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Como la orquesta del Titanic

Por Joan Carles Valero
miércoles 23 de julio de 2014, 13:48h
Si el objetivo del actual alcalde de Sant Boi es hundir “El Llobregat”, los colaboradores que hacemos posible el “milagro” periodístico de servir a nuestros vecinos desde el altruismo, nos portaremos como la orquesta del Titanic y seguiremos tocando la partitura informativa de la realidad con las letras de los hechos y la determinación de la libertad de expresión.
Como la orquesta del Titanic
Imaginaba que el iceberg contra el que había que estrellarse era la situación económica que atraviesan los medios de comunicación en general y en particular los pequeños, los locales y comarcales.

“El Llobregat” apareció desde su origen como una publicación sin un solo salvavidas. Pero la actuación de Jaume Bosch revela que no es el dinero el iceberg con el que se pretende hundirnos. Gracias a la vocación de su redacción y el voluntarismo de sus colaboradores, entre los que se encuentra quien firma estas líneas, “El Llobregat” ha podido esquivar, de momento, el iceberg de la crisis. Pero no contábamos con los embates del alcalde de Sant Boi. El poder siempre intenta influenciar y laminar la libertad de prensa. Lo que nunca había pensado es que lo hiciera de forma tan burda: enviando inspectores municipales acompañados de policías basándose en desempolvar un expediente que había dormido administrativamente nada menos que once años, cuando los trabajos de adaptación del local que acoge la redacción de “El Llobregat”, me cuentan que obtuvieron la preceptiva licencia.
“El Llobregat”, así como muchos medios y entidades basadas en el voluntarismo de su personal, aprendió a ser una entidad cínica. Pero no en el sentido moderno del cinismo, sino en el más antiguo y original de Diógenes: el que enseña que es posible ser independiente si se tienen necesidades mínimas. Cuando el presupuesto es minúsculo, también acostumbra a existir menos miedo. Cuando el presupuesto es alto, suele haber pánico de arriesgar. No es el caso de “El Llobregat”. De ahí que hasta la fecha esta publicación no haya recibido ni un céntimo del Ayuntamiento de Sant Boi, ni en forma de publicidad ni mucho menos de subvención, para poder llevar a cabo nuestra tarea de emprendedores sociales a través de la información local.

Muerto el perro…
Se cuenta en los libros sagrados que el transmisor de las malas noticias, aún sin tener ninguna responsabilidad en ellas, era sometido al escarnio, se le azotaba, se le cortaba la lengua, se le ahorcaba, se le… En contrapartida, si las noticias eran buenas, el mensajero podía ser agasajado con regalos y una gran hospitalidad.

En la antigüedad, era muy común matar al mensajero cuando traía malas noticias. El sultán turco de turno, el tirano, el general, es decir, el que mandaba, de estricto y puro enfado, enviaba a ejecutar al mensajero que venía, sudoroso, a traer las malas noticias de una batalla perdida o de un revés en sus planes.

Las malas noticias nunca gustan. Pero matar al mensajero, criminalizar a quien actúa de mero transmisor, no es la solución. “Muerto el perro, se acabó la rabia”, dice el refrán español. Es lo mismo. Responde a uno de los mecanismos más antiguos de defensa de la especie humana: negarse a la evidencia y culpar a otros de las desgracias que en la mayoría de los casos provienen de uno mismo o del propio grupo o equipo, de la propia incompetencia o de la falta de responsabilidad ante los hechos. En todos los casos, lo que revela este modo de actuar que emula el alcalde de Sant Boi, como mínimo, es desesperación y falta de orientación al focalizar en el mensajero el origen de todos los problemas.

Criminalizar al mensajero
La receta de matar al mensajero de las malas noticias es antigua. Tan antigua como el absolutismo y todas las formas de totalitarismo, la barbarie y el pensamiento mágico. Es la tendencia ¿natural? de echar la culpa fuera. Por esa tendencia ¿natural?, los asesinatos de periodistas no cesan en todos los rincones del mundo.

¿Es barata la carne de periodista? Parece que si, especialmente en el caso de países con conflictos armados, como es el caso de Colombia, o Siria. O países sometidos a la violencia de las organizaciones del narcotráfico, como es el caso de México. El mensajero cae y nadie sabe quién ha sido. ¿Los narcos? ¿Los paramilitares?, o, simplemente el que detenta el poder. La única solución es huir del país cuando hay amenazas y desaparecer una temporada o para siempre.

Estricta legalidad constitucional
En Estados Unidos se suele hacer referencia a la primera enmienda de su Constitución cuando hay que referirse a la libertad de información. En España, queda consagrada en el artículo 20 de la Constitución de 1978 para dejar constancia de que la libertad de expresión está garantizada legalmente. Sin embargo, cabe plantearse si esta idea responde realmente a la realidad. Repasemos primero lo que dice ese artículo. Como es muy largo, me centraré en los aspectos que vienen a colación de la alcaldada santboiana:

El punto 1. A reconoce el derecho: “A expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción”. El 1. D se reconoce el derecho: “A comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión. La Ley regulará el derecho a la cláusula de conciencia y al secreto profesional en el ejercicio de estas libertades”. El punto 2 dice que: “El ejercicio de estos derechos no puede restringirse mediante ningún tipo de censura previa”.

Los puntos finales del artículo son: 4. “Estas libertades tienen su límite en el respeto a los derechos reconocidos en este Título, en los preceptos de las Leyes que lo desarrollan y, especialmente, en el derecho al honor, a la intimidad, a la propia imagen y a la protección de la juventud y de la infancia”. 5. “Solo podrá acordarse el secuestro de publicaciones, grabaciones y otros medios de información en virtud de resolución judicial”.

La veracidad de El Llobregat
De su lectura comprobamos que lo único que se puede “expresar y difundir libremente” son “pensamientos, ideas y opiniones”, como las que usted está leyendo en estos momento, pero nunca información. De la información, se especifica que tiene que ser “veraz”. Hasta el momento, el alcalde de Sant Boi no ha acudido a los tribunales en ninguna ocasión para denunciar que no sean veraces las informaciones que ha publicado “El Llobregat” sobre su implicación en el “caso Campeón” de presunto tráfico de influencias que investiga el Tribunal Supremo, o las relativas al juicio por los cuatro niños que murieron en el derrumbe del túnel de bateo de béisbol, por citar sólo un par de ejemplos.

Ni siquiera el alcalde ha requerido el derecho a rectificación, porque esas u otras revelaciones publicadas fuesen erróneas. La precisión de todas y cada una de las informaciones aparecidas en “El Llobregat” se sostienen en documentos y hechos probados por la Fiscalía de la Audiencia Provincial de Barcelona, el Tribunal Supremo, o son declaraciones que figuran en actas municipales porque se han realizado en sede plenaria. Incluso proceden de escritos del puño y letra del alcalde, como es el caso de su propio blog. Tampoco el Bosch ha podido recurrir al punto cuatro, enarbolando el derecho al honor, ya que ninguna de las informaciones tienen ni un ápice de sombra de posibles injurias.

Obstáculos a la libertad de prensa
El ejercicio del periodismo en España está acostumbrado a superar obstáculos, incluso en el periodo democrático. A las limitaciones de la libertad de prensa durante los días previos a las elecciones, con la imposición de reparto de espacios informativos entre los partidos políticos en las televisiones y radios públicas; las ruedas de prensa sin posibilidad de efectuar preguntas y los intentos, afortunadamente frustrados, de censura previa, se suman las alcaldadas que por toda España realizan políticos que no resisten la tentación de intentar aplastar al mensajero cuando airea información molesta para el poder.

Reporteros sin Fronteras denuncia que más de 150 periodistas se encuentran hoy encarcelados. ¿Su crimen? Haber divulgado informaciones molestas, a menudo reclamando mayor respeto a las libertades individuales. Haberse negado a someterse a la censura o a una línea de pensamiento. En definitiva, por haber cumplido con su oficio. Afortunadamente, no vivimos en Eritrea, Turkmenistán, Corea del Norte, Siria, Irán, Uganda, Vietnam, China o México, donde se reprime a los periodistas con ataques a su integridad física e incluso los matan.

Medios que fomentan el debate
Los alcaldes de nuestra comarca deberían agradecer la existencia de medios de comunicación independientes como “El Llobregat”, desde donde se fomenta el debate basado en la información. Sólo así se construye una verdadera democracia participativa que compense la indignación de la ciudadanía por las actuaciones de los políticos, banqueros y esos entes movidos por la codicia que conocemos como “mercados”.

Y es que el periodismo, lamentablemente, ya no es lo que era. En el periodismo de los años setenta, el de la Transición Democrática de nuestro país (al que se adscribe quien firma estas líneas), los periodistas estábamos atrapados en la dialéctica objetividad-compromiso. Debíamos encontrar nuestras propias señas de identidad, que se caracterizaban por un puñado de principios que guiaban nuestros comportamientos: libertad de espíritu, individualismo exacerbado, afirmación de las convicciones personales cuando debíamos pronunciarnos sobre un acontecimiento, etcétera.

Esa voluntad de independencia –que opino debería ser “la especificidad misma del periodismo”–, no es, sin embargo, sinónimo de neutralidad. Se quiera o no, el periodista es un observador comprometido. Su lectura de la actualidad es tributaria de su temperamento, de su educación, de su medio, de su pasado. Pero es un observador comprometido que no compromete a nadie más que a sí mismo, y es así como sus lectores deberían leerlo.

Agitador de ideas, el periodismo que bebe de la indignación de la ciudadanía se sitúa en el polo opuesto del partidario. Ésta es la definición del periodista que, en mi opinión, está en fase de extinción frente al gigantismo de los grandes grupos de comunicación sometidos al correctivo de la crisis económica y de modelo de negocio, y al estado de amnesia cultural de nuestra sociedad.

Rescatar el compromiso
¿Qué ocurre en la actualidad? ¿Sucede acaso que se han debilitado –o se están debilitando progresivamente– los valores tradicionales que han legitimado al periodismo? ¿Ocurre quizá que su función social empieza a reducirse a la mera enumeración descriptiva de acontecimientos previstos, cambiando profundidad por superficie, es decir, alejándose de su misión esclarecedora, escrutadora, que desenmascara? No exactamente. Lo cierto es que estamos ante una realidad periodística en crisis por la sucesión de despidos en unos medios que no supieron adaptarse a tiempo a los hábitos de los ciudadanos, ahora basados en las tecnologías móviles, internet y las redes sociales.

Una realidad de zozobra porque el modelo de negocio de los grandes medios de comunicación se basaba en los ingresos por publicidad y ventas, capítulos que sufren los rigores de la crisis. Por si fuera poco, estas circunstancias derivadas de la coyuntura económica y de los avances tecnológicos han venido a agravar una situación ya de antiguo contaminada por intereses externos (legítimos sin embargo, pero desvirtuadores). De modo que los medios de comunicación de calidad no tienen otra forma de responder a este desafío que rescatar el compromiso del periodista con la sociedad, desdeñando el servilismo o el sometimiento a ventajas o beneficios extra periodísticos. >>
Abusos de poder como el ejercido por el alcalde de Sant Boi contra “El Llobregat” ponen en peligro la esencia misma de la democracia. El periodista Francisco Rubiales, autor del libro “La democracia secuestrada”, opina que el único camino posible para los ciudadanos ante el omnipresente poder de los partidos políticos, se sustenta en el debate. El debate no como un elemento más de la configuración democrática, sino como su misma esencia. Porque sin debate, no hay democracia. La verdadera democracia es debate permanente. Un medio de comunicación es una interpretación de la realidad de quienes lo hacen. Desde “El Llobregat” se quiere ofrecer la información bien diferenciada de la opinión, para que ambas, información y opinión, constituyan la materia prima del debate, de uno de los debates de Sant Boi, del debate que también debería abrirse en la comarca del Baix Llobregat si todos apostáramos un poco por el periodismo de proximidad que articulara una voz colectiva.

La frívola realidad
Pero debo reconocer que el periodismo ya no es lo que era. Ha cambiado a la par que el mundo. Ahora los periodistas somos como dinosaurios en peligro de extinción frente a la frívola realidad de una adictiva necesidad de diversión y entretenimiento permamente, en menoscabo de la reflexión. Si a esta circunstancia se le une la necesidad de sacar tiempo al tiempo por la velocidad, la inmediatez, cuando no prisa, el resultado es, como dice el premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, “de una frivolidad sin precedentes”. Nunca la realidad informativa había estado tan contaminada como ahora en el marco del “show business”, un espectáculo superficial que ensombrece cualquier intento de ética y sensibilidad hacia lo que verdaderamente es insustituible: la inteligencia, esa fuente prodigiosa en que poder nutrirnos.

Confío que, al final, el periodismo se revuelva como lo ha hecho siempre en la historia. Hay quienes piensan que al poder o se le sirve o se le contesta. Yo no quiero practicar lo primero, pero tampoco aspiro a ser la eterna mosca cojonera del poder en esta comarca en la que tuve mis orígenes profesionales, primero como corresponsal de El Noticiero Universal y Efe antes de ser redactor jefe de la edición para el Baix Llobregat de El Periódico de Cataluña (1982-1986) y como fundador y primer director de Radio L’Hospitalet (1979) y del semanario “El Llobregat” (1986).

Si algo tengo claro es que la práctica del periodismo local es tan o más difícil que dedicarse a la política local. Sobre todo cuando el microcosmos en el que periodistas y políticos conviven favorece las relaciones, siempre difíciles cuando son de poder entre los que lo detectan para imponerse sobre los que simplemente informan.

Rectificar es de sabios
A mi entender, el alcalde de Sant Boi debería retractarse de sus presuntas coacciones sobre “El Llobregat”, no sólo volviendo a archivar el expediente municipal que dormía el sueño de los justos desde hace once años y que, desempolvándolo, sólo pretende molestar intentando retirar unas placas de pladul y el falso techo de yeso de la redacción de este medio de comunicación comarcal. Creo que el alcalde de Sant Boi recuperaría un perfil demócrata si además de rectificar concediera una entrevista a tumba abierta a esta publicación, contestando a todos y cada uno de los interrogantes que se ciernen sobre su actuación.

En caso contrario, si Bosch se empecinara en intentar convertirse en el iceberg de “El Llobregat”, no me cabe la duda de que desearía vernos convertidos a todos los que hacemos posible esta publicación en un remedo de la orquesta del Titanic informativa de la comarca. Por nuestra parte, estamos dispuestos a interpretar los compases del “Nearer, my God, to Thee” (Más cerca, oh Dios, de ti) con la misma dignidad que hace ahora cien años lo hizo la Wallance Hartley Band mientras el Titanic se iba a pique.

El poema que ayudó a un país…
Pero en estos momentos de tribulación me viene a la mente las escenas de “Invictus”, película dirigida en 2009 por Clint Eastwood y protagonizada por Morgan Freeman y Matt Damon sobre Nelson Mandela y su uso de la Copa del Mundo de Rubgy de 1995 como una oportunidad para unir al país. El título del film nace de la hoja de papel que Mandela tenía colgada en prisión con el poema Invictus, escrito en el año 1875 por William Ernest Henley. Recitarlo para sí mismo cada día durante más de 20 años, ayudó al líder surafricano a sobrellevar su encarcelamiento. En la película, Mandela le escribe el poema al capitán de la selección surafricana, antes del comienzo del campeonato en el que negros y blancos unieron sus fuerzas en pos de la victoria. El mismo poema que le dio fuerzas y esperanza y le ayudó a consagrarse a un ideal y a sus sueños.

“Invictus” es un canto a la fe, a la libertad y a la resistencia humana enfrentada a los momentos más desoladores, solitarios y terribles de la existencia. No es de extrañar que el poema fuera escrito por un hombre que fue niño condenado a la enfermedad y la minusvalía; no es de extrañar que este poema le sirviera de guía y consuelo espiritual a Nelson Mandela mientras estaba encarcelado y era humillado y vejado por sus ideas, por su compromiso ético con los suyos, consigo mismo.

…y el aria de la victoria
Pero antes de que el lector se sumerja en el texto de William Ernest Henley acompañado de las imágenes fulgurantes en su retina de las escenas épicas del film de Clint Eastwood, le pido que su lectura sea acompañada de otro ejercicio de memoria auditiva: recuerde los compases de “Nessun dorma”(Nadie duerma), el aria más famosa de la ópera “Turandot”, de Giacomo Puccini, justo en ese momento en el que el tenor alcanza el clímax musical cuando canta: “All’alba vincerò! Vincerò! Vincerò!”

INVICTUS
Más allá de la noche que me cubre negra como el abismo insondable, doy gracias a los dioses que pudieran existir por mi alma invicta.

En las azarosas garras de las circunstancias nunca me he lamentado ni he pestañeado.

Sometido a los golpes del destino mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.

Más allá de este lugar de cólera y lágrimas donde yace el Horror de la Sombra, la amenaza de los años me encuentra, y me encontrará, sin miedo.

No importa cuan estrecho sea el portal, cuan cargada de castigos la sentencia, soy el amo de mi destino:soy el capitán de mi alma.

William Ernest Henley ||
Como la orquesta del Titanic
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