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Rac1 y la elegancia del humor

Por Ángel T. García, periodista

jueves 15 de octubre de 2020, 10:35h

El humor forma parte de la cultura occidental. Es una parte de la comunicación muy artística y nuestra sociedad lo considera, en general, un patrimonio común e imprescindible para la buena salud democrática. Yo soy partidario de someter al sarcasmo, a la burla, incluso a lo más serio y sagrado. Nos podemos reír de todo. ¡Viva la libertad de expresión! ¡Viva la libertad de creación!

El humor es necesario; toma el pulso de la actualidad y resume lo que pasa. Ya lo dice el Gran Wyoming en El Intermedio: “Ya conocen las noticias, ahora les contaremos la verdad”. Las contracrónicas políticas de Tony Martínez en la cadena SER, por ejemplo, pueden ahorrar al oyente la lectura de páginas y páginas de los diarios más sesudos. Pocos se sentirán ofendidos: el humor de Martínez es elegante y, por lo tanto, inteligente. También lo ha sido el de “Vaya Semanita” en la televisión pública vasca que, además, según muchos analistas, ha ayudado a cimentar un clima de normalidad y concordia social. En esta línea, hay humoristas que han acabado siendo patrimonio de todos, por encima de colores políticos. Pienso, por ejemplo, en los desaparecidos Forges y Quino, o en el caústico “El Roto”.

Esta elegancia es compartida por la gran mayoría de los profesionales del humor y va imponiéndose, en gran parte, porque la sociedad ha ido rechazando determinados contenidos. Ya no se suelen hacer bromas que puedan herir sensibilidades tanto personales como colectivas. Se ha acabado el éxito de los chistes con contenidos racistas o que se burlaran de personas distintas, generalmente vulnerables. O simplemente, ya no está bien visto el insulto por el insulto. Ni a personas, ni a grupos de personas, ni a pueblos enteros.

Esta regla parece que no afecta a los humoristas de “La Competència”, de la emisora radiofónica Rac1. Según ellos, los ciudadanos y ciudadanas de Viladecans y, por extensión, del Baix Llobregat, pertenecen al peor estrato social y todos son unos delincuentes. Corre por las redes un fragmento de su programa especialmente dedicado a ellos. Búsquenlo si quieren y juzguen ustedes mismos.

Por mi parte, creo que toda crítica debe ser fría y, por ello, he desechado todos los adjetivos que se me ocurrían y los que me proponían numerosos vecinos de esa ciudad metropolitana de casi 67.000 habitantes. Muchos hablaban en términos muy desagradables, relacionados con el enfrentamiento social existente en la Catalunya del procés. Yo quiero evitar esto y solo voy a calificar el humor de estos tipos como de nada elegante.

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