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Consejo de Distrito de Collblanc-La Torrassa al que asistieron unos treinta representantes vecinales
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Consejo de Distrito de Collblanc-La Torrassa al que asistieron unos treinta representantes vecinales (Foto: Eva Jiménez)

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L'Hospitaleando - Por Eva Jiménez

Por Eva Jiménez Gómez
lunes 18 de julio de 2016, 09:24h
Estas semanas se están celebrando las últimas sesiones plenarias de los Consejos de Distrito antes de las vacaciones de verano. Uno de los puntos de orden del día que se repite es la presentación del proyecto L’Hospitalet On de los barrios, una iniciativa anunciada por la alcaldesa en la conferencia inaugural del año y presentada oficialmente el pasado 6 de julio. El objetivo de la iniciativa, tal y como expuso Núria Marín, es poner en marcha un proceso para que todos los vecinos y vecinas que lo deseen puedan decidir el futuro de su barrio.

Como no puedo pasarme por todos los Consejos, decido asistir al de Collblanc-La Torrassa, celebrado el pasado miércoles. En una sala ocupada por una treintena de representantes de distintas entidades vecinales y formaciones políticas, el concejal de Hacienda, Servicios Centrales y Participación Ciudadana, Manuel Brinquis, explica el origen y las bases del proyecto. Todo comenzó en 2013, con el proceso L’Hospitalet On, iniciado con el objetivo de conseguir la denominada tercera transformación de la localidad. Hoy, tres años después, asegura que se quiere dotar a los Consejos “de más contenido”, con el fin de “responder a la demanda” de participación ciudadana.

Queda claro, por tanto, que el gobierno municipal reconoce, si quiera implícitamente, que los Consejos de Distrito no funcionan tan bien como resultaría deseable, pues no terminan de encauzar bien dicha participación, y que tiene ganas de solucionar el problema.

Brinquis continúa explicando que “no hay nada escrito” y que “se trata de partir de cero”, obviamente siempre en la línea del L’Hospitalet On. Entiendo, por tanto, que en dichos consejos no se van a tocar proyectos que abarquen más de un barrio o distrito, como el proyecto Biolpol’h en Bellvitge o el Distrito Cultural en el centro de la ciudad. Las dudas se disipan cuando los asistentes leemos la primera meta del proyecto: “Alinear los objetivos de los distritos y los barrios con la estrategia global de ciudad”.

Tiene su lógica. Si el L’H On puso en marcha las líneas maestras de la ciudad, no se trata de cambiarlas cada dos por tres, y menos cuando manda el mismo partido y es mínimamente coherente. Ahora bien, esto reduce mucho las posibilidades de intervención de los vecinos, cosa que no se expresa con tanta claridad.

El hecho de elegir una “metodología participativa clásica, para ir a tiro hecho”, puede ser otro indicador de que se trata de dar la voz a los ciudadanos, pero sin arriesgar demasiado. Así, el proceso comenzaría a finales de ese año, en 2017 se entraría en una fase de deliberación y concreción, y a partir de 2018 habría un retorno y se daría una continuidad del proceso. En paralelo, y “para no quemar a la gente”, también se pondrían en marcha los primeros presupuestos participativos, donde los vecinos de cada barrio recibirían una cantidad de dinero para decidir en qué emplearlo, “aparte de los que ya estén sobre la mesa”.

Creer o no creer, he ahí la cuestión

A mí estas iniciativas siempre me han parecido muy positivas. Es verdad que son muy limitadas, pero tampoco me parecen fáciles de gestionar. Para no mirar a nadie, esto me recuerda un poco a la participación ciudadana en los medios de comunicación. Antes de la revolución digital, la participación estaba muy controlada a través de las cartas al director, intervenciones en directo muy bien filtradas… Ahora, los ciudadanos proponen ideas o incluso financian los temas que quieren que los periodistas investiguen. Y no todo el mundo está preparado para ello, hay que reconocerlo.

En el Consell del Districte II pude hablar con representantes de algunas entidades y me pareció que, en general, valoraban el esfuerzo. Ahora bien, también me puse en contacto con otros vecinos y comerciantes del barrio antes de acudir, para poder hablar con ellos sobre la limpieza, un tema que les preocupa mucho, y me respondieron literalmente que la constitución del Consell era algo demasiado “formal” y que “por las vías ‘normales’ nos toman el pelo”.

Es decir, el gobierno municipal –en realidad, cualquier gobierno- se enfrenta a un enorme reto, y es el de conseguir que los vecinos y vecinas desencantados con los procesos participativos anteriores perciban que la nueva dinámica es sustancialmente diferente. Y no resulta nada fácil, porque las palabras son siempre parecidas y los hechos llevan su tiempo. Lo mismo sucede en el caso de los medios: la confianza del público se puede perder con un par de titulares o telediarios y tarda años en restablecerse.

Del prejuicio al postjuicio

Yo siempre soy más partidaria de confiar, que no quiere decir acatar. De este modo, los vecinos preocupados por la limpieza se habrían enterado de que entre el 18 y el 22 de julio se va a actuar de manera intensiva e integral en dos zonas del barrio (entre las calles Mas, Joventut, Llobregat y Albereda; y Ronda de la Torrassa), a modo de pruebas piloto. Y habrían podido recordarle al concejal del distrito, Cristian Alcázar, un artículo de febrero de 2015 donde ya se hacía alusión a la gravedad del problema. Y tal vez se hubieran puesto de acuerdo en que la educación es la auténtica solución y quizá podrían haber comenzado a trabajar juntos con las representantes de la Xarxa Groga de L’H, movimiento en favor de la educación pública, también presentes en el acto. No lo sabremos nunca, pues no se presentaron.

Es por eso que me parece más constructiva, que no sumisa, la actitud de Miguel Mansergas, vicepresidente de la Asociación de Vecinos Cinco Calles de Santa Eulàlia, durante la presentación del L’H On en su distrito “Mi experiencia no me hace ser demasiado optimista. Hemos de tener más poder de decisión”. Crítico, pero presente. Presente, pero crítico.

Lo mismo sucede en sentido inverso, si realmente somos justos y aplicamos la misma vara de medir a todo el mundo. Es decir, los políticos también han de confiar en la buena voluntad de las personas que reclaman más participación, como es el caso de los vecinos y entidades que integran la plataforma No més blocs-Salvem L’Hospitalet. En una sociedad democrática, no se puede justificar la negativa a dialogar, como he oído por boca de un concejal socialista, alegando que hay gente que sólo quiere atacar al PSC por hacerle daño al partido y sus miembros. Que no digo que no haya gente así, como también hay políticos que no creen en la participación, pero, insisto, más vale confiar.

Si no se hace así, se genera una frustración proporcional a la distancia existente entre el discurso y la realidad. Frustración que puede acabar en violencia, en el sentido más amplio del término, como la ocupación del Ayuntamiento por parte de miembros de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca de L’H y Barcelona, que sólo así han conseguido una reunión con Consistorio y Generalitat el próximo 27 de julio para desatascar la cesión de los pisos por parte de las entidades financieras.

Lo ideal sería aplicar eso que escasea tanto en este país, no sé en los demás: hacer autocrítica cuando algo no ha salido como se esperaba, pedir disculpas y, si hace falta, dejar de asumir esa responsabilidad. Yo ya no pido tanto. Tan sólo una oportunidad para confiar. Este jueves 21 se reúne el Consell de Districte de Bellvitge – Gornal, el más afectado por el Plan Director Urbanístico de la Gran Vía (PDU), y puede ser un excelente momento para comenzar a dialogar sin prejuzgar.

Vuelvo a los medios. Aunque nadie ha explicado a esta redacción por qué el diario El Llobregat no fue convocado a la rueda de prensa para presentar el nuevo PDU, todo apunta a que se nos facilitará la información oficial. Nosotros también queremos confiar y seguir contando con la confianza de nuestros lectores.

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