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Realistas y creíbles
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Realistas y creíbles

9 de enero

La verdad es que han pasado bien pocas cosas desde el 21-D y algunas más, pero bastante irrelevantes, desde finales de noviembre, más allá de las tópicas disquisiciones de la campaña y la contumaz victoria del independentismo que deja las cosas más al aire que nunca.

Si en octubre me pasé muchos días perplejo, en noviembre me sentí considerablemente agitado y en diciembre perfectamente confuso, al compás de unos acontecimientos que si no fueran reales podríamos aventurar que forman parte de un guión enrevesado y sin final feliz, escrito por alguien que no quiere mucha paz.

Lo más relevante de lo que llevamos de año fue el anuncio de Rajoy de que el Parlament se constituiría el 17 de enero. A la luz de esas prisas se han sucedido reuniones en las cúpulas de los partidos y entre las cúpulas de los independentistas y los vigilados del exterior, para ver como esos vigilados consiguen un imposible: tomar posesión y actuar políticamente a 1.300 Km de distancia.

En esas filigranas se consumen las energías para seguir en una brecha que tiene muy mal futuro. En esas, y en los esfuerzos para que la cárcel de Estremera se vacíe de independentistas con acta de diputados. Vano intento hasta ahora, aunque Junqueras ha dimitido de su talla de estadista, historiador y republicano utópico para alardear de su intrínseca bondad personal y política para enternecer a unos jueces que están allí para aplicar la ley —por lo que se ve con una inusitada dureza— y no para ejercer de confesores espirituales. Se las trae al pairo que Oriol sea un buenazo. Lo tienen allí porque quiere separar Catalunya de España sin contar con las dificultades que impone la ley.

Puede ser cierto que Junqueras sea bueno, pero además hay que ser lúcido: si te saltas la legalidad sin que haya estallado el Estado, el Estado actúa. Para cargarte la legalidad sin que el Estado actúe, hay que cargarse primero el Estado. Y, claro, eso no es nada fácil. Y menos en Europa, donde el Estado español es una de las 27 piezas intocables del laberinto. Tocar una pieza, es como tocarlas todas y Puigdemont ya ha empezado a darse cuenta (espero) aunque ya sea demasiado tarde.

Hacer viable un imposible

Así que todo parece moverse hoy en la galaxia de hacer viable un imposible, que es nombrar al mismo presidente que había, con un gobierno parecido, para hacer más o menos lo mismo. Igual no se puede hacer lo contrario, que es nombrar a otro presidente, que presida otro gobierno de nuevo cuño para poner en práctica otra política, pero lo que parece difícil es que Puigdemont sea presidente, Junqueras vicepresidente y entre sus consellers estén Sánchez, Forn, Comín, Puig, Serret y Ponsatí. Difícil, como que vuelva a presidir el Parlament Carme Forcadell o como que la mesa vuelva a forzar el reglamento en contra de la oposición y puede que de nuevo en contra del Estatut y de los letrados de la cámara catalana. Todo, ya se ve, muy difícil…

De todos modos a mi, lo que me tiene realmente estupefacto, no tiene que ver con lo que pueda pasar el día 17 sino con lo que pasó el día 5, cuando el Supremo mantuvo por unanimidad a Junqueras en la cárcel. Y no porque el Supremo actuara así —o no solo por eso— sino porque todas las interpretaciones que han hecho los independentistas siguen una misma valoración: el Supremo mantiene a Junqueras en la cárcel porque actúa al dictado del gobierno, de modo que la separación de poderes es una entelequia.

Cuando la separación de poderes es una entelequia, el Estado de Derecho es una filfa y la democracia ha dejado de existir. Otra cosa es lo que piensen algunos. Pero si se hace evidente que la separación de poderes no existe y esto es reconocido como un hecho constatable, hay que meter a la democracia en un ataúd y rezar un responso antes de empezar a correr.

Denuncias falsas

Cuando alguien cree que la democracia ha desaparecido, la principal tarea es demostrarlo y paralelamente denunciarlo. No existe otra tarea más urgente. No vale decir que no hay democracia y entretenerse para ver quien preside la mesa del Parlament. A no ser que también esas denuncias de que el Supremo funciona a toque de corneta sean tan falsas como la jaqueca que decían sufrir los independentistas por la convocatoria ilegal del 21-D.

Entonces dejaron de ser coherentes y creíbles desde los convergentes hasta los cuperos. Ahora, empiezan a dar un poco de pena. No porque no tengan razón. Sino porque actúan como si no se lo creyeran. Una vez más.

Como han denunciado muchos juristas de relieve, lo que ha hecho el Supremo no se sostiene jurídicamente. A su juicio. Porque a juicio del Supremo, es absolutamente razonable que Junqueras y los Jordis sigan en el talego. Y ahí radica la auténtica cuestión. O se trata de percepciones jurídicas distintas o se trata de que el Supremo hace lo que le pide el gobierno. En el primer caso se trata de tesis contrapuestas. Y a algunos les va a costar convencernos de que actúan conforme a derecho. En el segundo caso, no hay democracia. Y eso ya son palabras mayores.

Si es verdad que se han cargado la democracia, si de verdad nos lo creemos, lo único urgente es restituirla. Y para ello hay que ponerlo todo en crisis. Las instituciones parlamentarias en primer lugar. Si es verdad que se han cargado la democracia no entiendo lo que hacen los partidos que así lo consideran, que no huyen de las instituciones y se van directamente a ocupar las calles…

¿Será que no hay seguridad al respecto? Pues si no hay seguridad de que han destruido el sistema, vale más no afirmarlo. Ser realistas obliga a ser comedidos. Y solo los comedidos son creíbles.

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