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Una puerta en la buena dirección
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(Foto: J.VENDRELL- Ajuntament de Viladecans)

Una puerta en la buena dirección

sábado 03 de diciembre de 2022, 09:08h

Si hay un territorio en el Baix Llobregat con unas perspectivas más halagüeñas que las de sus vecinos de comarca ese es sin dudael Delta.

Por su enorme potencial de crecimiento y por su ubicación estratégica, que hace que coincidan en un palmo de terreno el Port de Barcelona -y su Zona de Actividades Logísticas (ZAL)- y el Aeropuerto Josep Tarradellas, con su complejo aeronáutico adyacente. En estas circunstancias, parece obvio presuponer que cualquier inversión destinada al trapezoide delimitado por Gavá, Viladecans, Sant Boi y El Prat es una apuesta segura. Porque tiene futuro.

Pero las dos administraciones de mayor rango con responsabilidades en el Delta –el Gobierno de España y el Govern de la Generalitat- no parecen haberse dado cuenta de las inmejorables cualidades y posibilidades del territorio y le han dado la espalda sistemáticamente durante décadas. Y se la siguen dando. Para muestra un botón: las inversiones en infraestructuras hidráulicas brillan por su ausencia –pese al mal estado de algunas rieras como Canyars o Sant Climent o las inefables inmundaciones–; se ha dejado pasar el tren de la ampliación del aeropuerto (y su estratosférica inyección de 1.700 millones de euros) hasta no se sabe bien cuándo; se ha olvidado en un cajón una línea de transporte público tan vital y esencial como ‘el metro del Delta’; y, lo más reciente, se retiene en un inexplicable ‘stand by’ político el innovador proyecto de implantación de un hub agroalimentario que dinamice y avale un próspero futuro al Parc Agrari del Baix Llobregat.

La parálisis, las trabas y los dimes y diretes parecen ser la única respuesta administrativa recurrente a la ambición emprendedora de un enclave que no ceja en su empeño por despuntar en todos los ámbitos y reivindicarse cuando lo consigue, pero también cuando le hacen la cama. Y pese a las zancadillas de calado a las que debe sobreponerse -como la reciente decisión del Govern de multiplicar las Zonas de Especial Protección para las Aves (ZEPA) deltaicas a costa de hipotecar el futuro del sector agrícola en general y de los payeses en particular- el territorio es una factoría constante de ideas y propuestas innovadoras.

La última de estas brillantes iniciativas –liderada por los ayuntamientos de Viladecans, Gavà y Sant Boi, con el respaldo de la Universidad Politècnica de Catalunya (UPC), el Institut d’Investigació i Tecnologia Agroalimentaria (IRTA) y Mercabarna, y con la adhesión entusiasta e inquebrantable de la agricultura local, es la implantación de un parque agroalimentario en el Delta (más conocido entre los iniciados como el ‘hub’), que supondría un balón de oxígeno para una payesía en la cuerda floja, sin relevo generacional y con la espada de Damocles de la ampliación de las ZEPA sobre sus campos de cultivo.

El hub del Delta es la chispa que puede encender una nueva revolución agraria (la del siglo XXI), la que tendería una alfombra roja a la agricultura 4.0 (esa que además de productiva y de proximidad es respetuosa con el medio ambiente y sostenible).
En el ADN del hub está la modernización del Parc Agrari a partir de un replanteamiento estratégico: mantener la esencia de los actuales espacios naturales protegidos (ZEPA incluida) pero haciéndolos compatibles con las actividades agrícolas, de forma que estas discurran hacia un modelo productivo innovador, donde puedan implementarse y desarrollarse los últimos avances en I+D+I del área agroalimentaria y así evitar el abandono sistemático de la actividad productiva de las fincas. Y de paso, convertir el complejo en una fuente de empleo de calidad, cimentar la regeneración y diversificación económica del territorio y garantizar el autoaprovisionamiento alimentario metropolitano.

Creer en la viabilidad del hub del Delta no es soñar ni levantar castillos en el aire. Más bien al contrario. Experiencias consolidadas como las del Food Valley de Wageningen (en Holanda) y la de HUB4AGRI (en Portugal), o en fase más primigenia, como la del Ebro Food Valley, que pretende transformar el sector agroalimentario de Navarra, La Rioja y Aragón, marcan el camino a seguir para todo reducto agrícola que se empecine en sobrevivir y despegar.

Y eso es precisamente lo que desean los municipios –no solo los agricultores– del Delta del Llobregat: avanzar. Avanzar hacia la tecnificación con garantías de éxito. Por eso no se entiende que medio año después de que las administraciones implicadas expusieran en público el proyecto, el Govern de la Generalitat de Catalunya –sin el que no puede moverse un surco en el territorio- todavía no se haya posicionado sobre el hub, más allá de asegurar que se lo estudiaría “con buenos ojos”. El futuro de la agricultura del Delta merece más. Se ha ganado salir adelante, superarse y avanzar. Y la oportunidad del parque o hub groalimentario es una puerta abierta en la buena dirección.

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