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El cambio empieza por la actitud

El cambio empieza por la actitud

Por Joan Carles Valero
martes 26 de enero de 2016, 06:35h
Estamos en un momento de cambio social y político. Un cambio que se traduce en que la ciudadanía reclama más y mejor democracia como respuesta a la brecha social que se ensancha en lo económico. Pero el cambio debe arrancar desde nuestro interior, empezando por mantener despierta la curiosidad y la habilidad y agilidad de aprender constantemente. Porque sólo con una mayor y mejor formación saldremos adelante, mejor de la mano de buenos profesores, aquellos que nos dejaron huella hasta el punto de que nos gustara una materia porque fue un buen profe el que la impartió

El deseo de cambio es una expresión que va más allá de las siglas. La política se está actualizando pero en el terreno municipal no todos los concejales incorporan los comportamientos y formas de hacer que ya existen en el mundo social, en el académico y en las redes. La crisis y el crecimiento de las desigualdades por un lado y por el otro la corrupción política, ha comportado la indignación ciudadana y el deseo de cambio para que el bien común vuelva a presidir todas las actuaciones públicas.

Tenemos que aprender colectivamente de los errores, enmendar las causas que los provocaron y actualizarnos en el ejercicio de la ciudadanía plena, lo que comporta abandonar el ámbito del confort y bregar entre nuestros familiares, amigos y vecinos por causas que nos benefician a todos. Empezando por combatir la desigualdad. Porque el problema del paro es grave, pero ahora que se reactiva la economía agudiza la desigualdad, por ejemplo, entre los jóvenes y entre los mayores de 45 años, dos colectivos que deben recibir una atención pública preferente en formación.

Hemos celebrado tres elecciones de mayo a diciembre y sus resultados son un reflejo de una sociedad que es plural. Con el mapa resultante de las primeras, las municipales, y con una legislación que potencia la elección del alcalde, los ayuntamientos no sólo se constituyeron sino que además funcionan, unos mejor y otros peor, pero se gobierna.

La lección del mundo local
Las ciudades y pueblos tenían que seguir funcionando mientras seguíamos decidiendo en el 27-S y el 20-D, porque la vida no se podía paralizar a la espera de que los políticos se pusieran de acuerdo. Las basuras tienen que recogerse cada día, el transporte público debe funcionar como un reloj, como la limpieza viaria, que no puede esperar grandes decisiones. También los permisos se han de conceder o no, e incluso las cacicadas forman parte de lo que pudiera calificarse como “normalidad”. Los políticos locales deben buscarse la vida para conseguir que las ciudades no paren y lograr que cuando acabe su mandato los ciudadanos les evalúen, lo que propicia que no tengan más remedio que llegar a acuerdos.

Curiosamente, esta voluntad de articular equipos de gobernabilidad no se traslada al Congreso de los Diputados, donde parece que los partidos son incapaces de gobernar con mayorías estables. Los pactos se hacen entre personas que discrepan y que hacen de la necesidad virtud. Si la sociedad es plural, lo normal es que sus representantes busquen fórmulas de gobernar de acuerdo con la voluntad de los ciudadanos. Mensajes como los que se oyen estos días de establecer líneas rojas o la simple negativa a dialogar demuestran la incapacidad de la clase política para hacer su trabajo. El país es plural y los electos deben buscar fórmulas para gobernar de acuerdo con esa pluralidad. Es su trabajo, y los ayuntamientos demuestran que es posible. Pero los electos también tienen que formarse para ejercer el liderazgo que la sociedad les ha encargado.

La formación, eje vertebrador
En un anterior artículo glosaba la importancia que a mi juicio tiene la formación. En su crónica “L’Hospitaleando” sobre el discurso de la alcaldesa de la segunda ciudad catalana, mi compañera Eva Jiménez glosa lo que a su juicio constituye el tema estrella de nuestro territorio: la educación. Núria Marín ha anunciado que los antiguos juzgados de su ciudad acogerán un centro formativo online, una escuela de negocios y un centro universitario. Y que los alumnos de cuarto de la ESO tendrán un profesor de inglés de refuerzo. Esto constituye, a nuestro juicio, lo más valioso del discurso de la alcaldesa, pues habla de un asunto importante con un cierto nivel de concreción.

Como docente en el ámbito de la Comunicación, me gustaría romper una lanza en favor de la figura de los profes. Fundamentalmente porque resulta vital reconocer su trabajo. También es importante que los profes reciban constantemente mensajes positivos para que después puedan aplicarlos en su día a día en las aulas. Los docentes son el palo del pajar. Sin ellos no existe la educación. Y lo más importante: ni en Finlandia, ni en Francia, ni en Estados Unidos, ni en Japón, ni en ningún otro sitio, hay profesores tan extraordinarios como entre nosotros.

El trabajo de un profesor consiste en inspirar, trasmitir, contagiar y motivar y eso tiene que ver con el estado de ánimo. Los alumnos recuerdan siempre a los profesores por su actitud, por su manera de ser, porque es lo que contagia, lo que transmite. De ahí la importancia del buen estado de ánimo, porque cuando uno se desanima pierde lo mejor que tiene: su manera de ser. Está claro que nunca vamos a cambiar las circunstancias, pero siempre podemos elegir nuestra actitud.

La actitud es a mi juicio incluso más importante que la vocación. Cada día que se entra en clase se tiene que ser consciente de que vamos a ser ejemplo para los alumnos y que por ello tenemos una gran responsabilidad. A la actitud hay que añadir el humor, algo tan importante en nuestra vida y que a veces cuesta encontrar. Si uno no disfruta en su trabajo es difícil que los alumnos disfruten. Una de las claves para luchar contra el fracaso escolar es hacer que los adolescentes deseen ir a la escuela. Disfrutar siendo un profe nace de sentir que resulta un privilegio poder hacer este trabajo, siendo conscientes de todo lo que aportan a la sociedad.

Educar es comunicar
El verbo más importante para educar es escuchar; educar es comunicar y para garantizar el éxito de la educación debemos comprobar que nuestra antena está sintonizada con la de los alumnos. Por último y no por eso menos importante: siempre hay que mirarlo todo con ojos de niño para seguir descubriendo. El gran reto de la educación es hacernos mejores individual y colectivamente y las puertas de la enseñanza deben estar abiertas no sólo para que entren los chicos y chicas sino que también para que sus ideas salgan y transformen el mundo. Todos los que nos dedicamos al trato con las personas sabemos muy bien que cada uno somos distintos de los demás y que habitualmente no funcionan las mismas soluciones para todos. La capacidad de aprender es vital en la vida. Aunque seamos incapaces de imaginarnos cómo van a ser las profesiones dentro de diez años, lo único que realmente necesitamos es tener despierta la curiosidad innata y la habilidad y agilidad de aprender constantemente. ¡Que así sea! III

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