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21 de febrero. Anti-autodeterministas
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21 de febrero. Anti-autodeterministas

El juicio se está haciendo tan reiterativo que en la sesión del miércoles se despacharon los interrogatorios de cuatro de los acusados aunque se acabara a horas intempestivas para sus señorías.

Tampoco se trataba de los acusados más destacados. A Rull y a Bassa se les pide lo mismo que a Forn, Romeva y Turull, 16 años de cárcel acusados de rebelión, pero a Mundó y a Borràs siete años por desobediencia y malversación.

Rull ocupó toda la mañana y se mostró beligerante con la Fiscalía y sobre todo con la Abogacía del Estado y Mundó siguió su estela aunque con menor énfasis y con más síntesis. En cambio Bassa y Borràs se limitaron a cumplir con el protocolo, sacándole pimienta a sus declaraciones y dándole a su testimonio un carácter mucho más técnico que político, mas rigorista si se quiere. Fue interesante el interrogatorio a Dolors Bassa y a Mundó porque ambos son también de ERC, como Junqueras y Romeva, pero en su caso respondieron a las acusaciones del Estado y no se declararon explícitamente presos políticos. En otro sentido, la parte más emotiva la protagonizó nuestra conciudadana Meritxell Borràs cuando, a preguntas de su abogada, la penalista Gené, recordó la muerte de su padre el 12 de septiembre de 2017 en pleno berenjenal judiciario. Pero hubo poco más. Todos desmintieron que se gastara un duro de dinero público y apenas dieron importancia ejecutiva a la declaración unilateral de independencia que tenía para ellos un único valor político, solemne pero inactivo, como se puso de manifiesto a continuación. Aquello de que la República no existe, idiota, pero con otras palabras más elegantes y otros gestos menos abruptos. Como queriendo decir: la República no existe, pero decir que la poníamos en marcha como si fuera verdad, tenía un notable sentido institucional, aunque nadie debería castigarnos por ello. El castigo principal, si quieren ustedes, es el inconmensurable ridículo internacional y el misericordioso engaño al que sometimos a quienes pensaban que estábamos haciendo una declaración ejecutiva en serio.

Desobediencia tonta

Y tan campantes. No se puso en marcha la República no porque nadie quiso, sino porque nadie pudo. Porque ya se veía que aquello, en aquellas condiciones y con aquellos mimbres, no podía salir bien. Así que, de hecho, ni hubo sedición, ni rebelión, ni hubo casi nada, como no fuera un poco de desobediencia tonta y muchísimas energías gastadas y quizás algún dinero incontrolado que vete a saber si se sacó de las arcas públicas o de los bolsillos de muchos interesados a cambio de no se sabe qué cosas. Por ejemplo. Todos los acusados coinciden en decir que no se gastó un euro de las arcas públicas. Pero dinero se gastó, porque se imprimieron papeletas y se compraron urnas, como vio todo el mundo. La prensa dijo en su día que las urnas fueron compradas por algunos empresarios que tenían mucho interés en algunas recalificaciones que dependían de la Generalitat, aunque no hay certeza alguna porque todo ello se encuentra todavía en una nebulosa sin concreción. Pero no busquen facturas en la Generalitat porque no las encontrarán, repitió Rull un montón de veces. Y en eso se basa la acusación de malversación pública: en la evidencia del dinero público gastado para cuestiones superfluas. Si no se encuentran facturas, a ver como se demuestra que se gastó ese dinero público…

También fueron saliendo las demás cuestiones esenciales: la inexistencia de delito en la convocatoria del referéndum del 1 de octubre por la despenalización que se hizo de este tipo de consultas en el código penal; la insistencia en que el 80% de los catalanes, en todos los sondeos demoscópicos, afirman defender el derecho a autodeterminarse y la persistente voluntad del gobierno de Cataluña de negociar con el Estado un referéndum pactado y vinculante.

Romeva dio unas cifras interesantes sobre la autodeterminación en el mundo. Afirmó que a lo largo del siglo XX se hicieron 106 referéndums de autodeterminación, de los cuáles 54 se convocaron después del año 1991 y, de estos, 26 sin acuerdo entre los Estados y 28 con acuerdo mutuo. Más allá del criterio que se tenga sobre ese derecho, controvertido y discutible, lo que indica es que la dinámica autodeterminista resulta irrefrenable —y mucho más en la época que nos ha tocado vivir— porque siempre hay un colectivo potencialmente autodeterminable en cualquier realidad geopolítica. Es decir. Si el derecho a la autodeterminación de los pueblos se plantea como un derecho irrenunciable, el mundo está abocado a la partición infinita porque todo el mundo puede ser sensible, en un momento determinado de la historia, a autoorganizarse políticamente. No es que sea bueno ni malo. El anarquismo como teoría política defiende en esencia la autodeterminación de las comunidades, la confederación incluso municipal. La África medieval no era más que un continente habitado por colectividades mancomunadas donde no se pasaba hambre y probablemente la gente era feliz. Pero llegó la Europa colonial y terminó con aquel régimen de autonomías felices pero débiles. Porque lo evidente es que la unidad hace la fuerza y la división debilita, y en un mundo donde las fuerzas económicas dominan la realidad geopolítica, en un mundo donde impera el capital, los equilibrios se garantizan sobre la base de realidades políticas fuertes y no débiles.

Anticapitalistas

Razonablemente, para defender el derecho a la autodeterminación de los pueblos en el mundo real, habría que ser a la vez anticapitalista radical porque mientras exista el capitalismo, lo aconsejable es permanecer en un núcleo políticamente fuerte y estable que garantice los equilibrios económicos. Es cierto que se puede conseguir la unidad en la diversidad y que el autodeterminismo catalán ansía a su vez la estabilidad europea, pero para ello no hace falta, en mi opinión, debilitar a los Estados sino fortalecerlos por la vía de una solución interior que satisfaga los deseos, las necesidades y las aspiraciones propias. Una Unión Europea de Federaciones Estatales, en la línea de la fórmula de los Estados Unidos americanos seguramente nos haría más fuertes y más equilibrados y podríamos influir para que otras realidades geoestratégicas siguieran el ejemplo europeo de Estados Federales unidos y fuertes.

También podríamos pedir una Europa de los Soviets, claro, pero me temo que nos va a resultar bastante difícil modificar este sistema económico a corto plazo.

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