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Ramón Luque: “Mi única frustración política es no haber sido nunca alcalde de L’Hospitalet”
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Ramón Luque: “Mi única frustración política es no haber sido nunca alcalde de L’Hospitalet”

Ramón Luque fue concejal por EUiA en L’Hospitalet. Ahora, asesora a Pablo Iglesias en Unidos Podemos - Por Pere Ríos

viernes 06 de octubre de 2017, 20:02h
“De Joan Saura aprendí mucho, pero no soy el alumno aventajado de nadie” | “La sociovergencia puso muy difícil que se aprobase el plan Red Natura 2000”

Ramón Luque Porrino nació en Cuevas de San Marco (Málaga) en 1952 y a los 12 años llegó con su familia al barrio hospitalense de Pubilla Casas. Sigue viviendo en la ciudad por la que dice sentir una enorme pasión. “Me puede”, confiesa quien fue concejal en el Ayuntamiento durante cuatro mandatos, de 1987 a 2003. En el último de ellos entró en el equipo de gobierno como responsable de medio ambiente y lo dejó al ser designado director general de Medio Natural con el primer gobierno de izquierdas que tuvo Cataluña después de la guerra civil.

Desde hace más de 30 años ha estado en todas las salsas que se han cocinado a la izquierda de los socialistas: en la dirección del PSUC antes de que entrara en hibernación; luego en la fundación de Iniciativa per Catalunya (IC) y en la escisión que supuso Esquerra Unida i Alternativa (EUiA); de 2009 a 2016 fue el responsable electoral de Izquierda Unida (IU), la formación que intentó refundar por varias vías, desde el apoyo a la candidatura de Alberto Garzón a los acuerdos con Podemos. Admite que todo eso le ha satisfecho, pero también confiesa su “única frustración política”: no haber sido alcalde de L’Hospitalet.

Jubilado a los 60 años de su plaza de profesor de historia, Luque sigue viviendo en el barrio del Centre de L’Hospitalet y acepta la entrevista en un café de la rambla Just Oliveras. El inicio de la conversación resulta obligado si se recuerda que ha conocido a los tres alcaldes de la democracia. “Juan Ignacio Pujana era…. ¿qué puedo decir de una persona condenada por tráfico de influencias? A nivel personal, un pobre hombre sobrepasado por la historia y las circunstancias y al que eligieron porque pasaba por allí en aquella guerra que tuvieron el PSC y la federación catalana del PSOE para encontrar candidato”, se arranca Luque con la frescura verbal que le caracteriza. “Tuvo la suerte de ganarnos por unos cuantos votos las primeras elecciones, llegó a alcalde y ya entró en la rueda de un partido que siempre ha sido usufructuario de una ciudad socialista como L’Hospitalet”.

La comparación con su sucesor se hace inevitable. “A Celestino Corbacho le tengo en mayor consideración, mientras que a Pujana le combatí hasta el último minuto, le llevamos a los tribunales, fue condenado y tuvo que dimitir. Corbacho es un político autodidacta que, a diferencia de Pujana, tenía y sigue teniendo una visión de ciudad. Entendió que los tiempos no volverían a ser los de la victoria socialista de 1982 y reclamaban acuerdos y diálogo, aunque fuera desde la mayoría”, explica. Si no había quedado clara su posición, el entrevistado insiste. “Pujana me hizo demócrata porque me enseñó cómo nunca se debe tratar a la oposición, la de derechas y la de izquierdas”.

Luque reconoce que esa sintonía personal con Corbacho no impidió la discrepancia en algunas políticas. “Su proyecto de ciudad era discutible en algunas cuestiones que logramos matizar, pero en otros casos no, como el soterramiento de la Gran Via y de la plaza de Europa. Con todo, entendió las transformaciones que le iban a venir a L’Hospitalet y aunque tuvo una visión estrecha del hecho migratorio comprendió que los futuros ciudadanos iban a ser peruanos, ecuatorianos, magrebíes, pakistaníes o chinos de nueva hornada”. Con el paso de los años, aquel alcalde empezó a proyectarse políticamente, primero como presidente de la Diputación de Barcelona y “un día llegó a ministro con la mala suerte de que le estalló la crisis económica”. Pese a todo, Luque sentencia que “Corbacho tiene ADN político”.

No se expresa en los mismos términos de la actual alcaldesa socialista, Nuria Marin. “No está a la altura de la segunda ciudad de Cataluña, no le veo la fuerza que tenía Corbacho. Se ha devaluado mucho la talla política del consistorio de L’Hospitalet, que ha tenido ministros, consejeras de la Generalitat, directores generales, presidentes de empresas públicas, diputados en Madrid y en el Parlament. Ahora es irreconocible el arco municipal del pleno. Es verdad que Nuria nunca pretendió ser alcaldesa, que fue Corbacho el que la escogió, no sé si con arrepentimiento en el día de hoy”.

Sin un buen liderazgo
Llega el momento de la autocrítica, de reabrir lo que pudo ser y no fue el PSUC en L’Hospitalet, convencido como estaba de ganar las primeras elecciones municipales de 1979. “Si hubiéramos hecho un estudio serio nos habría dado un empate técnico y la cosa anduvo por ahí. La dirección del PSUC siempre pensó que habría alcalde comunista en L’Hospitalet, como en Badalona y Santa Coloma de Gramenet. Los que teníamos un mayor contacto con los barrios veíamos que había zonas muy socialistas. Nuestro candidato no era de la ciudad, eso era un factor en contra, por mucho que la candidatura fuera muy brillante”, dice Luque en alusión al que fue cabeza de lista, el escritor Francisco (Paco, Francesc) Candel.

“El problema es que no teníamos liderazgos que se hubieran proyectado en la ciudad, éramos todos candidatos de barrio. Cuando tú paseabas al sacerdote Lluís Hernández por Santa Coloma de Gramenet todo el mundo lo abrazaba porque lo conocían. Y con Màrius Díaz en Badalona pasaba igual. O con Frederic Prieto en Cornellà, Antònia Castellana en Molins de Rei o Francesc Baltasar en Sant Feliu de Llogregat. La elección de Paco Candel fue un error político de cálculo, porque si traes a una persona vinculada a L’Hospitalet, pero proyectado por la organización, lo has de traer un año antes y pasearlo”.

Las discrepancias internas en el PSUC, inherentes a su cultura política y tradición histórica, no lo permitieron, admite. “Llevamos al límite la candidatura hasta pocos meses antes por el debate interno que teníamos. En cambio, de haber sido alcalde, Candel hubiera sido muy difícil de tumbar, hubiera tenido recorrido propio. Él lo explica en sus libros, cuando dice que en los socialistas estaba instalada desde el primer minuto la idea cainita de matarnos como fuera, desde el punto de vista político”.

Luego vino la crisis del PSUC, la victoria del PSOE de 1982 con la histórica mayoría de Felipe González y a los pocos meses la campaña de las municipales de 1983, a las que el PSUC de L’Hospitalet se presentó con el lema: “Aquí lo que hace falta es un alcalde”. Han pasado ya casi 35 años y aquel cartel en blanco y verde con la imagen del candidato Joan Saura resulta difícil de olvidar para quien lo llegó a ver. “No fue para nada nuestra mejor campaña, aunque el director técnico de entonces nade hoy en el dólar del asesoramiento político. Hay gente que tiene esa campaña como referencia de la anticampaña. Yo la viví con discusiones a cara de perro con los inductores, en lo que fue mi primer bautismo de rebeldía interna, porque conocía esta ciudad y sabía que aquello era un verdadero disparate. Eso no quiere decir que la talla política de Joan Saura no diera para ser un buen alcalde y mucho mejor que Pujana, por supuesto. Pero ese lema nos derivaba votos directamente a los socialistas. Yo hablaba con la gente y me decían, “claro, claro, aquí lo que hace falta es un alcalde como Pujana”, evoca Luque con sorna para referirse a aquella época.

Único edil de EUiA con poder
Entonces podía parecer el alumno aventajado de Joan Saura, algo que niega. “Yo solo he sido alumno de Leandro Colomer, que metió en Bandera Roja y luego me llevó al PSUC. También de Josep Palau, que fue secretario general de las Joventut Comunista de Catalunya y compañero de curso. De Joan Saura he aprendido su abnegación y su perseverancia. Saura se creyó esta ciudad. El problema es que fue poco dado a ser fuerte cuando tenía más clarividencia política y en cambio en la fase más madura, cuando teníamos más poder, no acertó en algunas decisiones, como aceptar la conselleria de Interior. He sido en todo caso autodidacta, nunca he idolatrado a nadie, y he sido siempre bastante iconoclasta y me he peleado con casi con todos mis jefes entre comillas, porque nunca he entendido esa relación en mi cultura comunista. El primero que da fe de eso es Joan Saura, pero después Jordi Guillot, Rafael Ribó o Gaspar Llamazares”. Con Pablo Iglesias, al que ahora asesora, dice que no se ha repetido esa constante porque la relación que mantiene con el secretario general de Podemos es bien distinta. “Forjamos una amistad desde que estuvo colaborando con la secretaría de política electoral de Izquierda Unida como politólogo, al igual que Íñigo Errejón”.

Tras varios mandatos en la oposición, Luque acabó de concejal de medio ambiente de L’Hospitalet cuando fue el único edil que obtuvo Esquerra Unida i Alternativa en las elecciones de 1999, en que los escindidos de Iniciativa per Catalunya se presentaron por una banda y los otros por la suya. “Aquello fue gobernar un área de sostenibilidad muy iniciática, con acciones sobre los acuíferos, la ordenanza de energía o la batalla de las antenas de telefonía móvil. O cuando en 1999 me apunté a la idea de un día sin coches y tuve que convencer al equipo socialista que me miraban como a un marciano. Pero sobre todo, la capacidad que tuvimos desde nuestra minoría de influir en la acción global del gobierno municipal”.

Los socialistas tenían 14 de los 27 concejales y no necesitaban apoyos para gobernar, pero se abrieron a otras fuerzas. “Aquello solo fue posible por un vis a vis que teníamos Corbacho y yo, que era público y conocido, que no pasaba ni por el grupo socialista y que era muy mal visto por algunos. Era un diálogo voluntario, yo nunca lo pedí y por eso estuvimos ocho meses hablando hasta que entramos en el gobierno municipal, no teníamos prisa. Gracias a la lucha que habíamos hecho conmigo al frente, la oposición tenía unos mínimos medios para ejercer de oposición que nunca se han podido revertir”.

Después llegó el primer gobierno de izquierdas presidido por Pasqual Maragall, en el que Salvador Milà se hizo cargo del departamento de Medio Ambiente y Ramón Luque se convirtió en el único cargo de EUiA con poder, para hacerse cargo de la dirección general de medio natural. “Aquella fue una época extraordinaria por la impronta que dejamos en la consejería con mi área, en calidad medioambiental y en vivienda. Desde entonces está definido lo que tiene que ser una política de vivienda en Catalunya el día que se quiera retomar. Guardo unos recuerdos imborrables, porque nunca había tenido la posibilidad de apagar fuegos al pie del cañón con los bomberos y los agentes forestales, con unos resultados muy positivos, porque las estadísticas fueron de las más bajas de los últimos 15 años en hectáreas quemadas”.

Con todo, su gran satisfacción es otra, cuando ya han pasado diez años de que dejara el cargo. “Estoy particularmente orgulloso de lo que supuso para el medio ambiente la ampliación de la Red Natura 2000 para convertir a Catalunya en el tercer espacio europeo en porcentaje protegido, después de Eslovenia y Andalucía. Pasamos del 21 al 30% del territorio, y no solo fue un aumento cuantitativo, sino de cosas absolutamente olvidadas, como la protección marina, o del parque nacional de Aigües Tortes y del Pirineo. O la ley de pesca que abolió la ley franquista aún vigente, mejorar la ley de caza que había o introducir el oso que estaba a punto de extinguirse con un convenio que hicimos con el gobierno de Eslovenia”.

Existe la sociovergencia
No todo fue coser y cantar y en el gobierno tripartito afloraron discrepancias para aplicar algunas políticas que pretendía este director de medio natural y el consejero Milà. “La Red Natura 2000 y la ley de pesca fueron una batalla contra lo que todo el mundo sabe que existía, y que existe, que es la sociovergencia. Eso es algo más que socialistas y convergentes se pongan de acuerdo, es un fluido que recorre toda la realidad social, aunque ahora menos. Aquello tenía unas conexiones con los poderes fácticos y con la corrupción en muchos casos, era un poder real que llegaba a los debates del consell de govern”.

No se trataba solo de un debate político interno, sino del riesgo de que la Unión Europea impusiera cuantiosas multas a la Generalitat por el retraso en los calendarios que llevaba Cataluña en declarar la Red Natura 2000, recuerda. Se trataba de un “empate” político que desempató la decisión del president Maragall. En un lado estaba lo que representaba la sociovergencia y en otro “el polo avanzado en temas del medio ambiente, que básicamente era el grupo parlamentario de Esquerra Republicana, no los consejeros, nuestra coalición y algunos alcaldes socialistas que nos apoyaron mucho”.

Ramón Luque sostiene que la sociovergencia la encarnaban los consejeros de Agricultura y de Política Territorial, Antoni Siurana y Joaquim Nadal. “Eran los duros, pero encontraron la horma de su zapato en Salvador Milà y en un buldócer al frente que era yo. Y se ha de decir que tuvimos a una aliada privilegiada que fue la ministra Cristina Narbona, [ahora presidenta del PSOE]. No nos tembló el pulso, se aprobó la Red Natura 2000 y lo que no sabe la gente es que es irreversible. Eso quiere decir que si tenemos un espacio reservado porque hay aves de secano, allí no se puede poner agua, que es lo que pasó con el proyecto del canal de Urgell.

Han pasado ya 48 años desde que Ramon Luque empezó a hacer política e ingresó en Bandera Roja, la formación que luego se integró en el PSUC. Es un tiempo suficiente para echar la vista atrás y hacer balance. “Siempre me lo he pasado muy bien, incluso cuando he hecho cosas que me han venido sobrevenidas y que otros no han querido hacer o dejaban por hacer, empujando en lo que era más agrio, siempre en una segunda fila. Ahora voy a centrarme en Europa, singularmente en este momento de la crisis del proyecto democrático y el aumento del fascismo y la xenofobia. Represento a Esquerra Unida en la ejecutiva del Partido de la Izquierda Europea y ahora me dedico a esas cuestiones y a echarle una mano a mi amigo Pablo Iglesias”, concluye. III

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