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Melow Yellow

Por Lluis M Estruch
miércoles 27 de diciembre de 2017, 10:15h

Donovan -un cantante escocés, aniñado y cojo- lo cantaba en 1967 en su canción de éxito: la preferencia por el amarillo suave y su proclama de ser tranquilo y meloso. Su estribillo hizo fortuna, porque también para muchos resultaba una ambigua canción del que tomaba drogas o utilizaba un sensual instrumento.

Poco después, en plena popularidad, Donovan fue detenido por drogas e ingresó en la cárcel un breve tiempo. Donovan, bien valorado por crítica y público, se sumó al “flower power” americano y meditó como otros de su época en la India.

Ya setentón, administra su obra que puede considerarse notable como cantante “folk”.

Donovan, en su día, ignoró los perjuicios sobre el amarillo como el de ser color de mala suerte en el teatro: Moliere murió en escena vestido de amarillo y la obra “Salomé” de Wilde con sus ropajes amarillos fue prohibida hasta 1958.

Tampoco con su mentalidad libre debió contar la mala calificación de “amarillos” que los sindicatos confesionales y rompehuelgas tienen. Mucho menos como escocés protestante que el amarillo sea el color del Vaticano.

Simplemente comunicó una preferencia inicial en su ingenua pretensión de cantar y conectar con la generación “hippie” a través del amarillo.

Este color ha sido adoptado en un ocurrente golpe publicitario por el movimiento independentista para pedir la libertad de sus dirigentes detenidos. La abundancia de prendas, lazos, bufandas y prendas de todo tipo ha sido un éxito inesperado (no tan solo para los chinos) porque es un color que en el gris invernal destaca.

Este invierno, que anuncia ya una sequía notable, nos ha dado un resultado electoral igualmente previsible: una Cataluña dividida en dos mitades, con dos colores, el amarillo limón y el naranja unionista, los otros colores han quedado diluidos, incluso de momento hasta las banderas.

Todo es cuestión ahora de dos colores y de dos sabores: el ácido limón y el más dulzón de la naranja. Sin que el consumo de cítricos, en estado crítico desde hace tiempo, haya mejorado. Aunque “los naranjas” o “naranjitos” hayan aumentado sus votos, y sean ya primeros como partido más votado, esto no les vale para hacer gobierno.

El naranja se adoptó en 2006 como color de Cs y es el color sagrado de la India y del hábito de los bonzos, también un color que Donovan y los “hippies” adoptaron en tiempos.

Es el color de los liberales de Inglaterra y de Ucrania y en Holanda es el color nacional.

Todo son buenas razones para preferir determinados colores. Pero, ¿qué mejor que diluir la excesiva acidez del limón con la dulzura de la naranja? Para obtener un zumo apto para prevenir gripes y catarros y sobre todo para salir con un gobierno y buenas leyes del marasmo social y económico que llega ya a un nivel inquietante.

Si del apacible Donovan (folk singer, encarcelado, idealista y transterrado) dependiera seguro que nos dedicaría una canción adecuada para desencallar esta situación tan excesivamente coloreada.
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