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La facturación cero: el drama de tres autónomas que temen bajar persianas
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La facturación cero: el drama de tres autónomas que temen bajar persianas

viernes 01 de mayo de 2020, 08:00h
Las dueñas de una peluquería, una pequeña empresa y un bar musical, frente al Covid-19. Muchos locales cerrarán si sigue el estado de alarma y se impone distanciamiento social. Los propietarios reclaman una ‘amnistía’ de pagos y compensaciones para sobrevivir.

La pandemia de coronavirus se está cobrando la vida de millares de personas. Pero no van a ser los últimos fallecidos Un reguero incontable de Pymes y autónomos de L’Hospitalet y el Baix Llobregat también están en peligro de muerte.

Con los locales cerrados, sin ingresos y una cuenta de pérdidas que no para de crecer con el estado de alarma, se cierne sobre ellos un futuro incierto, más bien negro. Porque la vida no volverá a ser como antes, Y si se impone el distanciamiento social preventivo,será la puntilla para muchísimos negocios familiares.

Mari Carmen Aguilar regenta la peluquería Dona d’Ara de L’Hospitalet desde hace 24 años. Cuando Pedro Sánchez anunció el estado de alarma se planteó no abrir su establecimiento porque podía ser un foco de contagios, pese a ser una de las pocas excepciones. Al final, Sánchez dio marcha atrás y, de alguna forma, se sintió aliviada.

Pero fue un alivio momentáneo, porque lo peor estaba por llegar. Lleva dos meses sin trabajar y aunque ha cobrado la paga de autónomo no se le perdonó la cuota de marzo y tiene que hacer frente a los gastos fijos de su negocio y a los derivados del ERTE al que ha abocado a sus trabajadoras. En resumen, dos meses sin facturar y con unas pérdidas acumuladas de unos 4.000 euros. Una cifra que no sabe hasta cuándo seguirá subiendo, aunque haya desescalada del confinamiento. “Las peluquerías no sabemos cuándo ni en qué condiciones podremos abrir porque tenemos un contacto muy directo con la clientela”, se lamenta Mari Carmen.

Cerca de Dones d’Ara, una pequeña empresaria también lleva dos meses sin que entre ni un euro en su cuenta. Se trata de María José Gil, propietaria de Silver Catering, una pequeña compañía de cátering para empresas. El confinamiento y, sobre todo, el teletrabajo ha dejado a su mercantil sin clientes y sin pedidos. Su empresa está especializada en servir los desayunos, los cafés o las comidas con que se interrumpen, el mínimo tiempo posible, las largas reuniones de trabajo de las compañías importantes. Pero ya no hay sesiones presenciales (solo telemáticas) y no se sabe cuándo volverá a haberlas.

Silver Catéring soporta unos gastos fijos mensuales de 12.000 euros, a los que María José no sabe hasta cuándo va a poder “resistir”. “Es horroroso”, subraya, Además, Tampoco tiene ni idea cuándo va a volver la normalidad ni de qué volumen de negocio tendrá si las reuniones de trabajo se sustituyen de forma habitual por videoconferencias. “Es imposible tomar ninguna decisión, es imposible planificar nada”, se desespera la propietaria del cátering.

Estas dos historias no difieren mucho de la de Marga, autónoma y propietaria de un bar musical, que ya soporta dos meses sin caja, un ERTE y montones de cajas de bebidas- ya pagadas- que duermen intactas en un almacén desde que llegaron. El pub solo abre los fines de semana, los pedidos se sirvieron un miércoles y el viernes (13 de marzo) ya no se abrió. Es como un agujero negro.

La hostelería lo tiene crudo. Aunque la desescalada avance a un ritmo inesperadamente rápido. Y Marga lo intuye. Lo más probable es que nunca más vuelva a subir la persiana de su establecimiento si de verdad no llegan las ayudas económicas de las que tanto se cacarea pero que, en realidad, son papel mojado. “Nos dicen que nos van a aplazar pagos pero eso es pan para hoy y hambre para mañana”. Porque, aún en el supuesto de que se pueda volver a abrir “se reducirá el aforo y, por tanto, caerán los ingresos y encima entonces tendremos que pagar no sólo lo que nos toque cada mes si no todo lo que no estamos pagando ahora. Menos ingresos, más gastos. No habrá más remedio que cerrar”, se lamenta la empresaria.

Magda augura que, si el Gobierno no decreta “algún tipo de amnistía” fiscal o condonación general y compensa a los bares por la reducción del aforo, el sector se irá a pique. El drama adquiere proporciones bíblicas si se cae en la cuenta de que la mayoría de estos establecimientos dan trabajo a todos los miembros de una misma familia.

“Sería de justicia que se nos ayudara. Porque los dueños de bares y restaurantes, que también tenemos familias a las que mantener, estamos siendo solidarios, nos estamos quedando en casa confinados y no abrimos para que se acabe con el Covid-19”.

Mari Carmen cree que su peluquería sobrevivirá al coronavirus porque el local es de propiedad “pero lo veo todo muy negro.Intento no darle vueltas. Pero todos los días, acabo con dolores de cabeza y con angustia”.
Tampoco María José es optimista:“Mi negocio es difícil de reconvertir. Tampoco sé si vale la pena hacer una fuerte inversión para adaptarse a estos nuevos tiempos, porque no hay garantías de que acabe siendo rentable. Más bien al revés”. Tal vez acabe cerrando. “Los pequeños empresarios nos sentimos muy desamparados. Y sin esperanzas”, solloza Gil.

“Si no abrimos pronto va a ser muy difícil levantar cabeza, y si las restricciones son muy severas el cierre será inevitable”, vaticina Magda. La hostelera argumenta que si la crisis es general los potenciales clientes tendrán menor poder adquisitivo y bajarán las cajas. Y si encima el aforo se reduce hasta el límite de lo soportable, apaga y vámonos. “Me temo que esto va a acabar en un drama: cierre, despidos, mi ruina… Pero ahora prefiero no pensar. Porque si pienso, me pongo enferma”, concluye la propietaria del bar musical. III

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