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La Torre Lluch recupera los flamantes colores rojo y ocre que lucía en el siglo XIX
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La Torre Lluch recupera los flamantes colores rojo y ocre que lucía en el siglo XIX

viernes 09 de abril de 2021, 08:00h
La emblemática casa señorial de Gavà, sede del museo local, está siendo objeto de una intervención integral para eliminar los revestimientos actuales de la fachada y sustituirlos por estucados tradicionales de cal como los que existían originariamente.,

La emblemática Torre Lluch de Gavà es una antigua casa señorial que se ha erigido en un baluarte del patrimonio histórico local, sobre todo desde que en 1978 se convirtió en la sede del Museo Municipal de la ciudad. Con un origen puramente residencial, el imponente y aristocrático caserón destacaba en su época por el jardín contiguo al edificio de estilo romántico e italianizante, su elegante fachada exterior y sus flamantes colores -el rojo y el ocre- tan característicos de la primera mitad del siglo XIX. Pero el paso de Cronos borró todo ese legado de inspiración neoclásica.

Excepto el jardín, todos esos elementos artísticos -colorido genuino incluido- “son los que se quieren recuperar a través del proyecto que está en marcha”, confirma la arquitecta Mireia Barnadas i Ribas, responsable de la dirección de las obras. Y es que la restauración de la Torre no es un simple lavado de cara, será más bien un viaje en el tiempo. “La recuperación cromática permitirá ver cómo era la Torre Lluch en sus inicios” explica la alcaldesa de Gavà, Raquel Sánchez (PSC).

La restauración del Museo de Gavà está financiado por la Generalitat de Catalunya y el ayuntamiento y tiene un presupuesto de licitación de 401.428,52 euros, IVA incluido. El epicentro de la actuación son las fachadas. “Se trata de eliminar los revestimientos actuales, que son fruto de una intervención culminada en 1991 y sustituirlos por estucados tradicionales de cal como los que habían existido originariamente”, especifica Barnadas i Ribas. La idea es, a base de reinterpretar las fotografías históricas retornar la Torre Lluch a su estadio original, “reproduciendo su morfología, utilizando las técnicas tradicionales”, destaca la arquitecta.

El proyecto de restauración consta de dos fases, La primera -en curso e iniciada el pasado 19 de octubre- está previsto que finalice esta primavera. En este primer período se están revisando los tejados, las terrazas de la primera y la segunda plantas, el techo de las galerías laterales (afectadas por filtraciones de agua) y la fachada de la planta baja del cuerpo principal. En una segunda etapa, las obras se centrarán en rehacer el revestimineto de las dos plantas superiores, así como los arcos y las vallas del malogrado jardín italiano.

La elegante masía de la Torre Lluch data del año 1796, cuando Petronella Torres y su hijo Joan Ferrer Torres compraron dos masías, situadas entre la Riera de Sant Llorenç y el Camí Ral de Barcelona a Santa Creu de Calafell, que pertenecían a la familia Duran desde el 1695. Tras derruir los primitivos inmuebles, padre e hijo elevaron (en el punto más prominente del terreno) una nueva mansión que desde el principio lució un aire dominante y señorial. El palacete era una obra sólida y espaciosa, que dio lugar a la estructura básica que tras sucesivas transformaciones ha llegado a nuestros días.

En 1824, bajo la propiedad de Melcior Planes i Crehuet, se construyó el jardín en la parte oriental de la masía delimitada por la calle de la Libertad y la Riera de Sant Llorenç. El parterre era un verdadero oasis donde dos áreas de cultivo quedaban separadas por una larga avenida rodeada de cipreses que confluían en una plaza circular. Desde aquí, el jardín se iba cerrando hasta imbricarse en la casa formando un claustro de robustas arcadas con la forma de un peristilo clásico, y dulcis in fundo, un precioso lago en el centro. Paradisiaco.

La finca era conocida como Mas Comes hasta que Salvador Lluch i Puigmartí y Gertrudis Amat i Bauen la adquirieron en 1864 por 35.500 pesetas y entonces tomó el apellido del dueño. Con el paso de los años, y tras varias transformaciones, en 1925 heredó la propiedad Salvador Lluch, que fue el encargado de las reformas que dan a la sede del Museu de Gavà su actual apariencia.

Más de dos siglos después la Torre Lluch es un símbolo de Gavà “por su valor arquitectónico intrínseco (sus volúmenes y sus colores de inspiración neoclásica) y por el valor urbanístico que le otorga su emplazamiento privilegiado en el centro histórico y su primer ensanche, que ese comenzó en 1872”, destaca Josep Bosch, director del Museo de Gavà. Bosch asegura que estos valores “influyeron en que el edificio fuera elegido para albergar el Museo de Gavà cuando se creó en 1978”.

Josep Bosch indica orgulloso que “desde su fundación, han visitado el museo más de un millón y medio de personas procedentes de toda Cataluña y de otros lugares de España”. Además, el museo ha contribuido a dinamizar la actividad cultural, social y económica del municipio, una función que la Torre Lluch “podrá seguir haciendo” gracias a las obras en curso y las de la segunda fase, subraya el director.. Y todo ello con el valor añadido de que el palecete volverá a lucir con la misma belleza, color y detalle con los que fue concebido. III

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