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Juventud en riesgo de exclusión y pobreza económica

Por Fernando Martín
viernes 05 de enero de 2018, 04:25h
Según el último informe publicado por el Consejo de la Juventud sólo dos dos de cada diez jóvenes han podido emanciparse en el año dos mil diecisiete, y cuatro de cada diez se encuentran en riesgo de pobreza.

Esto representa un desastre rotundo y sin paliativos del modelo de contrato social, una inversión de futuro como país absolutamente ruinosa y, sin embargo, no se refleja en grandes movilizaciones en la calle, ni tiene apenas repercusión en medios informativos, ni en propuestas aprobadas en el Parlamento. El asunto es de tal trascendencia que deberían existir propuestas de un Pacto de Estado para abordar el tema en profundidad. Con la situación extrema actual en que se encuentran un elevado porcentaje de jóvenes maltratados en nuestro país, estamos castrando las aspiraciones y los proyectos vitales de toda una generación. Entretanto, los políticos presumen con un discurso más o menos triunfalista de que hayamos salido de la crisis y de que todo funciona bien, cuando en realidad deberían tener un poco más de rigor intelectual y más autocrítica. No obstante, aquí el término autocrítica parece que es una palabra moribunda.

Al final, si el problema persiste, tendremos que cambiar el Código Civil, porque nos vamos a encontrar con muchos ciudadanos mayores de dieciocho años durante mucho tiempo que, sin embargo, son menores de edad al no poder emanciparse y depender de una paga de sus padres.

En efecto, la auténtica independencia para los jóvenes es la económica, materializada a través de un puesto de trabajo. Asimismo, nos encontramos con la paradoja de que casi un cincuenta por ciento de los jóvenes están sobrecualificados en relación a los puestos que desempeñan. El informe del Consejo de la Juventud estima que el panorama dramático ya se visualizaba desde 2008. Por ello, de mantenerse esta tendencia, si los jóvenes se enfrentan a esa falta de expectativas, la etapa de la juventud se prolonga en el tiempo; además, en su vida laboral, con trabajos precarios, las cotizaciones a la Seguridad Social serán mínimas, lo cual no solo afectará a los jóvenes sino también al conjunto de la sociedad, por ejemplo en cuanto a la viabilidad del sistema de pensiones, con una sociedad ciertamente envejecida.

En cuanto a las emancipaciones, los jóvenes según el informe se van a vivir más con amigos o familiares cercanos, pero con la intención de regresar al domicilio familiar porque los trabajos son inestables. Hasta mediados de los ochenta ya se hablaba del problema de los jóvenes y el acceso a la vivienda, pero hasta entonces la emancipación era casi automática. Ahora en cambio depende mucho del punto de partida de los jóvenes, en función de la clase social a la que pertenecen.

Asimismo, la opción del alquiler sigue siendo mayoritaria, pero compartiendo vivienda. Abundan los hogares atípicos, para compartir los gastos de alquiler aunque no sean las condiciones óptimas para tener una trayectoria vital a largo plazo.

La imposibilidad de la emancipación dinamita la igualdad que se ha construido durante el periodo educativo. La educación nos iguala a todos, pero esta barrera provoca que se independicen quienes disponen de mayores recursos económicos, más formación y más posibilidad de influencia. Existe casi un 40% de gente joven en riesgo exclusión o pobreza económica, entendiendo por dicho concepto tres factores, según Eurostat: estar por debajo de la mediana del sesenta por ciento de ingresos, encontrarse en carencia material severa, y en hogares que trabajan, pero con baja intensidad de empleo, con jornadas a tiempo parcial o subempleadas.

Asimismo, entre los que trabajan, en el caso de los salarios entre la gente joven, la polarización es todavía más extrema. Por ejemplo, la diferencia entre los que cobran más y menos es casi el doble o más de la que existe en el resto de la sociedad. Por ello, en los jóvenes no sólo se reproducen los vicios de la sociedad, sino que además los mismos se agravan. Lo mismo sucede en cuanto a la precariedad laboral, el acceso a la vivienda, y otros problemas esenciales que afectan al resto de la sociedad.

Incorporación tardía al mercado laboral
Además, el nivel de desertización o pobreza intelectual, generado por los jóvenes que no tienen posibilidad de trabajar en el país donde se han formado y se marchan al extranjero para ejercer sus profesiones, supone un enriquecimiento para el país de acogida, y en paralelo un empobrecimiento para el de procedencia. En conclusión, estamos inmersos en una sociedad en que la incorporación de los jóvenes al mercado laboral se retrasa cada vez más, al tiempo que se adelanta la expulsión de los mayores, con lo cual la vida laboral que les espera cuando se puedan situar será cada vez más corta y menos halagadora.La cuestión de la baja emancipación está vinculada a derechos sociales y derechos políticos.

La gente joven se halla en un entorno de extrema vulnerabilidad, que les impide el acceso a oportunidades que se daban por establecidas, con lo cual hay un sesgo internamente muy acentuado en la sociedad. Es un síntoma de todas las fragilidades de la sociedad en su conjunto, no es un problema individual de los jóvenes que no quieran emanciparse, sino que lo deben hacer de una manera más precaria y vulnerable. A esa situación crítica se ven sometidos, derivada de un conjunto de elementos no resueltos en nuestro modelo social, que en gran medida no depende de ellos.III

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