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El esperpento de Madrid

Por Gonçal Évole

martes 10 de noviembre de 2020, 10:47h

“¡Pedro Sánchez odia Madrid!”. “Sánchez se empecina en perjudicar a Madrid o quiere destruir a su presidenta!” “Madrid es de todos”. “Madrid es España, dentro de España”. “La curva de la pandemia en Madrid, es igual que la curva de su boca: (pausa)… ¡mustia!” “¡Qué mal lo va a pasar la izquierda de esta cámara, cuando lleguen pacientes al nuevo hospital y se curan!”

Todas estas frases huecas han restallado estos días como latigazos inclementes en la Asamblea de Madrid, ante un auditorio atónito ante lo que se estaba oyendo. Dándole vueltas a mi atropellada mollera, pensaba si estas frases espigadas al vuelo, podían salir del intelecto de una señora de sonrisa cínica, de ser superior, de un mirar misterioso, siempre de reojo, como buscando a “alguien”, con poses y vestimenta de alumna de colegio concertado del OPUS. Y, dándome un golpe en la frente, me vino a la memoria un José María Aznar en sus tiempos esplendorosos en la oposición soltando desde el estrado del Congreso frases parecidas, que retumbaban en el hemiciclo y culminaron con aquel imperativo “¡Váyase señor González!” que quedó grabado para la historia parlamentaria en el diario de sesiones. ¿A quién se le ocurrían estas frases de una rotundidad sin parangón en tan noble recinto? Todos estos personajes acostumbran a asesorarse por individuos que nunca salen a la luz y que su placer máximo es comprobar el poder inmenso conseguido moviendo los hilos en la sombra. Son muchos los “validos” que han hecho historia. Quizás el más famoso fuera Rasputín, un misterioso personaje de la Rusia de los zares que tuvo una inmensa influencia en la emperatriz Alejandra, esposa del zar Nicolás II hasta el extremo de contribuir a la destrucción de la dinastía de los Romanov. Su huella fue tan profunda que siempre se recurre al nombre de tan siniestro individuo, para definir a los que en la oscuridad más profunda manejan a su títeres. Su satisfacción es tal que les lleva al orgasmo.

Malas lenguas aseguran que nuestro particular Rasputín no es otro que Miguel Ángel Rodríguez, la sombra alargada de Aznar que le acompañaba adonde quiera que fuera para aconsejarle y prepararle las mejores frases en sus tremebundos discursos. Le sobra inteligencia para hacerlo. A él se le atribuye el exabrupto de “¡Váyase, señor González! y su placer máximo era aparecer junto al presidente y su esposa en cualquier acto, siempre entre bambalinas, pendiente de que todo saliera tal y como él había planeado. Pero todo buen delantero, llega un día que falla un penalti o un gol a puerta vacía. Y ese día llegó cuando hablando de selecciones deportivas para las comunidades autónomas, no tuvo otra ocurrencia que decir que se les podían conceder selecciones “para jugar a las canicas”. La frase llegó a la Plaza de Sant Jaume, donde su “virrey” con sus dieciséis diputados dominaba el cotarro político, adjudicando y quitando mayorías. No es difícil imaginarse al viejo zorro, Jordi Pujol, descolgando el teléfono y pidiéndole a Aznar que no quería volver a ver aquel individuo ni en pintura. El poder del “virrey” era tan grande que el “consejero” cayó en desgracia y desapareció de la vida política, dedicándose a negocios de asesoramiento. Pero estos individuos no desaparecen nunca y vuelven como una marca de turrones por Navidad o cuando lo creen oportuno. Lo llevan tan arraigado en su oscura personalidad, que viven, sin vivir en ellos, añorando el poder inmenso de otros tiempos. Y ha vuelto para aconsejar y manejar a su antojo a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso que, en su mirar de reojo se me antoja que siempre está “buscando” a Miguel Ángel para que le indique desde las bambalinas cuando debe soltar la frase que deje estupefacto al personal, sin importarle su rictus bobalicón, sus formas que, de inmediato, han sido aprovechadas sin demasiado esfuerzo, por cómicos, imitadores y caricatos, convirtiéndose en un auténtico filón. Así le luce el palmito.

Recordando la influencia que tuvo sobre el matrimonio Aznar no me extrañaría que fuera el autor de la frase de Ana Botella, cuando era alcaldesa de Madrid y se había empeñado en traer los Juegos Olímpicos a Madrid: “Relaxing Cup on café con leche in Plaza Mayor”. Otro esperpento. De Miguel Ángel Rodríguez se puede esperar cualquier disparate. Pero ahí sigue, disimulando, como si “la cosa” no fuera con él.

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