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Metiéndome con las mujeres
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(Foto: Ajuntament L'H)

Metiéndome con las mujeres

Por Eva Jiménez Gómez
lunes 14 de marzo de 2016, 11:14h

El 8 de marzo se ha celebrado el Día Internacional de la Mujer y L’Hospitalet ha aprovechado la ocasión para celebrar un gran número de actos conmemorativos: declaraciones institucionales, caminatas populares, conferencias, exposiciones, obras de teatro, etc. Acontecimientos impulsados desde el poder local o desde la base social, que congregan a las más concienciadas y algunos más, mientras pasan desapercibidos para el resto de la población. ¿Tendrá sentido dedicar una semana a visibilizar la situación de la otra mitad de la sociedad?

Lunes, 7 de marzo. La abogada y coordinadora de la Comisión Catalana de Ayuda al Refugiado, Ana Figueres, imparte una charla sobre la violencia que se ejerce sobre las mujeres refugiadas, organizada por la asociación Tres quarts per cinc quarts. Los datos son escalofriantes. La guerra de Siria ha dejado más de 200.000 muertos y 12 millones de desplazados desde marzo de 2011. De entre todos los afectados, las mujeres son un colectivo especialmente vulnerable que, según Figueres, sufre abusos de todo tipo: físicos, psíquicos, económicos y administrativos. Habrá que dar gracias, entonces, por haber nacido mujer en este lado del planeta.

Martes, 8 de marzo. Antes de comenzar la cuarta caminata popular por la ciudad, la actriz Mercè Montalà lee el manifiesto facilitado por la Diputación de Barcelona. Se titula “Feminizando el mundo local” y nos recuerda que las mujeres cobran un 25% menos que los hombres por el mismo trabajo, ocupan la mayoría de los contratos a tiempo parcial y dedican tres veces más de tiempo a las tareas del hogar que sus parejas. Argumentos demasiados manidos, lamentablemente. No sé si convencerán a muchos.

Miércoles, 9 de marzo. Los promotores de Pessics de Ciència invitan a la profesora e investigadora del Departamento de Ciencia de los Materiales e Ingeniería Metalúrgica de la Universidad Politècnica de Catalunya, Núria Salán, a hablar sobre el acceso de las mujeres a las carreras científicas. Aprovecho para ver la exposición “Arte en femenino” que cuelga en el Barradas y me meto en la sala. Y me meto en el tema.

Núria nos cuenta a las pocas mujeres –y menos hombres- que la escuchamos que estaba un día sentada en el Paraninfo de la Universidad de Barcelona y se percató de que sólo había una mujer entre los grandes científicos. Se trataba de Juliana Morell (1594-1653), la primera mujer que entró en la universidad española; institución creada en el siglo XIII, por cierto. Y la leyenda cuenta que hizo la carrera vestida de hombre. A partir de este hilo, la experta en metalurgia nos muestra y demuestra que la historia de la ciencia y la tecnología relatada por el género masculino ha minusvalorado las inspiraciones, colaboraciones e incluso invenciones de muchas grandes mujeres. ¡Que hemos creado la cerveza, el limpiaparabrisas y las galletas con trocitos de chocolate!, exclama entre risas.

Pero lo que cuenta es muy serio, y demasiado reciente. Salán conoce a investigadoras que le han contado las dificultades, más o menos explícitas, que han experimentado para poder estudiar y dedicarse a lo que querían. Por ejemplo, la primera mujer titulada en Ingeniería de toda Catalunya, Isabel de Portugal Trabal i Tallada (1924-2014), pudo estudiar porque su padre, reconocido empresario, la trató “como el hijo que no pudo tener”. Ella decía que nunca la discriminaron en la empresa familiar, pero, casualidad o no, el hecho es que se quedó soltera. El caso de la ingeniera industrial Laura Tremosa (1937-) también nos impacta. Los profesores no querían chicas en clase, así que tuvo que estudiar con profesores privados y acudir sólo a la hora de examinarse. Y la ingeniera Josefina Maíllo (1950-) cuenta que las ponían en primera fila “para no despistar a los chicos” y les preguntaban si habían acudido a la universidad para “buscar novio”. ¿Esto ya pasó, no?

Sí y no. Las situaciones ya no son tan descaradas, pero estudios elaborados por ella y su equipo muestran que las profesoras de la UPC ocupan las plazas laborales más inestables y que hay más mujeres catedráticas sin hijos que catedráticos. Ella ya sabe lo que es la culpa: “A mí me llamaban mis padres o mis hijas y me decían: ¿Cómo estás trabajando si no tienes nada en la nevera? Y yo dudaba entre el microscopio y la nevera. ¡Pero si tienen un padre! Y seguía en el laboratorio. Y todavía me miran a la cara”, añade con una sonrisa. ¿Será un problema sólo de mujeres con estudios o trabajadoras?

No lo parece. Esta semana numerosos Grups de Dones de L’Hospitalet han seguido reivindicando la necesidad de fomentar una mayor igualdad entre mujeres y hombres. El grupo de Collblanc-La Torrasa ha celebrado 25 años de trabajo y ha explicado cómo tuvieron que crear la asociación porque las propuestas de las mujeres a duras penas llegaban al último punto del orden del día. Recientemente, muchos hombres no les han apoyado a la hora de erigir un monumento para recordar a las víctimas de la violencia de género. Que sigue habiendo hombres que consideran a la mujer -¡a su mujer!- un objeto que pueden usar y tirar como les plazca.

Igual tienen miedo de que las mujeres ocupen el lugar que merecen, como si eso les restase valor o mérito a ellos. Es comprensible, como el hecho de que muchos padres separados denuncien un trato discriminatorio a la hora de compartir la custodia de sus hijos por parte de algunos jueces, como pudo escucharse en el debate sobre el poder judicial organizado por BCN Content Factory. Comprensible, pero no justificable.

El dilema: ¿qué es genético y qué es cultural?

Y una duda permanece en el aire: ¿qué es fruto de la herencia; y qué, de la educación? Núria Salán cree que hay algo genético, pues los hombres salían a cazar y las mujeres se quedaban al cuidado la casa y los niños. También apunta que estudios que ha realizado muestran que las mujeres tienden a elegir carreras de tipo “bio-eco”, esto es, las ramas científicas que tienen una utilidad inmediata para las personas, como medicina, enfermería, etc. De hecho, la mayoría de las encuestadas reconoce que necesita “sentirse útil”, no así la gran parte de los varones interrogados. El público asistente no termina de verlo claro: “¿Ha dicho genético?”.

Yo, tampoco. No sé si estamos dotadas de una sensibilidad especial para ponernos en el lugar de los demás por el hecho de nacer mujeres, o es lo que nos han hecho creer para mantenernos controladas. Ya tenemos deberes para casa. En cualquier caso, y en esto coincido con la científica, no es de recibo que una mujer no pueda estudiar o hacer lo que le dé la real gana, o que tenga que pagar un precio más elevado, sea físico o psicológico, que el otro sexo para conseguir sus objetivos. Definitivamente, creo que merece la pena celebrar la existencia de la mirada femenina y reclamar el respeto que todavía hoy algunos niegan o ignoran. Ya está. Ya lo he dicho. Ya me he metido.

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