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Mersault en Sant Boi

Por Lluis M Estruch
viernes 03 de julio de 2020, 08:00h
Henri Marsal, profesor recién jubilado, se encuentra, mientras recorre el jardín del asilo, abstraído en el diálogo interior que le apunta un inolvidable inicio: “Hoy ha muerto mamá o quizá ayer. No lo sé. -Recibí un telegrama del asilo-. Falleció su madre. Entierro mañana. Sentidas condolencias”.
Mersault en Sant Boi

Sabe de la muerte de su madre desde hace horas. Por el móvil, ya localizado, le han encarecido el visar el funeral, premiosos con voces crispadas. La mini entrevista con una subdirectora enmascarada se le hace penosa a pesar de su brevedad. Su madre de 85 murió tras una semana de inútil resistencia, no se la pudo visitar y su madre como la de Camus, estaba sorda; su padre, un francés “pied-noir” le reconoció y le mantuvo, pero no se casó con la hija de unos “rojos” de Béziers; eso nunca ocurrió, aunque al morir dejó un legado suficiente como para que su madre y él volvieran a Sant Boi y compraran casa. Una prima de su madre la ambientó y el consiguió el ingreso becado en el Liceo francés. Después licenciado opositó a profesor.

Siempre fueron extraños el uno al otro, una madre pasional y un hijo cerebral. Así que cuando su madre, empezó a caerse, se autoingresó sin consultarle. Desde la pandemia sabe que si alguien acertó para el siglo XXI ha sido Camus, solo nos resta la libertad de pensar, y una difusa solidaridad individual, poco más.

Así pues, los tópicos le sobran, retiene que debe pasar por la Administración y liquidar cuentas pendientes y gestionar el sucinto funeral que acompañará él solo.

Cremación y nada más
Sabe que en esta ciudad dormitorio con negativos indicadores sociales: baja renta, población envejecida y deficiente habitación, se esta en récord comarcal de contagios.

Políticos en disputa y en la ciudad un pesado muro de silencio sobre las víctimas seniles ¿Quién podrá reprocharle nada? Ya no hay curas asistiendo, los jueces indagan las primeras denuncias de afectados. Si Mersault protestó con su silencio, Marsal se indigna y huele este olor a viejo que los desinfectantes no logran disipar.

Ve a su madre yerta, blanca, pajaril, su fortaleza la abandonó pronto en el asilo, en cinco años declinantes. Y entonces con lágrima seca recuerda que ayer intuyendo el final por el laconismo del asilo; se acercó de tarde y tuvo un encontronazo con dos “menas” les ahuyentó y pensó que Sant Boi no es Argel, ni yo soy Mersault y lloró, tanto que hoy ya no llorará más ante nadie. III

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