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Se nos ha “largado” el “Pijoaparte”
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Se nos ha “largado” el “Pijoaparte”

Gonçal Évole

lunes 20 de julio de 2020, 10:12h
Artículo en memoria del escritor barcelonés Juan Marsé, fallecido el pasado sábado 18 de julio

La tarde del sábado 18 de julio el “Pijoaparte”, cogió la Ducati que había robado un par de días antes, giró el acelerador al máximo para que el motor rugiera ensordecedor y se dio una vuelta por las calles calvas de cualquier asomo de asfaltado, con barracas a ambos lados de su barrio del Carmelo levantando una polvareda considerable, haciendo suspirar por su buen porte a las mocitas en edad de merecer, para enfilar por los vericuetos de la montaña, hasta llegar al elegante barrio de Sant Gervasi, donde le esperaba su sueño utópico, la burguesita pizpireta y caprichosa, Teresa Serrat. Tal vez volvió a saltar el muro que rodeaba la majestuosa finca, hasta alcanzar la terraza y cruzar la puerta entreabierta donde le esperaba Teresa, que en su imaginario aburguesado, soñaba que Manolo era un luchador revolucionario. Poco sospechaba el “Pijoaparte” que esta, efectivamente, iba a ser su definitiva “última tarde con Teresa”. Y en ese atardecer veraniego se nos fue el que será siempre para nosotros, los de mi generación un personaje inolvidable.

Mucho después, caprichos del destino, como si encarnara un síndrome bipolar creímos verlo re-encarnado cortándole el rabo a las lagartijas en un barranco próximo a su casa, David acompañado de su inseparable amigo Paulino y su perro “Chispa”, ahora ya sin moto, odiando con todas sus fuerzas al policía franquista que visitaba a su madre en un frenesí erótico-amoroso y que le mata a su querido perro. Habla en sueños con su padre fugitivo de aquellos años oscuros, sin esperanza y fantasea con el feto que alberga el vientre de su madre embarazada. La narración da un salto y nos revela a un David adulto que se ha hecho un gran fotógrafo y lo sitúa como foto-reportero documentando la mítica huelga de tranvías de 1951. Es detenido por la policía y, al tratar de escapar resulta atropellado por un tranvía y muere. Es el capítulo final de una emotividad profunda de una historia trágica, como trágicos fueron aquellos tiempos. Lo he releído un montón de veces y siempre se me empañan los ojos hasta deslizarse una lágrima furtiva. Como la que hoy he derramado por mi admirado Juan Marsé que en la madrugada de este domingo, 19 de Julio ha emprendido el camino sin retorno, llevándose con él al “Pijoaparte” y tal vez a David el fotógrafo que creyó en la revolución. Como tantas otras cosas que se van para no volver, ya no tendré que esperar, a tu próxima historia para leer con avidez las inimitables “aventis” que te inventabas en los cines de barrio y en los cuchitriles atiborrados de los vendedores de tebeos de segunda mano, que tu supiste describir en aquella Barcelona de posguerra envuelta en un halo de tristeza desgarrador. Juan: en mi imaginario particular siempre me acompañarás junto a tus inolvidables personajes. Descansa en paz

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