se ha visto hasta la saciedad, consiste en la urbanización incontrolada, que siempre se ha querido controlar supramunicipalmente justo en los lugares donde el suelo es más caro y donde los intermediarios, personas y partidos, pueden financiarse o enriquecerse más deprisa y con menos trabas.

Es evidente que no se puede negar la realidad metropolitana. Pero lo que se puede poner en duda es la racionalidad de sus límites. Los límites de la actual AMB son tan arbitrarios como los de la antigua y, en consecuencia, tan indefendibles como entonces. Sobre todo porque es muy difícil defender la metropolitanización de Begues y excluir la de Vallirana, por poner solo ejemplos del Baix Llobregat. O pensar que son muy distintas las realidades, las necesidades y el paisaje metropolitano de Olesa de Montserrat o del Prat del Llobregat.

Y si son indefendibles sus límites no tiene defensa posible la eliminación de las comarcas naturales, escritas sobre el papel de la historia y del sentimiento. Otra cosa es que esto tenga arreglo. En este cruce de intereses basados en el capital y el negocio, siempre hay paradigmas resistenciales y en precario e ideas motor que se visten de modernidad y de futuro. Por ejemplo, el Parc Agrari. Está ahí, pero su propia definición ya explica su debilidad consubstancial. Que haya que preservar la tierra que dio de comer a nuestros antepasados y a nosotros como si fuera una reliquia en una urna (eso es lo que significa parque) pone de manifiesto la amenaza sistemática que sufre y su existencia a precario: un día u otro desaparecerá definitivamente. Solo hace falta que vuelva un nuevo Adelson con maletines creíbles. Lo mismo ocurre con el Guadiana comarcal. Desde hace décadas, unos cuantos estamos empeñados en su preservación pero ya hemos visto que luchamos contra nuestro arrinconamiento ineludible. No hay legislatura en la que no surja el rumor. En la que no brote la fantasía de un único gobierno sobre el territorio más caro de Catalunya.

Debate recurrente
Es verdad que socialistas e iniciativos, salpimentados con convergentes y algún republicano, se han esforzado mucho desde los tiempos del tripartito por ponerse de acuerdo sobre como gestionar los servicios comunes metropolitanos. Ahora se han puesto también de acuerdo para gestionar la planificación urbana. Y todo esto no estaría mal si fuesen creíbles. Pero no lo son. Un ejemplo. No hace mucho, unos amigos de Cornellá llamaron mi atención sobre la enormidad de boxes para bicicletas que la AMB ha instalado en todo su territorio para promocionar el uso de ese vehículo progresista no contaminante. Cientos de boxes de bicicletas que alguien fabrica, comercializa y vende y que los usuarios ni han reclamado ni usan, porque quien tiene bicicleta propia la deja en el balcón aunque sea, antes que en ese espacio inventado y caro. Quienes me llamaron la atención fueron más allá y me dieron algunos datos poco trabajados pero sospechosos.
Pues esa sospecha es lo que les hace increibles, porque no sospecho yo, sino quienes los conocen de cerca, quienes los han tratado y quienes los han sufrido. Por eso me lo explicaron. Y no solo porque sospecharan, sino porque creían a pies juntillas que alguien de muy arriba estaba haciendo negocio del gordo.

Futuro
Antonio Balmón parece que se ha tomado en serio el trabajo en la AMB y es de agradecer que vuelva a poner sobre la mesa asuntos de futuro aunque sea a costa de resucitar el viejo monstruo de la metropolitanización. A mi juicio, ahora que todo está muy abierto y que las sillas tiemblan, debiera profundizar sobre las razones objetivas de la liquidación comarcal y eliminar sospechas haciendo limpieza donde corresponda. Hay que empezar por ahí para dar a entender que la gestión metropolitana es cosa de servicio y no de bussiness. III
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