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Guillermo Augé con su rebaño.
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Guillermo Augé con su rebaño.

El último rebaño

Por Lluis M Estruch
jueves 03 de octubre de 2019, 23:19h
Guillermo Augé, de 37 años, es hombre alto y corpulento, que con el título de mecánico de aviación y plaza asegurada prefirió el oficio de pastor de ovejas.

Reside en El Prat y con su padre y hermano pastorea un rebaño de 500 ovejas que puede ser el último de importancia en el Parc Agrari, puesto que el otro de igual tamaño está en venta.

Guillermo ignora que en el siglo XVII Barcelona prohibió la entrada a ciudad de los rebaños samboyanos, como represalia a la protesta de sus vecinos por el destrozo de un talud anti inundaciones por parte de los rebaños barceloneses. ¡Barcelona y sus imposiciones de siempre!

Guillermo consiguió una ayuda a cinco años para lograr una instalación moderna y modélica donde sus ovejas de raza mixta segureña-lacona crían.

La oveja se rige por el horario solar y nadie duda al acompañar a un pastor que es un duro oficio. Nuestro pastor que tuvo dudas de dedicarse a este esforzado oficio, pero reconoce ahora que sus corderos de seis meses son muy cotizados en el mercado barcelonés y que su producción esta asegurada, aunque confiesa que desde hace tres años el precio/kilo se ha mantenido o incluso rebajado, cosa que él atribuye a una contracción de la demanda de los países del Extremo Oriente, lo que ha provocado una sobreoferta.

El tema nos lleva a la Fiesta del cordero islámica. Nos informa que han solicitado un punto de venta y eventual sacrificio-transitorio con veterinario “ad hoc”, y que la Generalitat no lo acepta; si bien, “cierra los ojos” ante las ventas y sacrificios de corderos en lugares inadecuados. Las ventas directas sin control veterinario están prohibidas, pero del “dicho al hecho…”.

Los cuatreros, ladrones de ganado han disminuido con la introducción del “chip” o DNI ovino. Sin embargo los incidentes de animalistas menudean en perjuicio de los propios animales.

Su instalación es vecina de las pozas de Can Dimoni, donde se han asentado animales intrusivos que la administración consiente. Ello nos conduce a la moda de utilizar ovejas para evitar incendios, que Sant Boi y otros están probando; Guillermo es escéptico si bien considera que las ovejas de raza ripollesa, por su envergadura, podrían valer.

Para acabar, conversamos sobre la despoblación del Parc Agrari. En la actualidad apenas hay niños allí; ello es un síntoma amargo de que el neoruralismo y la vida ecológica es más una moda que una práctica. Y el tal vez último rebaño de Guillermo Augé puede ser un símbolo y la prueba de una decadencia. III

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