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Europa y la república catalana
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Europa y la república catalana

26 de octubre

Si ayer los periódicos se mostraban más optimistas sobre la resolución de la crisis catalana, hoy han amanecido grises bajo la borrasca y es que si anteayer los pasillos del Parlament y de la Generalitat ponían el acento en la convocatoria de elecciones, ayer lo centraban en la declaración unilateral de independencia. Si sigue haciendo algo de calor en la calle a finales de octubre es porque arden los cuerpos y arden las circunstancias.

Lo peor de todo ello es que el Govern i Puigdemont se inclinan por opciones contrapuestas en cuestión de minutos, lo que indica que nos movemos a golpe de coyuntura. Que están pasando dos cosas: que se decide improvisando y en silencio; las dos peores maneras de actuar en política. Faltan unas cuantas horas para el cataclismo pero ya se da por hecho. Contra lo que parecería más aconsejable, contra lo que resulta más aconsejado por todas partes, el president y los diputados optarán por la vía radical, tras la cual no hay marcha atrás: la proclamación de la república catalana.

La independencia será declarada a una hora, y a la siguiente pueden estar todos destituidos, algunos encarcelados y el país patas arriba. Declarar la independencia en estas condiciones resulta incomprensible, temerario y suicida. Desde luego, si se opta por esta vía que parece contraria a la razón es porque todo se fía a la resistencia y porque se confía que esta va a ser una resistencia triunfante.

Por su lado, el PP, que se mantuvo flexible y suave tras su acuerdo con el PSOE para aplicar el 155, viró también de forma insensata e incomprensible el lunes por la tarde, afirmando que la convocatoria de elecciones no salvaría la aplicación del artículo maldito. Volvió a dejar al PSOE cautivo y desarmado, sobre todo cuando se vio ayer mismo que no se trataba de una broma, sino de un cambio de estrategia avalado por el propio Rajoy. Si el ejecutivo central actuó de esa manera, tensando la soga cuando más falta hacía soltar lastre, es porque todo lo fía a la fuerza bruta.

La resistencia y la fuerza

Ahora juntemos las dos partes, una que todo lo fía a la fuerza bruta y la otra que todo lo fía a la resistencia y ya tendremos lo único que se debería evitar: el enfrentamiento y la violencia, la inestabilidad y el sufrimiento y a la postre, la frustración y el dolor, porque no se conoce un solo caso, fuera de los enfrentamientos civiles armados o las guerras globales, donde la resistencia haya salido triunfadora en un enfrentamiento con la fuerza bruta.

Junts per Si, ERC y la CUP quieren que la proclamación de la república lleve, de nuevo, toda la carga épica del pueblo que se alza y que es sometido por la fuerza de las armas, como si fuera la primera vez que ocurre. La insensatez de repetir la historia sin haber aprendido nada de ella solo conduce a mantener el espíritu de los derrotados mil veces: seguiremos siendo víctimas de la presión española y eso nos hará más fuertes porque los odiaremos mas. Y así hasta el infinito. Aunque en la forma no quiera, en el fondo, el nacionalismo catalán histórico siempre mantiene en su interior un mensaje de victimismo, de odio y de venganza larvada: somos mejores, nos habéis hecho daño y os lo haremos pagar…

Lo dijo Companys y podría servir para los resistentes del 1714, para sus resistentes del 6 de octubre y para los resistentes del procés: “Tornarem a sofrir, tornarem a lluitar i tornarem a vèncer”. Las palabras cerraron un discurso suyo cuando salió de la cárcel en 1936, amnistiado, después del triunfo del Frente Popular. Vèncer, en realidad, fue que lo amnistiaran las fuerzas populares. Unos cuantos meses después se alzaba el ejército rebelde y lo que de verdad quedó de su discurso era el sufrimiento y la lucha. No aprendemos.

El futuro, no obstante, sigue siendo una incógnita. No ha habido independencias salvo en un contexto de guerra, desintegración de los Estados o acuerdo bilateral. Al margen ya el acuerdo bilateral y eliminado el peligro de guerra porque aquí no hay dos ejércitos, queda como posible la desintegración del Estado, algo que, en el contexto actual parece una quimera pero que quien sabe. Desde luego, en la cabeza privilegiada de algún diseñador catalán del proceso, este componente existe. Teniendo en cuenta como está Europa, la desintegración de un Estado miembro convierte el conflicto interno en un problema continental. No me extrañaría que alguien le hubiera dicho a Rajoy en las últimas horas que la intervención europea tendría necesariamente que producirse ante la evidencia de que España no soporta su conflicto interior. El reconocimiento de la desintegración del Estado español obligaría a la UE a tomar cartas en el asunto para que no se desencadenaran otros movimientos centrífugos en el continente y si eso ocurriera, nadie sabe cual podría ser el resultado final.

La pérfida Europa

Es decir, la sensación es que Europa confía en que Rajoy lamine el conflicto para lo cual tendrá absoluta carta blanca —atención a la OTAN—. Y si no, al tiempo. Justo lo contrario de lo que piensa el independentismo: que un conflicto inacabable, obliga a mediar. Y que Europa estará, en última instancia, dispuesta a echar una mano a los catalanes. Craso error, a mi juicio.

Soy, ya se ve, absolutamente pesimista sobre el resultado final. Pero también lo soy sobre las fases del proceso porque pienso, efectivamente, que el Estado puede desintegrarse como un azucarillo si demuestra incapacidad para resolver el problema en el mínimo tiempo posible. Habrá mucha resistencia, por muchas partes y a largo plazo, y no veo yo al Estado muy fortalecido para soportar esto. Ahora, que si el independentismo piensa que terminar con el Estado implica conseguir una república triunfante, igual se equivoca. A Europa no le conviene, en absoluto y en el momento, presente tamaña inestabilidad. No se yo si tras una España fracasada no vendría Europa a aplacar los ánimos…

Todo esto explicaría la dureza de las últimas horas del PP, el desconcierto del PSOE y la respuesta suicida del independentismo.

En este contexto además, se están produciendo otros daños colaterales de largo alcance. Ya apunté hace bastantes días la perplejidad que produce el alineamiento de Podemos con las tesis catalanistas. Y no solo en el resto del Estado. También en Catalunya para quienes nos sentimos federalistas. El problema tampoco es de ahora. Viene de los orígenes, de cuando Colau se hizo un nombre respetado y respetable en la PAH y Doménech y unos cuantos consiguieron sacar la cabeza en un procés constituient que era una ensalada mayúscula de propósitos y gente. Pablo Iglesias tiene, a mi juicio y en la distancia, un enorme problema que le convendría solventar y es que es fácilmente seducible. Se dejó seducir por el catalanismo de Catalunya si que es Pot en vísperas del 27-S y eso le acarreó una gravísima decepción electoral. Colau y los suyos ganaron el ayuntamiento y después varias generales y a partir de aquí Podemos se obnubiló, sin entender que en Catalunya, más que en cualquier otra parte, una cosa son las municipales y las generales y otra bien distinta las autonómicas. Convendría incorporar este análisis diferenciado porque me temo que la formación morada va a perder votantes entre nosotros. Y si hay convocatoria de elecciones, cuando sea, el cuadro parlamentario va a cambiar. A lo mejor mucho…

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