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Vándalos

Por Mossèn Xavier Sobrevía
miércoles 23 de julio de 2014, 13:48h
Las últimas semanas se ha hablado mucho de vandalismo. Godos, ostrogodos, visigodos, hunos, alanos y vándalos eran pueblos “bárbaros” que fueron invadiendo en Imperio Romano de Occidente. Su fama destructora, de la civilización y de las cosas bellas, era reconocida y al vocabulario pasó el adjetivo vandálico.
No escribo sobre la oportunidad, el seguimiento y la efectividad de la huelga general, del jueves 29 de marzo, contra la reforma laboral y los recortes. Escribo sobre el vandalismo que, aprovechando la huelga general, se produjo en Barcelona.

Una antigua vecina de Sant Boi, que ahora vive en el “Ensanche” de Barcelona, contaba la tensión vivida para llegar y salir de su casa. Incluso la decisión de llevar a dormir a sus hijos con los abuelos fuera de la ciudad. Fue una decisión prudente y sensata, aunque duela reconocerlo, porque trescientos contenedores de basura fueron quemados, se destruyó mobiliario urbano por unos 600 mil euros, hubo ochenta detenidos, decenas de heridos, escaparates rotos, tiendas saqueadas, bares quemados, algo de miedo, mucha rabia y todavía más impotencia. Este ha sido el resultado de un día vandálico de grupos radicales y “antisistema”.

No soy especialista en seguridad ciudadana ni en medidas de orden público. Pero está claro que hay que tomar medidas para que el más fuerte, violento y chulo no se haga el “rey” de la calle. Se impidió la libertad de los ciudadanos y se destrozaron muchos bienes cuando, la tarde noche del 29 de marzo, más de mil personas constituyeron una guerrilla urbana muy bien organizada y jugaron con la policía y los bomberos. Bien tapados, para no ser reconocidos, con pañuelos, capuchas y pasamontañas. Bien comunicados con los mensajes inmediatos que permite la tecnología. Bien equipados para provocar un incendio, pelear o romper un aparador.

Los sindicatos, partidos políticos y entidades convocantes de la huelga han condenado los hechos. Pero, en algunos casos, parecía más por obligación que por convicción. Con esa violencia injusta no se puede contemporizar y si se quiere un “Estado de Derecho”, que defienda las libertades individuales y sociales, la reacción ha de ser más clara y rápida por parte de todos. ||
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