www.elllobregat.com

8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora

Juana y Amparo, dos miembros de Unió Kellys Catalunya que han dado su voz para este reportaje.
Ampliar
Juana y Amparo, dos miembros de Unió Kellys Catalunya que han dado su voz para este reportaje. (Foto: FJR)

Sin ellas, el mundo se para

Por Francisco J. Rodríguez
jueves 05 de marzo de 2020, 23:52h
Hablamos con cuatro mujeres cuyos trabajos ayudan a mantener el pegamento social. Amas de casa, cuidadoras o las ‘kellys’ reclaman más reconocimiento de su labor.

Llegar de hacer turismo rendido y encontrar tu habitación de hotel impoluta, lejos del desastre en que la sumiste horas antes. Llegar de trabajar y tener un plato caliente encima de la mesa esperándote, o bien encontrar en el armario, planchada y prístina, esa camisa que dos días antes echaste en el cubo de la ropa sucia por motivos que ahora no vienen al caso. Despreocuparte porque ese familiar que necesita asistencia está en buenas manos. Y la lista podría seguir hasta la página siguiente. Se trata de labores que suelen estar en la sombra, lejos de los focos del éxito al que todos aspiramos ciegamente en nuestras carreras, pero que son el auténtico pegamento social. Trabajos que, muy a menudo, son ejercidos por mujeres, están mal pagados, no reúnen las condiciones mínimas y, a veces, se hacen por amor al arte.

Este mes de marzo, coincidiendo con la celebración del Día Internacional de la Mujer Trabajadora el día 8, hemos querido poner el foco sobre esos trabajos sin los cuales todo dejaría de funcionar.

El cuidado del hogar
Comencemos por lo principal, el hogar. Nuestros ‘boxes’ particulares donde descansamos y salimos preparados para ir a trabajar cada mañana. Un lugar, por otro lado, cuyo mantenimiento y limpieza parece que nunca acaba. Esa es una labor que tradicionalmente ha recaído en las madres, que han tirado adelante con la casa, los niños y sus respectivos trabajos. Este es el caso de Benita Sánchez, vecina de L’Hospitalet, que ha estado más de treinta años llevando su hogar a la vez que trabajaba.

Cuatro décadas después, no puede disfrutar de una pensión de jubilación porque siempre trabajó sin asegurar. Estando en casa, entre biberón y biberón y entre lavadora y lavadora, engarzaba las bobinas de los coches del Scalextric -podía llegar a hacer entre 600 y 700 al día- y por céntimos la pieza daba puntadas a camisones que se vendían después a 4.000 pesetas en una conocida firma de centros comerciales. “Iba a llevar a los niños al colegio, los traía para darles la comida, los volvía a llevar a las tres, volvía por ellos a las cinco, llevabas a uno a la piscina y al chico en el carrito, venía, me ponía a coser, luego la cena y, cuando se acostaban, de nuevo a la máquina hasta las dos de la mañana”. Este era el día a día de Benita, que tenía que tener las piezas listas para el día siguiente, porque venían a buscarlas y a darle más trabajo.

Ahora lamenta que su esfuerzo y el de tantas otras madres -y ahora abuelas y abuelos que se encargan de sus nietos- “no lo reconozca nadie”. En alguna ocasión se ha puesto sobre la mesa la problemática de estas mujeres que han trabajado toda su vida, y que a día de hoy tan solo pueden acceder a una pensión no contributiva si no perciben ingresos superiores a 5.488 euros al año. “Si hubiera metido en el comedor a los niños y me hubiera buscado un trabajo con el que cotizar, hubiera tenido una paga, y ahora no tengo nada, nada más que a ellos”, apostilla Benita.

“Somos invisibles”
Otro colectivo tradicionalmente invisibilizado y que últimamente está saliendo del armario sin tapujos son las camareras de piso, las kellys, ‘las que limpian’. Hablamos con Juana Mugica y Amparo Vela, trabajadoras de dos hoteles del área metropolitana y vecinas de la comarca. Ellas han pasado de ser invisibles e increpadas en ocasiones por clientes insatisfechos -o directamente ignorantes de sus condiciones- a estar en primera línea informativa. Juana recuerda una Fiesta de la Rosa del PSC en Gavà, a la que fueron invitadas como miembros de Kellys Unió Catalunya. “Había señoras que querían hacerse fotos con nosotras, estábamos flipando”, recuerda Juana. Y es que la realidad de este colectivo es de jornadas interminables, 15 o 20 minutos por habitación y una carga física importante que provoca constantes lesiones. “Codo del tenista, bursitis, túnel carpiano y, aunque no se reconozca, también la ciática”, enumera Amparo como las principales afecciones de un colectivo acostumbrado a ellas. “Es más normal para nosotras una pastilla que un bocadillo”, señala Juana.

Por todo ello, explica Amparo, llegó un día que las camareras de piso “dijeron basta” y, desde entonces los hoteles han mejorado algunas condiciones laborales, aunque hay camino por hacer.

Amparo y Juana plantean la invisibilidad de las camareras de piso. Una situación similar que experimentan en ocasioenes las mujeres que se dedican a limpiar casas. Imane El Afia vive en L’Hospitalet y lleva 16 años ejerciendo esta profesión. Tiene tres hijos y, como en el caso de Benita, alterna su trabajo con el cuidado de los suyos. Su horario arranca a las seis de la mañana y se alarga hasta tarde, en ocasiones hasta las nueve de la noche. Entre casa y casa, lleva a sus tres hijos al colegio, les da de comer y mantiene su hogar a punto. “Es mucho trabajo, pero es una nómina más; lo primero es la salud y la familia”, reconoce.

Nóminas que, a menudo y para más inri, no reflejan lo mismo que las de los hombres. Y es que según el último estudio ‘Dones i mercat de treball’ del Obeservatori del Consell Comarcal, la brecha salarial en el Baix es del 23%.

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios