En la segunda mitad del siglo XIX Barcelona echó abajo sus murallas y se expandió hacia el río Llobregat. De dicha expansión nació el actual barrio del Eixample. Siglo y medio después, la gran Barcelona sigue creciendo, en este caso hacia el Baix Llobregat y L’Hospitalet, un territorio en construcción que es objeto preciado de las promotoras para construir viviendas.
De hecho, en la comarca hay varios proyectos inmobiliarios de calado, de los cuales destaca uno, por su tamaño y ambición. Es el conocido Pla de Ponent de Gavà, que pretende edificar casi 5.000 pisos -40% de las cuales de protección oficial-, 20 equipamientos y habilitar cinco nuevos parques que conectarán el espacio agroforestal comprendido entre Gavà y Castelldefels. A principios de marzo se puso la primera piedra de un proyecto que cuenta con una fuerte contestación vecinal por parte de varias entidades vecinales y ambientalistas agrupadas alrededor de Salvem el Calamot, que asegura que el plan es una “amenaza” al medio ambiente y que responde a criterios de “especulación”.
Por otro lado, en L’Hospitalet destaca la promoción inmobiliaria que se está edificando en los antiguos terrenos de la fábrica Cosme Toda, en el barrio de San José. El gran complejo albergará casi un millar de viviendas y espacios verdes, a la vez que pretende rehabilitar edificios patrimoniales de la factoría. Otro proyecto que se mira con recelo en el barrio, temeroso del fenómeno de la gentrificación en una ciudad de por sí densamente poblada.
El norte de la comarca no es una excepción a este aumento de las promociones urbanísticas. En Martorell, tras años de freno por la crisis, se ha desencallado el proyecto del barrio de La Sínia, que acogerá más de un millar de pisos y equipamientos públicos.
Proyectos que han despertado la alarma entre los ecologistas y otros colectivos vecinales, que el 12 de marzo presentaron la plataforma SOS Llobregat, que apunta a que la comarca “está amenazada de muerte por la especulación urbanística”. El debate está servido.
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