La marea de indignación vecinal que recorrió El Prat el pasado 21 de septiembre no solo no se ha apagado, sino que este domingo ha regresado con más fuerza, más ruido y todavía más rabia contenida. Miles de vecinos han vuelto a tomar la Plaça Catalunya para gritar lo que, para muchos, ya es un clamor imparable: “Nos estáis agotando y no vamos a callarnos”. Entre pancartas, familias enteras y el eco de las cacerolas, buena parte del pueblo ha vuelto a salir a la calle decidido a plantarse ante las tasas de residuos, la inseguridad, las discriminatorias ZBE y, ahora también, contra el cierre de una residencia municipal.
Este domingo por la mañana, una multitud de vecinos de El Prat de Llobregat se ha concentrado nuevamente en la Plaça Catalunya para expresar su creciente frustración. La protesta, convocada por una plataforma ciudadana, denuncia la “opresión fiscal” por la nueva tasa de residuos, el aumento de la inseguridad, la implantación de la Zona de Bajas Emisiones (ZBE) y el posible cierre de una residencia municipal. Este nuevo acto de movilización es la continuación de la manifestación del pasado 21 de septiembre, que congregó a cerca de 4.000 personas, según los organizadores. Esa marcha fue ya calificada por muchos como un punto de inflexión: el vecindario dejó claro que no está dispuesto a aceptar medidas impuestas sin diálogo.
Los manifestantes de este domingo han reiterado que, pese a las bonificaciones previstas, la tasa de residuos es “abusiva e injusta”, especialmente para las familias trabajadoras y los pequeños comerciantes. En concreto, las demandas de los vecinos de El Prat son muy claras y se estructuran en tres bloques: tasa de residuos, inseguridad, Zona de Bajas Emisiones (ZBE) y los problemas de la residencia muncipal de ancianos, Respecto a la tasa de residuos, que se cobra a través de la factura del agua y obliga a utilizar contenedores “inteligentes” —con tarjeta o app— para poder obtener bonificaciones de hasta el 45 % hay una fuerte oposición. Y es que muchos vecinos de la ciuda denuncian que el sistema penaliza a quienes menos recursos tienen o menos flexibilidad para cumplir con los requisitos. En cyabto a la inseguridad, es un sentimiento generalizado que vertebra el discurso vecinal. La manifestación no solo ha pedido respuestas para la delincuencia, sino una acción real y contundente por parte del Ayuntamiento.
Las ZBE, blanco de las iras vecinales
La ZBE también es blanco de las iras vecinales porque muchos residentes en el municipio defienden que las restricciones a la circulación de vehículos más contaminantes o más viejos termina afectando especialmente a los trabajadores con menos recursos, porque justamente estos suelen ser los que depender más de sus vehículos para moverse. Sin embargo, uno de los focos más emocionales de la protesta ha sido el anuncio —según los manifestantes— del cierre de una residencia municipal para personas mayores. Trabajadores y familiares se han unido a la marcha vecinal y han alzado la voz para pedir que se preserve tanto el empleo como los cuidados a los ancianos.
Jordi López, uno de los portavoces los convocantes, ha sido especialmente claro en su denuncia. Ha pedido al gobierno local —compuesto por Comunes y PSC— que escuche de una vez: “No podemos seguir permitiendo que se exprima a las familias y a los pequeños comercios con tasas injustas. Si siguen ignorando a la ciudadanía, esto solo crecerá.” Por su parte, desde la plataforma que hay detrás de las movilizaciones asegura que el objetivo de las protestas es claro: quieren “diálogo y soluciones reales”, no solo gestos simbólicos por parte de las autoridades municipales..
Contrapunto institucional
El Ayuntamiento de El Prat defiende que la tasa de residuos es “legal y necesaria” debido a la obligación establecida por la Ley estatal 7/2022 sobre residuos. Además, Fuentes municipales han recordado que las bonificaciones son muy amplias para incentivar el reciclaje responsable. Otras fuentes oficiales señalan que la movilización vecinal contra la tasa no ha impedido que el reciclaje mejore: desde la introducción de los contenedores inteligentes, la ciudad ha logrado aumentar los índices de recogida selectiva y reducir la basura no reciclada, aseguran desde el consistorio.
Para muchos vecinos y para los organizadores de la protesa, la manifestación de este domingo puede marcar un punto de inflexión parecido al de septiembre. La sensación es que el malestar ya no es puntual: es profundo, sostenido y creciente. Quienes han salido este domingo a la calle lo han hecho con determinación, pero también con una petición muy clara: que las decisiones urbanas y fiscales no se tomen por encima de la gente, sino con la gente.
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