Descubre cómo un viaje puede transformar tu vida. La experiencia Erasmus+ que todos están comentando

En un mundo donde las fronteras son más visibles que nunca, hay experiencias que las desdibujan con pinceladas de arte. Desde hace más de una década, el Baix Llobregat se ha convertido en un punto de partida para jóvenes que, gracias al programa Erasmus+ descubren otras culturas, otros idiomas, otras formas de entender el mundo. Y lo hacen con las manos manchadas de pintura, la mochila llena de aprendizajes y el corazón abierto a lo inesperado.

Detrás de estas vivencias está el Taller d’Art, Cultura i Creació (TACC), una entidad sin ánimo de lucro que trabaja desde 2010 en el diseño y gestión de proyectos culturales y socioeducativos para jóvenes, locales e internacionales. TACC está acreditada en el programa Erasmus+ (abierto a jóvenes de toda la Unión Europea y de otros países como Noruega, Islandia, Liechtenstein, Macedonia del Norte, Turquía y Serbia) y orienta a los jóvenes de la comarca sobre oportunidades de estudio, voluntariado o trabajo en el extranjero.

Entre 10 y 15 jóvenes al año

“Desde 2015, cada año participan entre 10 y 15 jóvenes de la comarca en estos intercambios. Trabajamos con temáticas sociales como el ecologismo o la salud mental es de disciplinas artísticas”, explica Laura Matute, técnica de proyectos Erasmus+ en TACC. Estos intercambios son encuentros que persiguen que los jóvenes compartan ideas y manejen herramientas sobre temas de interés juvenil y europeo a través de actividades educativas. Para participar, los aspirantes deben poder comunicarse en inglés, mostrar disponibilidad completa durante el proyecto y demostrar interés en la temática tratada.

Los intercambios suelen durar entre una y tres semanas y están dirigidos a jóvenes de entre 13 y 30 años. Suelen realizarse en Semana Santa o verano y los destinos varían: Italia, Macedonia del Norte, Rumanía, Hungría..., pero el espíritu es el mismo: compartir, aprender, crecer.

El proyecto 'ST. ART'

Uno de los ejemplos más inspiradores tuvo lugar en agosto de 2023, cuando un grupo de jóvenes de Sant Joan Despí participó en el proyecto ‘ST. ART’, en el pueblo italiano de Aielli. Allí convivieron con jóvenes de Bulgaria, Polonia, Rumanía y Turquía y trabajaron juntos en un mural colectivo que se convirtió en un símbolo de participación comunitaria y lucha contra la despoblación rural.

Maria Masot Bayerri fue una de las participantes. “Fue mi primera experiencia internacional después del Covid-19”, recuerda. Durante dos semanas, Maria vivió inmersa en un entorno artístico y humano. “Esta experiencia me devolvió la certeza de que las acciones colectivas tienen un poder transformador que las individuales no siempre alcanzan”, afirma. “Ver cómo el arte puede generar cohesión social fue revelador. Decidí que quería dedicarme a las políticas culturales”.

La cultura transforma los lugares

Ahora, a sus 27 años, Maria trabaja como coordinadora de atención al público en el Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC). Cuenta que se apuntó sin expectativas. Los gastos de comida, transporte y alojamiento estaban cubiertos por la entidad organizadora. Pero allí, a través de la observación activa, le impresionó ver cómo el pueblo, mediante la implicación juvenil, había generado cambios reales: “La cultura transforma profundamente los lugares”, confirma.

“Recomendaría el programa sin dudarlo. Me ayudó a entender mis prioridades profesionales. Es una experiencia que pone las cosas en perspectiva”, explica Maria, quien sigue manteniendo contacto con sus compañeros de intercambio. Apenas un año después, en julio de 2024, Sant Joan Despí volvió a ser la sede de un intercambio Erasmus+ bajo el título ‘EmotionArt’, centrado en el bienestar emocional a través del arte. Participaron unos 40 jóvenes de países como Italia, Lituania, Macedonia del Norte, República Checa y Rumanía.

Diversidad de perspectivas

Laura Ariza Ramos fue una de las anfitrionas. “Me interesaba mucho que el proyecto tratara sobre salud mental. Pude compartir experiencias, mejorar mi inglés y aprender nuevas formas creativas de abordar emociones”, explica. Aunque el intercambio se celebró en su propia ciudad, Laura lo vivió como un auténtico viaje interior. “Aprendí a confiar más en mí y en los demás. Valoro mucho la diversidad de perspectivas que compartimos”, señala.

Las actividades fueron intensas: talleres artísticos, dinámicas colectivas y noches interculturales donde cada país compartía sus tradiciones. Una de las iniciativas que más recuerda Laura fue la “gossip box”, una caja donde cada noche se compartían mensajes divertidos, rumores y curiosidades. “Fue muy enriquecedor. Este año quiero participar en un campo de trabajo juvenil y no descarto otro intercambio en francés”, dice. Laura Ariza, de 25 años, es ahora psicóloga y confirma que la experiencia le ayudó a mejorar su creatividad, pensamiento crítico, autonomía y trabajo en equipo: “Es una buena forma de conocer gente, de perder la vergüenza con el idioma, de abrir la mente…”, subraya Ariza.

Espacios para que los jóvenes se expresen

El éxito de estos intercambios ha impulsado a TACC a seguir apostando por nuevas iniciativas. Del 29 de junio al 7 de julio de este año Sant Joan Despí acoge un nuevo proyecto: ‘Artivism’, centrado en el arte urbano como herramienta de transformación social. Participarán jóvenes de la comarca junto con otros procedentes de Grecia, Hungría, Italia y Lituania. “Queremos seguir ofreciendo espacios donde los y las jóvenes puedan expresarse, compartir y desarrollar competencias clave”, explica Matute. De hecho, todos los intercambios finalizan con la entrega del certificado Youthpass, que reconoce las habilidades adquiridas en ámbitos como el trabajo en equipo, la comunicación intercultural o la iniciativa personal.

Desde TACC se cuida cada detalle: se hacen reuniones preparatorias, se adaptan las actividades para personas con menos oportunidades y se realizan evaluaciones intermedias y finales para mejorar cada edición. El impacto de los proyectos va más allá del aprendizaje inmediato: “Muchos jóvenes descubren nuevas vocaciones, se implican en lo local o se animan a estudiar y trabajar en el extranjero”, apunta Matute.
Las cifras hablan por sí solas: más de 500 jóvenes europeos han pasado ya por el Baix Llobregat a través de estos intercambios. La entidad del país en el que se realiza el proyecto suele coordinar la logística y organizar la programación. Cada grupo nacional cuenta con un group leader o persona de referencia que forma parte o está vinculada a la organización. Los jóvenes que participan tienen un perfil muy diverso, pueden ser estudiantes, estar trabajando o buscando empleo… “En general la experiencia suele ser muy positiva una vez superado el choque cultural respecto a horarios y comidas, que provocan más de una anécdota. Además, al finalizar el proyecto, los participantes realizan acciones de retorno de la experiencia que permite que más jóvenes de sus países conozcan la iniciativa y se animen a participar”, confirma Laura.

Orden a las prioridades

Tanto Maria como Laura Ariza coinciden en que repetirían la experiencia. “Un Erasmus+ te ayuda a poner en orden tus prioridades y te conecta con otras formas de vivir y entender el mundo”, defiende Maria. “Es una oportunidad para conocerte mejor, aprender de forma divertida y abrir tu mente”, resume Laura Ariza. Las personas interesadas en participar pueden consultar las convocatorias en la web de la entidad o en las asesorías de movilidad internacional de los municipios del Baix Llobregat. Porque Europa, al fin y al cabo, también se construye con pinceles, palabras y abrazos. Y empieza aquí, en el corazón del Baix Llobregat. III