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El major Trapero declarando.
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El major Trapero declarando.

15 de marzo. La pregunta

La alternativa estaba entre mantenerse en el centro de la posición y recibir de todas partes, o decidirse por uno de los dos extremos: el más cercano a las posiciones independentistas, o el más opuesto.

El movimiento desde el puro independentismo hacia el centro lo iniciaron, en días pasados, los comisarios Castellví y Quevedo, pero fue el mayor Trapero el que se desmarcó incluso del centro para correrse hacia la legalidad constitucional, dejando con un palmo de narices a quienes lo consideraban uno de los suyos.

Tratado en todo momento como el acusado que es y no como el testigo obligado a decir verdad que acepta comparecer y contestar, el mayor Trapero se mostró convincente, confiado, minucioso, claro, serio, riguroso, crítico y autocrítico, reflexivo y sobre todo audaz. Porque hacía falta mucha audacia para desmarcarse, como lo hizo, de una imagen, a su juicio manipulada, que solo le ha llevado a él, a sus mandos y al Cuerpo que representa a una posición de debilidad y de sumisión que no parece estar dispuesto a seguir alimentando. Su única fidelidad, según puso de manifiesto, es el Cuerpo que dirige y la legalidad a la que se debe y, haciendo de testigo, articuló una defensa sólida que posiblemente —solo posiblemente— le sirva para demostrar su inocencia de los cargos de rebelión que pesan sobre él y los suyos.

El procedimiento

La declaración del mayor Trapero, además, sirvió para unas cuantas cosas más. La primera, para mostrar la inexperiencia de la acusación popular y la falta de tino de la Fiscalía y de la abogacía del Estado. La primera, por su chulería al citar al máximo responsable de los Mossos con el objetivo de convertirlo en el ariete contra los acusados y, las segundas, por no contemplar en toda su dimensión la importancia de su testimonio y no llamarlo a declarar en su día. La inexperiencia de Vox se puso de manifiesto cuando cerró su interrogatorio sin hacer la pregunta clave que el mayor se había preparado con fruición: qué pasó en la reunión del 28 de septiembre realizada a petición de los Mossos con los máximos representantes políticos de la Generalitat a tres días del referéndum. Como Vox no hizo la pregunta, Fiscalía y Abogacía no pudieron interpelar pese a que lo intentaron de muchas maneras distintas, siendo interrumpidos por las defensas y por el propio presidente del Tribunal que había dispuesto un método de interrogación que no admitía saltarse las normas en ningún caso. Pero la pregunta era tan importante que la tuvo que hacer Marchena, cuando ya se veía que Trapero ardía por responderla. Y vaya si la respondió.

Vino a decir que en la citada reunión del 28 de septiembre habían avisado de la ilegalidad del referéndum, que no se equivocaran con ellos que no iban a romper con su fidelidad a la ley, que no podían ser considerados unos instrumentos del independentismo y que no podían aceptar declaraciones de los políticos que daban una imagen del Cuerpo que no se correspondía con la realidad. Afirmó que la reunión había sido convocada por los mandos ante la preocupación suscitada por el previsible enfrentamiento de millares de ciudadanos con los escasos 12.000 efectivos de los ME y que habían pedido que estuvieran los principales impulsores, entre ellos la presidenta del Parlament, que sus defensores han intentado situar en un papel representativo sin capacidad política.

Y cerró su declaración con el detalle que más daño hará a quienes lo idolatraban, como brazo armado en la sombra del independentismo: con la revelación del plan diseñado por el Cuerpo para detener al Ejecutivo y al president de la Generalitat tras la declaración de independencia, puesto en conocimiento del TSJC y que sin embargo ni el tribunal ni la fiscalía activaron, con tiempo sobrado para ello.

La importancia del dato no es solo porque existía un plan, sino porque a raíz de lo acontecido en el Parlament el 27 de septiembre con la declaración de la DUI, fue Trapero el que tomó la iniciativa de ponerse en contacto con la judicatura para ponerse directamente a su disposición por si ordenaban cualquier tipo de acción. Como por ejemplo, esa detención del ejecutivo, que tenían prevista y madurada desde dos días antes.

Descargo no definitivo

Con sus palabras, la posición teórica suya y del propio Cuerpo quedó manifiestamente rehabilitada, en el sentido de que jamás estuvieron dispuestos a saltarse la legalidad, pero a pesar de lo que se pueda desprender del aroma general de la declaración, no parece que su descargo sea definitivo. Sirvió, eso sí, para volver a poner en el centro del conflicto a los acusados, a los que se venía a decir que incluso manipularon a los ME para su propia conveniencia sin tener en cuenta su posición contraria a la independencia. La declaración de Trapero pone un dogal al cuello de los acusados, pero no se lo acaba de quitar a sí mismo, sobre todo porque una cosa son las declaraciones y otra cosa bien distinta las evidencias y las apariencias. Y hubo, a lo largo de esas semanas, demasiadas apariencias y excesivas evidencias que dejan al Cuerpo y a los mandos en un mal lugar. Ahora, todo el mundo quiere salvarse de la quema, incluido el mayor, y puede que su convincente declaración le ayude a ello, pero no elimina las sospechosas ausencias en los momentos clave —en el 20 de septiembre, por ejemplo, o en el propio 1 de octubre.

Consciente de ello, José Luis Trapero accionó la palanca de la autocrítica y también de la crítica global reconociendo que en algunas ocasiones pudieron equivocarse y manteniendo la convicción de que no solo los Mossos mantuvieron una posición de inacción en los momentos previos al 1-O sino también las otras fuerzas y especialmente su coordinador Pérez de los Cobos, que fue impuesto por el gobierno central por una desconfianza en aquellos momentos mas indiciaria que otra cosa, y que fue incapaz, por su inexperiencia operativa, de reaccionar convenientemente el día de autos.

Todo fue muy complicado en esos días, vino a decir Trapero, y no consiguieron sustraerse a la sensación de que acompañaban a los independentistas en el procès, ni tampoco lo contrario, que estaban dispuestos por encima de todo a preservar la legalidad. Pero demostrar fehacientemente que ellos fueron quienes convocaron al govern en septiembre para decirle directamente lo que pensaban de lo que estaba pasando, tiene una fuerza probatoria inusitada porque está dicha bajo la obligatoriedad de decir verdad. Y eso fue posible porque al final, Marchena pudo hacer la pregunta que el mayor esperaba como agua de mayo.

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