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Los límites de la ciudad estado

Por Lluis M Estruch
viernes 04 de enero de 2019, 04:19h
La progresiva entrada escénica de nuevos candidatos a alcalde en Barcelona y su área metropolitana lleva al posible elector a grandes dudas para evitar el voto en blanco.

Esta protesta pasiva que nunca llega más allá del número de esperantistas, al menos en su efecto práctico final. Despejada la duda inicial, seguimos el no siempre sugestivo mensaje de los actores políticos, a los que se supone un meritoriaje suficiente, en Barcelona capital, se da en la mayoría. Son líderes hechos a la brega política, con méritos sociales reconocidos.

Uno de ellos, Manuel Valls fue ex primer ministro y ministro en Francia; ha retornado al pequeño país catalán que le contempla entre la sorpresa y el susto opositor, sin negar su experiencia y competencia.

Él ha deslizado en actos el sugerente concepto de la Ciudad Estado para Barcelona, a la que desearía junto con Vargas Llosa, como futura capital cultural mediterránea.

No está nada mal, como primer reclamo. ¿Qué es hoy una Ciudad Estado? Singapur, -lo es sin duda-, no lo es el Vaticano y en cuanto a Mónaco… Sí lo fueron Venecia, Génova, Amalfi y Pisa; también las ciudades de la Liga Hanseática nórdica confederadas, en especial

Hamburgo y Bremen que aún conservan ventajas específicas. Berlín de nuevo capital alemana, conserva de su etapa ocupada, singularidades fiscales.

Barcelona mantiene desde la época de Porcioles (1960) la Carta de Barcelona, que concede autonomía y franquicias a sus mandatarios, dicha Carta en 1998 se reconoció de nuevo y se mejoró.

Bien es cierto que entre Porcioles y Maragall hubo una cierta continuidad del proyecto de la “Barcelona gran”, y que el recelo de Pujol acabó con una Corporación metropolitana expansiva y dominante del entorno barcelonés. Al acabar la etapa Mas, ya con el Tripartito parecía posible renacerla. No fue así.

Ahora Valls, que fue alcalde de Évry (54 mil habitantes) una ciudad difícil que pacificó a gusto de todos por once años, nos recupera la noción de Ciudad-Estado ¿cómo en la Grecia clásica?. No, si bien laico y librepensador nos habla de una capital, faro editorial del mundo hispano, de creación de empleo ecológico y de innovación en el sector servicios, desde el turismo a la sanidad.

Le reprochan dominancia elitista, pero él propugna proteger al sector inerme de la sociedad frente al creciente atropello del incivismo agresivo y delincuencia impune.

No proyecta una ciudad alta que domina a la ciudad baja, como en la distopía de Jünger, “Eumesvill”, sino la colaboración transversal e interclasista y un “ascensor social” en marcha con buena enseñanza y dominio de lenguas.

¿Por qué Barcelona no llegó a Ciudad- Estado, como si lo fueron sus equivalentes italianas? Por sus conflictos intestinos y baja demografía. Hoy, con una situación social alterada, es preciso el reequilibrio y asegurar el progreso material para todos, rápido y continuo. Así llegará la paz.

A Valls, para su proyecto le interesa el área metropolitana, porque mientras el interior catalán se despuebla, la zona costera se potencia. Por ello si existe el “Gran París”, un “Gran Londres” o incluso la “Gran Roma” debe existir la “Gran Barcelona” cohesionada y flexible, como son las Ciudades Estado y como eran las ciudades italianas que prosperaron, mientras Barcelona decaía sin remedio.

La Ciudad-estado de Barcelona debe expandirse desde el Vallés al Baix Llobregat, seguro que Pau Vila lo entendería; las distancias en carro al mercado, ya no sirven. Diluyendo así la gaseosa Tabarnia. III

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