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Opinió

El fracaso de la cumbre Río+20

Por Fernando Martín
miércoles 23 de julio de 2014, 13:48h
La Conferencia de Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible, Río+20, celebrada el pasado mes de junio en la ciudad brasileña de Río de Janeiro, tenía por objetivo abordar el compromiso global de proteger la Tierra, con un crecimiento y desarrollo sostenible en los aspectos económico, ambiental y social, veinte años después de la exitosa, centrada en aquella ocasión, en el medio ambiente.
Antes de iniciarse la cumbre, se vislumbraba un clima de derrotismo y decepción. Así, los líderes mundiales allí reunidos intentaron, sin éxito, en una fase previa a su inicio, aprobar un borrador de declaración poco ambicioso. El proyecto sugerido pretendía elevar el rango del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente a través de una financiación que, a la postre, resultó poco ambiciosa y escasa para costear los proyectos de desarrollo perdurable.

La cumbre hubiera culminado con acuerdos eficaces de haberse creado un gobierno ambiental mundial, además de una agencia de Naciones Unidas específica para administrar los problemas medioambientales del planeta. No obstante, las reticencias de EE.UU y Canadá, además del apoyo de Rusia, impidieron el avance de tales medidas.

Como manifestó una consultora presente en el encuentro, los líderes no venían a salvar el planeta, acudieron con la única intención de salvar su propia imagen. La finalidad del encuentro consistía en establecer las denominadas “metas para un desarrollo sostenible”. Fijadas las mismas, se sumarían a los Objetivos del Milenio, encaminados a erradicar el hambre y la pobreza extrema, reducir la mortalidad infantil y favorecer el acceso a la educación, compromiso acordado por los miembros de Naciones Unidas a cumplir antes del año 2015. Sin embargo, el interés de los líderes globales se centra, como así quedó patente en la cumbre, en la crisis económica y no en la ambiental.

En ese sentido, grupos de ecologistas, activistas y políticos manifestaron su discrepancia con este tipo de cumbres de alto nivel, y apuestan por alcanzar el progreso en temas medioambientales desde un ámbito local con el sector privado y, en consecuencia, sin la ayuda de acuerdos internacionales.

Por tanto, la cumbre que ha reunido a líderes políticos, empresas privadas y organizaciones culmina con un acuerdo frágil, y cifra en 408.000 millones de euros las ayudas destinadas a programas de desarrollo sostenible; ahora bien, sin propósitos medibles y específicos.

La declaración final alcanzada no fija las metas de desarrollo duradero a partir de 2015, que habrán de reemplazar los Objetivos del Milenio. Asimismo, no establece plazos para la supresión de los subsidios a los combustibles fósiles y actividades nocivas para el medio ambiente, en aras de caminar hacia una economía verde.

El fracaso de la cumbre Río+20 refleja la urgencia de avanzar hacia una verdadera sostenibilidad, para ello se requiere transformar el modelo económico actual de desarrollo por uno más justo, equitativo y sostenible. ||
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